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—Entonces, ya mismo es acción de gracias… —susurra.
—Si, eh. Octubre pasó rápido —dice Rubén.
Samuel sonríe.
Se hicieron novios en el 31 de octubre. Apuntaría eso.
—¿Cómo crees que esté el gatito? —pregunta.
—Seguramente bien. Con mi mamá estará en buenas manos —responde— ¿Te he dicho que mi mamá es veterinaria? —se pregunta a sí mismo— No, no me recuerdo… —susurra.
—¿Ella es veterinaria? —pregunta Samuel— ¡Haberlo dicho antes, hombre! —exclama.
—Es que no pensé en decírtelo, pero ahora lo sabes —dice entre una risita— ¿Qué es tu mamá?
—Abogada —responde.
Rubén abre bastante sus ojos.
—Bueh, eso ya explica varias cosas —susurra.
—¿“Varias cosas”?
—Eh…
Se había puesto rojo. «¿En que estaba pensando?» se preguntó Samuel.
—Rubén… —dice entre una risita.
—Pues que eres bueno en las discusiones, tío —suelta— Ya me da miedo…
—¿Por qué?
—¿Y si discutimos, y tienes buenos argumentos? No sé perder… —dice— ¡Ahgg! —se queja, tomando una almohada, y colocándosela en su rostro.
—Ni llevamos una hora de novios, ¿y ya estás pensando en eso? —pregunta.
—Lo sé, lo sé, es algo tonto —dice.
Samuel suelta una risita.
—Deberías dejar de pensar en cosas negativas, cada vez que pasan cosas positivas —dice.
—¡Eso también lo sé! Pero es que no puedo evitarlo —dice— De alguna manera, mi mente crea escenarios feos, en los momentos más lindos.
—¿Y viceversa?
—No, cuando pasan cosas malas, me imagino las cosas que pueden suceder después de eso, y me da una crisis de 3 días —responde.
Samuel parpadea varias veces. Pensaba que solamente le pasaba a él.
—Eso es fuerte —susurra.
Rubén suelta un quejido, en manera de decirle al azabache que tenía razón.
—Pero no pienses en futuras discusiones. Quiero estar contigo, y nada más.
