16 | Diamantes en bruto

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A unos metros de distancia detrás de la guardiana, Shaun se alzó y empuñó su espada, observando la situación. También Tom y Laila observaban la escena con consternación.

—¡Parad! —exclamó Teo—. ¿Qué estáis haciendo?

—¡Estás corrompiendo a nuestros hijos con cuentos absurdos de tu mundo! —añadió uno de los padres.

—¡No es cierto! —exclamó un anciano—. ¡La muchacha no estaba haciendo nada malo! —La defendió y Teodora se sintió aliviada y agradecida al instante.

—¿Y creéis que vosotros lo estáis haciendo mejor? —Intervino Teo de nuevo—. ¿Ejerciendo violencia contra ellos? —Señaló a los infantes con la mirada, que a su vez la miraban a ella y a sus padres con temor y sin saber muy bien qué estaba pasando—. Preguntaos qué le estáis enseñando, qué valores tendrán si su ejemplo es vuestra violencia.

—Nadie te ha invitado aquí, sucia humana. —Aquel elfo avanzó hacia Teo y sacó de su bolsillo una especie de navaja para atacar a la guardiana.

Sin esperar un segundo, Shaun dio un paso al frente junto a otros aliados de la guardia dispuestos a defender a la chica. El elfo que la amenazaba se lanzó de golpe sobre Teodora, dispuesto a clavar aquel filo de hierro sobre el pecho de la guardiana. Sin embargo, antes de que Shaun y los otros pudieran defenderla, Tom intervino pudiendo frenar el ataque a tiempo paralizando al elfo violento con su magia y Teodora retrocedió de inmediato.

Estático y a penas a unos centímetros de distancia de la guardiana, aquel tipo se quedó paralizado: una fuerza le impedía avanzar hacia Teodora.

—Ríndete, Oswaldo. —Ordenó el brujo—. Pon fin a esta estupidez, por la Madre Tierra. Mira tus hijos, ¿de verdad quieres que te vean de esta forma?

El tal Oswaldo miró a los niños, quiénes lo miraban con horror. Suspiró y soltó la navaja, haciéndola sonar de un golpe contra el suelo. De inmediato, Tom dejó de ejercer su magia sobre el elfo, pero un grito ahogado llamó la atención de todos los presentes: una flecha de origen desconocido había aterrizado sobre la pierna de Teodora. Todo había sido demasiado rápido, el pánico empezó a aflorar mientras Teo se dejó caer al suelo, retorciéndose de dolor. Se miraba la pierna y hacía muecas constantes de dolor, sollozos silenciosos para callar la rabia. En su muslo izquierdo, un hilo de sangre empezó a brotar de forma abundante al intentar extraer el objeto. Quiso sacarse aquella flecha, pero ahora con las manos manchadas de su propia sangre y temblorosas, empezaba a nublársele la vista.

De fondo, una sinfonía de gritos desesperados.

—¡Rápido! ¡Lleváoslos! —exclamó Tom señalando a los niños presentes. Los habitantes que habían estado presentes ahora corrían de un lado a otro, influidos por el pánico.

—¡Teo! —Shaun se agachó a su lado, mirando la pierna malherida de la muchacha. Teodora tenía las manos ensangrentadas sobre la misma—. Tengo que quitarte esto.

—No, por favor. —Teodora intentó no sollozar, pero la presión que ejercía con su mandíbula y las constantes muecas de dolor la delataban.

—Debo hacerlo, tengo que llevarte a un sitio seguro. —La miró fijamente a los ojos llorosos.

—¡Teo! —exclamó Laila agachándose también a su lado.

—Laila, necesito que la sujetes —dijo Shaun y la elfo asintió—. Y tú —miró de nuevo a Teodora—, necesito que confíes en mí. —Teodora asintió, su respiración fuerte al son del subir y bajar de su pecho. Shaun las miró a ambas y se armó de valentía antes de rodear con su mano la madera de aquella flecha—. Puede que te duela un poco. —La advirtió y Teodora asintió con la cabeza.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraWhere stories live. Discover now