Rubén parpadeó varias veces. Evitando imaginarse a él diciéndole a Samuel “mi mamá te manda saludos”. Sería algo tonto.
Pero a Samuel le gustaba las cosas tontas; él era una prueba de eso.
—Ehm, vale —dice— ¿Qué te pasa mamá? Estás rara.
—¿Rara? ¿Yo? —ríe, mientras negaba con la cabeza— Nada más es raro que salgas, solo eso. Y no es que me moleste, solamente es raro, y estoy tratando de adaptarme —dice, con un poco de nerviosismo. Lo menos que quería era hacerle pensar a Rubén que a ella le incomodaba que él saliera. Porque era todo lo contrario.
—¿Quieres que me quede? Puedo cancelar…
—¡No, no, no! ¡Nada de eso! —exclama rápidamente interrumpiendo al teñido— Tú ve, y pásala bien con tu amigo —dice.
Rubén suspira— Mamá…
—Rubén… —dice imitando el tono de Rubén.
—¿Segura? Mi amigo entenderá, enserio.
—Bobadas, tú irás a verte con él, fin de la discusión —dice firme. Sea quien sea, debe ser importante como para que su hijo salga.
—Vale, iremos a comer helado en la tienda que queda en la esquina, si necesitas algo, llámame —dice.
Su mamá asiente, mientras Rubén se acerca a ella, y deja un beso en su frente.
—Adiós, ma —dice, y luego de eso, se va.
Astrid suspira. Esperaba que fuese lo que ella pensaba. Porque sino, sería una gran decepción.
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Samuel frunce el entrecejo, mientras miraba a Rubén. Estaba raro. Se veía como si algo le angustiara.
—Doblas, ¿estás bien? —pregunta, posando su mano en el hombro del chico, dónde más tarde la desplazaría hacia su espalda, para darle pequeñas caricias.
El chico parpadea, y mira a Samuel. Así como si él lo hubiese sacado de sus pensamientos. Él asiente, para luego decir;
—Estoy bien, lo que sucede es que siento que mi mamá no lo está —dice, agachando lentamente su cabeza— ¿Y si se siente mal? Sé que debe estar sospechando de porqué estoy saliendo mucho últimamente, y no quiero que piense cosas raras.
—¿Cosas raras?
—Que me estoy viendo con un secuestrador, o que… ¡yo que sé! mi mamá tiene una gran imaginación —dice— No quiero preocuparla…
