Capítulo 17: "2 Corintos 13:11"

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—¡Louis!, ¡Louis! -grita Harry.

Su madre se levanta apresurada de la mecedora, sin preocuparse por alguna de sus dolencias.

—¿Qué sucede, cariño?

—¿Esta Louis? -solloza el menor. La señora niega y Harry suben apresurado al segundo piso.

La pareja de esposos sale de la cocina, encontrándose a la madre de Harry sola recargada en el marco de la puerta que divide la sala.

—¿Qué sucedió? -Pregunta su hija -, ¿estás bien?

La madre asiente, mira al bebé acostado en uno de los sillones, lo carga mientras este duerme y camina ignorando por completo a su hija.

Sale de la casa hacia la parte trasera, todo está calmo y el cielo gris.

Ni rastro alguno de Louis.

Desde que enfermó, no se había dignado en recorrer su hogar, mira la hierba seca de las parcelas antes fértiles, recordando con nostalgia como estas se llenaban de un precioso color verde hasta que el trigo crecía lo suficiente y secaban para adquirir ese precioso color dorado en las espigas que centelleaban con la luz del sol en época de siembra por aquellos meses de primavera y otoño. Le llena de satisfacción recordar como en el viejo molino los habitantes del aquel entonces pequeño pueblo de Redditch madrugaban para tener en su cocina la harina recién molida, en su memoria perdura como con su esposo se levantaba a las tres de la mañana, junto con otros dos empleados activaban los molinos y un par de horas más tarde ya se encontraban llenando sacos de diez kilos con la harina más deliciosa de la localidad.

Ignora ese granero repleto de tantos recuerdos para seguir su camino al molino abandonado, el pequeño William balbucea metiendo en su boca uno de los holanes de esa preciosa blusa de lino, sonríe por el exquisito aroma del infante, su hermosura y carisma lo han convertido en uno de los pequeños más simpáticos y preciosos que alguna vez ha conocido, claro... incluyendo a sus hijos.

Detrás del molino, justo en donde concluyen los perímetros de la finca topa con un muy corto precipicio, este limita la propiedad contra un bosque lleno de pinos y vida salvaje, siempre le prohibió a sus hijos el paso para acá, pero no por su seguridad, sino porque este es el sitio que frecuentaba cuando necesitaba tiempo a solas, hasta de su propio marido. Es su rincón, donde toda persona tenía prohibido interrumpirla. Solo de ella, en su el lugar de soledad y tranquilidad.

—¿Hay espacio para una vieja y un pequeñín? -menciona sutilmente causando un susto en el joven ojo azul. Este asiente levantando sus pies del precipicio para sentarse en forma de mariposa en el suelo.

—Pensé que sería Harry quien me encontrara.

—Él nunca vendrá para acá, lo tiene prohibido.

—¿Co-cómo?

—De niño lo asuste mencionando que le saldría un monstruo del pantano, hasta la fecha evita este lugar -ambos ríen mientras la mujer se queja sentándose en el suelo colocando al niño sobre sus piernas -, entró buscándote a la casa.

—Lo se... discutimos y...

—No tienes que explicarme, cariño.

Louis asiente mientras limpia las lágrimas en sus ojos.

—Puede que no, pero... perdí a mi madre cuando tenía catorce años, y... extraño los consejos de una, sé que usted no es mi madre pero...

—Ven acá, amor -la mujer extiende sus brazos, Louis toma a su hijo mientras se deja envolver por la cariñosa mujer.

1919 (L.S.)Where stories live. Discover now