20 | La travesía de Teodora

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20 | LA TRAVESÍA DE TEODORA

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20 | LA TRAVESÍA DE TEODORA

«Siento no haberos podido escribir antes, os mandaré fotos lo más pronto que pueda. Os quiero, Teo». Escribir aquellas letras sobre el papel no le había resultado fácil a Teodora, pero dadas las circunstancias, conseguir un número de teléfono del extranjero no era posible y el mensaje debía ser creíble.

Teodora ya dominaba el viaje con los portales, no solamente de un mundo hacia otro sino de una zona a otra por todas las tierras de Dôr o Gwaith. Claro que Shaun y el resto no podían cruzarlos, así que la guardiana se limitó a atravesar portales sin ir más allá. Aunque ganas no le faltaban de visitar rincones de aquel maravilloso mundo, se mantendría al lado de sus amigos en todo momento. Además, era lo más seguro teniendo en cuenta la situación que se estaba viviendo en la tierra de los elfos. Ahora allí, de vuelta a su mundo natal, Teodora tuvo que hacer unos pequeños viajes por Birmingham, una de las ciudades más grandes de todo el Estado de Alabama. Habían pasado apenas unos días desde que abandonó su residencia natal, pero sentía que les debía una explicación a sus padres.

Aunque aquella explicación fuera más bien una mentira piadosa.

Cuando se dio la madrugada en el mundo humano, Teo regresó a su casa: Montgomery. Siendo consciente de la hora que era, pensó que todo el mundo estaría durmiendo y que viajar de nuevo hacia su ciudad natal a aquellas horas era lo más prudente si deseaba dejarles una carta a sus padres sin encontrarse con obstáculos por el camino. Solo esperaba que estos también estuvieran durmiendo.

Sola por el mundo y vestida de nuevo con tejanos ajustados y una de esas camisetas vintage con el logo de Metallica que solía llevar, se encaminó hacia su casa con prudencia y disimulo, evitando en todo momento ser vista por nadie. Ver la fachada exterior de su casa, la ventana que daba a su habitación y todo lo que envolvía el lugar en el que creció no le resultó nada fácil. Se acercó con temor a la entrada. Las luces del salón estaban apagadas, pero por la ventana, con las cortinas corridas, se reflejaba la luz parpadeante del televisor. Eran las dos de la madrugada y sus padres nunca miraban la televisión a aquellas horas, lo cual solo podía significar una cosa: Teo intuyó que estaban destrozados por su repentina desaparición. En aquel momento se sentía una pésima persona.

¿Acaso podía ser guardiana una persona que hacía aquello con sus seres queridos?

Aún con la capucha puesta por miedo a ser vista, Teodora sacó el sobre que contenía la carta en el bolsillo de su chaqueta. Lo sostuvo entre sus manos temblorosas mientras miraba la puerta principal de su casa; el hogar en el que había crecido. A tan solo unos metros de distancia se encontraban sus padres y pensar que no podía ir a darles un abrazo la desgarraba por dentro. Soltó un profundo suspiro que, a su vez, desataron algunas lágrimas silenciosas que se encaminaban por sus mejillas. Su decisión de marcharse era reciente y aquello le dolía, pero más le dolía que sus padres pudieran pensar que Teo había desaparecido o algo peor: estar muerta.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraWhere stories live. Discover now