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¿Ya les dije que Samuel era conocido por sobrepensar todo?
Sí, creo que sí.
La cosa, es que ahora se está preocupando por el chico que seguramente le gusta. Pero que él no quiere admitir, y apesar de que no le guste; no podía evitarlo, él se preocupaba por todo.
Y ahora observaba a Rubén, ¿Prestar atención a la clase de matemáticas? ¿A quien le importa? Más importante era el moretón que tenía Rubén en el brazo.
Además, de que se ha estado comportando raro; era más callado de lo usual. Y apesar de que cuando lo conoció, era la persona más callada del mundo. Ahora había cambiado.
No quería que Rubén fuese reservado con él. Quería que el teñido hablase con él si necesitaba ayuda, pero... No es tan fácil, ¿Saben?
No sabía si era de mala ecuación mirar a alguien mientras estaba prestando atención a la clase. Samuel esperaba que no fuera así; pero ahora no podía despegar la vista de Rubén, porqué vuelvo y repito, el albino tiene un increíble perfil, que para el azabache era simplemente hermoso.
Suspiró, y puso su codo en la mesa del pupitre, mientas apoyaba su cabeza en su mano. Y una boba sonrisa se asomó por sus labios.
Vale, tal vez Rubén le guste un poco, pero solo un poquito.
Esta bien que te guste alguien a esta edad, ¿No? Digo, Samuel ha tenido anteriores parejas —que han sido completos fails—, lo que significa que ya había pasado por eso antes.
La diferencia entre Rubén y sus demás parejas, es que Samuel se obsesionó con ellas. Con Rubén no era... "Obsesión", es más como atracción.
Y gusto, y tal vez parezca muy insistente con ésto, pero Samuel no lo va admitir; no hasta sentir que sus sentimientos son muchos más grandes de lo que él pensaba.
—Eh, Samuel —susurra una chica.
Samuel voltea a ver hacia esa chica con una mirada algo interrogante.
—La clase ya terminó —le avisa.
Samuel despierta de su ensoñación, y voltea a ver hacia todos lados, y la chica tenía razón, la clase ya había terminado, pues no había nadie a sus alrededores.
Y volvió a observar a Rubén, quien estaba guardando sus cosas, para luego levantarse, y ponerse su mochila en su espalda.
Es una situación algo graciosa; se quedó embobado mirando a un "amigo", y la clase terminó, era básicamente como si estuviese soñando despierto.
Suspiró, y tomó su cuaderno, el cual estaba vacío, y lo puso en su mochila, para luego cerrar su mochila, y ponérsela en la espalda.
—Vege —susurra Rubén, haciendo que el mencionado pegue un brinquito del susto.
