EPÍLOGO.

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Le di un golpe a Thomas con la almohada, justo en la cabeza como se lo merecía.

—¿Cómo vas a decir que "El Señor de los Anillos" es una saga aburrida? Voy a tener que replantear toda nuestra relación.

—Exagerado.

—¡No exagero!

Se abalanzó hacia mi para iniciar uno de esos juegos de dominación masculina que consisten en someter al otro, un comportamiento homoerótico pero naturalizado. Una simple excusa para toquetearse. No es que Thomas Hanlon necesitase una excusa para tocarme, después de todo, soy su novio.

—¡Gané!

Exclamó jadeando, una vez establecida su superioridad física, mientras ponía mis muñecas sobre mi cabeza con una mano y con la otra acariciaba mi costado.

—No todo es una competencia, ¿Sabes? —puse los ojos en blanco, más por costumbre que por irritación mientras sonreía.

—Si lo es. —afirmó, acercándome aún más a su cuerpo con sus brazos alrededor de mis caderas. —Y gané. En todos los sentidos.

Empezó a besar mi cuello mientras su áspera mano se deslizaban por mi cuerpo, de arriba a abajo y más abajo...

—Espera. —lo detuve, conteniendo apenas un vergonzoso gemido de placer.—No podemos, no en este momento. Nos están esperando.

Él se lamentó en voz alta.

—Sin quejidos ni berrinches. Tendremos todo el tiempo del mundo para eso, más tarde. Después de la cena.

Él tragó saliva.

—Entonces... conoceré a Richard.

Enunció finalmente dejándome ir.

—Si. ¿Qué pasa, nervioso?

No pude evitar meterme un poco con él. Todavía se me hacía raro ver emociones como vergüenza o temor en alguien como él.

—¿Yo? —resopló y cuadró los hombros, fingiendo confianza. —Jamás, Gley.

Le di mi sonrisa más tranquilizadora y un cariñoso beso en la mejilla.

—Te prometo que no muerde. Richard es como mi padre, pero se diferencia en la calidad de persona. Él verá detrás de esa máscara de imbécil que a veces utilizas, notará que eres un buen chico, le gustarás.

Aseveré con vigor.

—...¿Y si no le gusto?

—Bueno, es a mi a quien tienes que gustarle, no a él. Pero créeme, le vas a agradar.

No parecía convencido, pero no dijo nada mientras empezaba a prepararse para la reserva.

—Iremos al restaurante que más le gustaba a mi abuelo. Le pedí a mamá que hiciera la reserva solo para que pudieras conocerlo.

Sus ojos brillaron y se acercó para robarme un beso desesperado.

—No vuelvas a decir algo así si quieres llegar a tiempo a la cena, porque soy capaz de mantenerte encerrado en estas cuatro paredes por más tiempo del que crees posible.

—Algún día lo intentaremos. —prometí, con una sonrisa imposible de borrar. —Por ahora, unos cuantos besos antes de la cena no hacen daño a nadie...

Llegamos tarde al restaurante, pero valió la pena.

FIN

Jugar, ganar y enamorarse |✔Where stories live. Discover now