Epílogo

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Me moví al ritmo de Zara Larson con Lush life mientras que terminaba de preparar el desayuno. Tenía a Maira en brazos quien reía sin parar por los besos que le daba haciéndole cosquillas. Se había despertado pronto pidiendo el biberón, por lo que aproveché para hacer cosas y deje a Sander dormir. El día anterior había tenido mucho trabajo y no se había acostado pronto precisamente.

— Maira para quieta, te vas a quemar al final— la dejé en su trona, algo que no le gusto por que empezó a hacer pucheros anunciando que comenzaría a llorar— Ni se te ocurra llorar señorita— La apunte con la espátula

Miré detrás de ella cuando escucha una risita, Sander estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina con los brazos cruzados, se acaba de despertar ya que llevaba el pijama y tenía el pelo despeinado.

— ¿Ya estas de bebé rebelde tan pronto?

En cuando Maira escucho y vio a su padre empezó a gritar como una loca, amaba a su padre además de ser su versión femenina. Casi nueve meses dentro de mi y salía igual que su padre, había que joderse.

Haciendo caso omiso a lo que le decía, Sander sacó a la niña de su silla quien sonreía feliz a su padre, era un malcriador.

— Sander...

La niña me miró sonriente como si hubiera ganado la batalla pero solo había sido el primer asalto.

— Mírala no puedo decirle que no a esa carita

— Pues tendrás que empezar a hacerlo ¿también le dirás que si cuando quieras salir con chicos?

La pegó a su cuerpo de manera posesiva

— No, es mi bebé; no saldrá ni con chicos, ni con chicas, ni con nadie— Besó su cabecita mientras ésta ajena a todo se metía la mano en la boca— Le enseñare que ella tiene que quedarse en casa con papá siempre.

Rodé los ojos antes de girarme para darle la vuelta a las tortitas, Sander se pegó a mi espalda para girar mi cara y darme un beso y un golpe en el culo antes de sentarse en la mesa para jugar con Maira

Le miré con los ojos entrecerrados mientras el me daba una mirada picara y una sonrisa de angelito, menuda combinación.

Dejé un plato lleno de tortitas delante de el y otro en mi sitió.

—No Maira amor, deja el desayuno de papá— Sonreí cuando esta frunció el ceño en el momento en el que Sander le quito una de las tortitas de la mano. Era una bebé de seis meses muy curiosa y traviesa.

El timbre sonó por lo que dejé la taza de café en la mesa y caminé hacía la puerta, según abrí lo primero que se escucharon fueron unos gritos infantiles que conocía bien.

— ¡Haley!— gritaron ambos niños a la vez.

Me agaché a su altura y los apretuje todo lo fuerte que pude espachurrándolos mientras les besaba la cara entera.

— Mis pequeños ya tienen seis años— volví a abrazarlos haciendo que se quejaran sacándole una risa a papá y a Sander que seguramente se había acercado al escuchar todo el alboroto.

— ¡Maira!— Se libraron de mi agarre para correr hacía Sander que tenía a la bebé en brazos que se movía y gritaba agitada, cada vez que los mellizos estaban alrededor esta se emocionaba demasiado.

— Ya nena deja de moverte que al final te caes— le dijo Sander, pero como era de esperarse esta no hizo caso por lo que termino dejándola en el suelo para que estuviera con sus tíos.

— Cada vez que vienen me revolucionan a la niña— le dije a papá mientras le abrazaba.

Estaba apunto de terminar el tratamiento y era un hombre nuevo, había recuperado vitalidad ahora ya no aparentaba ser un viejo demacrado si no que aparentaba lo que era, un madurito como decía Alice.

La seducción de la soberbia (#1SPC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora