Capítulo 40: "Dios envidia nuestro amor"

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Epílogo

Dos años después.

—¡Tenga buen día! -Despide joven detrás del mostrador -bien... ¿es todo lo que llevará?

—Si... Dios, niño -desternilla la anciana -, tuve que volver.

—¡Lo mismo me preguntaba! -ríe colocando el pan de la mujer con las piezas dentro de la bolsa de papel mientras anota en el cuadernillo la pieza que lleva -ayer se llevó toda una dotación y pensé... "¿a poco ya terminó con ella?" -la mujer río, ya que si algo le caracterizaba a esta panadera era el buen trato que ofrecía el dueño francés -, pero espero sepa que tenerla aquí es todo un gusto... además... pan caliente y un buen té... Dios... ¡qué gran merienda vespertina!

—¡Exactamente!, mis nietos me visitaron durante la tarde y acabaron con toda mi dotacion de pan -sonríe -, hasta creo que me visitan más bien porque siempre cuento con las delicias que preparas en casa...

—Bueno... mi madre decía que el pan es un acto de amor y paciencia, de los pocos alimentos que bien ejecutados cumplen su función de nutrir tanto el alma como el cuerpo, ¿qué otro regalo tan más grande podría yo darles a mis clientes que darles amor y salud con mi alimento?

La mujer de tierna sonrisa y ojos brillantes asiente hacia el joven detrás del mostrador.

—Cuánta razón te cargas, mi niño -menciona sosteniendo un pequeño monedero en sus manos -, ¿Cuánto será, cariño?

—Quince con cincuenta -musita haciendo una raya en el cuaderno para señalar el total, de reojo mira hacia atrás, encontrándose con su hijo hecho todo un desastre -, ¡William!, ¡Dios!, discúlpeme un momento.

El ojo azul ingresa a la cocina encontrando al niño de cuatro años con las mejillas repletas de harina y sus manos con masa cruda.

—Papi...

—William -llama Louis tomando el trapo que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón para limpiar sus manitas -, no se puede comer todo lo que tocas...

—Está bien rica, papi.

—¡Es el catador oficial! -sonríe Mery sacando la bandeja con rollos de chocolate hirviendo.

—¿Ves, papi?, no es malo... Mery dice que no es malo...

—Sí, cariño -responde Louis al niño -... d-digo no... si es malo; no se puede comer crudo -repite.

—Agarra defensas, Louis -ríe Fred dejando un saco de veinte kilos a lado de la puerta de la cocina.

—¡Y a ustedes les encanta justificar las travesuras de mi hijo!

(...)

Mientras Louis coloca el pan que no se vendió dentro de una bolsa, ve a una mujer golpear el cristal de la puerta de la panadería, resopla cansado... ¿para que le molestan siendo que es ya tarde?

Le es curioso también; ya que ha cerrado hace más de media hora; son las siete y cuarenta de la noche; sus clientes frecuentes han venido por el pan diario, imposible que a esta hora toquen a su puerta en busca de pan fresco; la poca merma que ha quedado será perfecta para que mañana por la mañana los mendigos que hacen fila todos los días fuera del local desayunen.

Le es agradable ver a niños y hasta familias enteras venir por el pan.

Le dolía tenerlo que tirar a la basura por las regulaciones de salud aunque este seguía siendo completamente seguro de consumir, pero al parecer para su comercialización no; según las leyes.

Entonces una idea brilló: invitar a los indigentes de la zona a desayunar esto y brindarles un poco de agua caliente para té o café además que cada domingo preparaba una deliciosa avena para todo aquel que llegue con hambre a su puerta.

1919 (L.S.)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang