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❝𝖭𝖾𝗐 𝖸𝗈𝗋𝗄❞
𝖯𝖺𝗋𝗍 𝖿𝗈𝗎𝗋

❝𝖭𝖾𝗐 𝖸𝗈𝗋𝗄❞𝖯𝖺𝗋𝗍 𝖿𝗈𝗎𝗋

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Parpadeó varias veces.

Ya habían llegado al hotel. Y para resumir el viaje del aeropuerto hasta allí. Fue asombrarse, cansarse, volver a asombrarse, y volver a cansarse. Tener la boca abierta puede ser agotador.

El hotel era bastante decente. Moderno, podría decirse. Ya saben, como en las pelis. Una chica linda atendiendo, ascensores, y unas grandes ventanas.

La maestra, junto a su ayudante, comenzaron a repartir las llaves, con los números de las habitaciones en ellas.

Y Rubén, como era metiche. Se asomó para ver qué llave le tocó a Samuel. Y su alivio fue grande; le tocaba a la misma que él.

Samuel podía decir lo mismo, pues Rubén le había enseñado su llave. Y ahora ambos estaban sonrientes.

-Bien, ahora vayan a sus habitaciones, pero con orden, porfavor -dice la maestra.

Orden = comenzar a correr con todo y maletas para tomar el ascensor primero. Claro, en orden maestra.

Rubén y Samuel iban tranquilos. Porque luego que todos se cerraran, y que todos se hubiesen ido. Un ascensor que venía vacío, abrió sus puertas. Y ambos fueron.

Estaban callados. Luego se miraron, y se abrazaron, mientras daban pequeños brinquitos. Así como fangirls.

Y entonces, escuchó un pequeño quejido.

Se separó un poco de Rubén, y lo observó. Aunque él estuviese cabizbajo.

—¿Estas bien?

Asiente.

—Pero no me abraces muy fuerte, ¿Si? —murmura.

Samuel se quedó algo confundido. Pero por él estaba bien. Aunque le hizo sentir algo... ¿Culpable?

Era algo que solía hacer mucho; era muy cariñoso.

Y si, tal vez sea muy tonto, o llorón, pero ¿Saben lo fácil que es para Samuel sobrepensar todo?

No diría nada, porque seguro le haría pensar a Rubén que era muy sensible y tonto.

Rubén recostó su cabeza en el hueco entre la cabeza y el cuello de Samuel. Y suspiró.

El teñido se sentía como una señora de 60 años, quejándose de la espalda. Con una de sus manos en ella para "apaciguar" el dolor.

Ya no sentía las manos de Samuel al rededor de él. Eso le hacía sentir un poco descubierto.

Luego de unos segundos, el ascensor abrió. Rubén se separó del azabache, y le sonrió.

Un pequeño sonrojo apareció en las mejillas del oji-morado. Y tragó saliva.

cosas de otakus ➹ rubegetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora