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Rubén descubrió, que no sabes si te gusta alguien hasta que lo odias

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Rubén descubrió, que no sabes si te gusta alguien hasta que lo odias.

Él pensó que esto de sentir cosas por alguien, sería como amor, paz, y un mundo de color rosa. Pero no, también implica el odio.

—¡No seas bobo! —exclama Rubén intentando safarse del abrazo de Samuel.

—¡Pero es la verdad! —susurra— Agradezco a mi instinto acosador que me hiciera ir a esa escalera, y conocerte —vuelve a susurrar en el oído del chico, y le da un besito en su mejilla.

Mucha gente, ve a personas susurrándose cosas en los oídos, y rápidamente llegan a la conclusión de que se están diciendo cosas eróticas. Bueno, el caso de Rubén no es así. Y lo odia, pero no porque quiera que Samuel le diga cosas eróticas, es porque le dice cosas lindas. Y eso le pone nervioso.

¿Lo peor? Que estaban acostados en la cama de la habitación, y Samuel estaba encima del pobre Rubén.

¿Ven cuándo digo que no sabes si te gusta alguien hasta que lo odias?

Pero odio en el sentido de que “Me gusta lo que haces, y te digo que dejes de hacerlo, pero en verdad no quiero que dejes de hacerlo.”

—Bueno, también le agradezco —susurra Rubén inconcientemente.

—¡Awww! —dice Samuel, y le da más besitos en su mejilla, haciendo un camino hasta sus labios, los que besó varias veces.

—Veg- joder mi espalda —susurra.

—Ay, lo siento —dice aflojando un poco su agarre— ¿Así está mejor? —pregunta.

Rubén asiente.

Samuel esboza una sonrisita al ver a su chico todo rojito. Y todo eso por él.

Samuel pensaba en todas las personas que Rubén le había mencionado cuando él le contaba de su pasado. De como le rechazaron, y le dijeron cosas feas simplemente por ser él. O de las veces que le suplicó a su mamá para que no lo obligara a ir a la escuela. Y también pensaba que eran unos idiotas. ¿Cómo hacerle daño a este hermoso ser?

—Te quiero mucho —susurra.

—Y-yo… —balbucea, y sus mejillas de tornan más rojas— También te quiero —susurra.

La sonrisa de Samuel se amplía más. Y besa los labios del teñido repetidas veces. Y el teñido, corresponde.

Vegetta notó que el pobre Rubén estaba hasta temblando de los nervios. Su sonrisa se había ampliado más en mitad del beso. Era increíble saber que causaba eso en alguien, y más en la persona que te gusta.

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