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—¿Y?
Samuel miró a su mamá confundido, en sentido de que no entendía de lo que la mujer estaba hablando.
Ambos iban de camino a casa. Samuel estuvo bastante pensativo desde que se había marchado del aereopuerto. Porque en la manera en que Rubén se despidió fue muy… rara.
—Samuel, no te hagas. Lo que me dijiste en Nueva York —dijo ella. Entonces, Samuel salió de sus pensamientos, y miró a su madre.
—El chico que me había besado… —susurra recordándolo. En realidad era una de las cosas de las que estaba seguro que nunca se olvidaría.
No es que hubiese sido algo “especial”; en el sentido que en realidad no pensaba que ese sería el momento y la manera. Pero era algo que atesoraría en su corazón.
—Eso, eso. ¿Que pasó? —preguntó, volviéndole a sacar de sus pensamientos.
—Ehm… —musitó— Bien —dijo.
Su mamá, sin despegar la vista de la carretera, frunció el ceño.
—¿Bien?
—Si, bien —vuelve a repetir.
—Cariño, sabes que puedes contarme lo que sea…
—No sé —interrumpió— Es que siempre me hago historias en la cabeza, ¿Sabes mamá? Y entonces no sé, porque estaba bien, se veía bien en el avión. Hablábamos, charlabamos, incluso nos dimos un par de besos más, pero llega al aeropuerto, y cambia por completo —cuenta, se siente como si estuviese en terapia o algo así.
Su mamá se queda callada por algunos segundos, como si estuviese analizando lo que su hijo le acaba de contar.
—Sam, los comienzos en las relaciones casi siempre son así. Dime, ¿Cuál es la diferencia cuando tú y él estaban en el avión, y cuando llegaron al aeropuerto? —preguntó.
Bien, Samuel también se hizo esa pregunta. Y solamente habían dos respuestas; que estaban sus familiares (completamente entendible porque solamente llevaban un par de horas de relación, y además quizás Rubén tampoco quería apresurar las cosas) y la otra, que era su padre (le olía que tenía antecedentes homofóbicos).
Amaba la primera respuesta, era tan linda y normal. La segunda la podían tirar por la ventana.
