Capítulo 19

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Terminé de ondularme el pelo cuando el timbre sonó, en ese momento los gritos comenzaron para avisarme de que Sander había llegado.

Salí del baño pasándome las manos por los pantalones asegurándome de que no tenían ninguna pelusa que pudiera verse, ya que los pantalones negros eran receptores de mierda; bueno los pantalones y la ropa negra en general que era lo que había decidido ponerme a excepción de la chaqueta que era crudo con lineas negras y botones dorados, como las de Channel.

me miré por última vez en el espejo asegurándome de que todo estaba en orden y salí en dirección al salón. Papá y Sander charlaban a la espera de que yo terminara mientras los mellizos veían la televisión totalmente absorbidos.

— ¡Estrellita estas preciosa!— sentí la cara caliente cuando todos se giraron a mirarme tras el grito de mi padre.

Definitivamente iba a terminar la noche con el cuerpo rojo.

— Gracias papá— Me acerqué hasta él para darle un beso antes de girarme hasta Sander— ¿Nos vamos?

— Por supuesto— se puso de pie para ayudarme a colocar el abrigo— Espero poder volver a verle Elliot

— Claro que si hijo, diviértanse.

Salimos del apartamento en dirección a su coche que estaba aparcado enfrente, me abrió la puerta con una pequeña reverencia que me hizo reír.

— Tu padre tenía razón, estas preciosa

— Gracias— susurré jugando con mis manos

— ¿Estas bien'v preguntó mirándome de reojo mientras conducía— te noto nerviosa

Asentí restándole importancia, estaba nerviosa como la mierda pero ¿cómo no estarlo? era la primera salida que hacíamos como pareja y me abrumaba el pensarlo, me comía la cabeza con cualquier cosa y esta era una con las que más.

Me daba miedo cagarla y que se diera cuenta de que en verdad no quería que estuviéramos juntos, era lógico, no pertenecíamos al mismo mundo ni de cerca.

— Te va terminar saliendo humo de la cabeza— posó su mano derecha en mi rodilla haciendo que dejará de mover la pierna— ¿que te pasa?

— Nada, solo estoy... nerviosa

— Algo más te pasa, no intentes engañare.

Me moví el labio, no quería que supiera de mis dudas y les acabará dando el vueltas a mis preocupaciones.

— Esto me preocupa

— ¿A que esto te refieres?

— A lo nuestro, es extraño— volví a jugar con mis manos— Somos totalmente diferentes, y venimos de mundos diferentes

— Que o sepa tu eres humana y vienes de la tierra al igual que yo— Le miré con los ojos entrecerrados, ¿no podía tomárselo enserio?— No me mires así, sabes que tengo razón ademas te he sacado una sonrisa

— Eso no es verdad— Me miró con una ceja levantada cuando el semáforo se puso en rojo— Bueno, igual una pequeñita

Asintió satisfecho y yo bufé.

— Eso no es el caso, el caso es que tu vienes de una cuna de oro y la mía ni se sostenía en pie casi

— ¿Y eso qué?

— ¿No te preocupa lo que la gente pueda decir?¿o qué pueda estar contigo por dinero?

— No, no me preocupa por qué para empezar lo que digan todas esas personas que tiene un palo metido por el culo como mi madre me la pela y segundo confío en ti y se que no estarías conmigo por eso.

— Sander..

— No hagas ni puto caso a lo que ha dicho mi madre ¿vale? no tiene razón, su problema es que no soporta que le lleve la contraria, pero tiene que empezar a entender que no soy un crio y no puede seguir controlando mi vida.

—Esta bien

No voli a decir nada hasta que llegamos al restaurante, se trata del Hotel Luxuri, uno de los más famosos de la ciudad y también más caros. Abrió mi puerta tendiéndome la mano para ayudarme a bajar.

Me agarré a su brazo mientras entrábamos hacía el recibidor del hotel, era una autentica pasada, todo estaba decorado en tonos grises y blancos.

— Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarles?— preguntó de manera amable el recepcionista

— Tengo una reserva en el restaurante

— ¿nombre?

— Crawford, Sander Crawford

El chico abrió los ojos de sobre manera y asintió frenéticamente indicándonos que le siguiéramos. Entramos en el restaurante caminando hacía una zona delimitada con un cordón de terciopelo rojo.

Sonreí al ver que no teníamos nadie cerca y había pétalos de rosa regados por la mesa ademas de dos velas.

— Por aquí les dejo la carta, el camarero vendrá en unos minutos para atenderles — Nos dio las cartas, seguro que valían más que toda la ropa que llevaba puesta— ¿Vino?

— Si, el mejor que tengan

El hombre asintió y se retiro rápidamente.

— Me tendrías que haber dicho que veníamos a un lugar como este, me hubiera arreglado más.

— Estas preciosa tal cual vas

— Gracias— susurré— Tu también estas guapo

— Lo sé — dijo con arrogancia dando un sorbo a la copa de vino en cuanto el camarero se la sirvió.

Me mordí el labio divertida por su comentario.

— Ojalá tener tu autoestima

— Cariño, no es autoestima es que sé que soy más guapo que el resto y que todo lo que me ponga me va a quedar bien, solo tienes que verme para darte cuenta.

— Idiota— volví mi vista a la carta, no sabía que coño pedir solo con ver el precio de los platos me miraba.

— ¿Que quieres pedir?

— La verdad es que no lo se— giré la carta para que la mirara— Yo creo que esto

Canard confit—  no sabía que quería que le diera, no tenía ni puta idea de francés—  es pato confitado

Asentí como si ya lo supiera y volví a mirar la carta, levante un poco los ojos y le vi mirándome divertido. A los poco minutos de pedir lo que queríamos nos lo trajeron, se notaba que Sander era un cliente VIP por que lo trataban como si fuera el rey del mundo, pero bueno teniendo en cuenta que el hotel era de uno de sus mejores amigos, tenía sentido.

Cenamos tranquilamente entre risas, algo que hizo que la gente nos mirara de reojo puesto que se nos escuchaba bastante, pero nos dio igual.

Al terminar la cena salimos del hotel para montarnos en el coche de Sander, antes de arrancar se giró hacia mí mirándome fijamente.

— ¿Quieres que vayamos a por una copa?

— Me gustaría, pero no tengo ganas de ir a ningún sitio.

— Pues la tomamos en mi casa, si quieres

Mi cabeza empezó a trabajar a toda velocidad, los dos solos en su casa y bebiendo, no era que no quisiera pero y si pasaba cualquier cosa, no quería arrepentirme el día de mañana.

— Esta bien— y esa era mí boca hablando por sí sola.

Asintió y arrancó para conducir en dirección a su casa.

¡Oh Dios mío, íbamos a su casa!

La seducción de la soberbia (#1SPC)Where stories live. Discover now