Capítulo 3

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Tarareo una canción mientras termino de ordenar la compra en sus respectivos lugares. No podía estar más feliz, había pasado una semana desde el encuentro con el hombre misterioso del club, gracias al dinero que me había dejado juntos con mis ahorros y la paga del mes del club y de la casa en la que había empezado a trabajar limpiando, había podido llenar la despensa y pagar parte del tratamiento que papá necesitaba, solo había pagado una cuarta parte pero ya era un milagro que pudieran administrarle aquello que tanto necesitaba.

 — ¡Que bien huele!

Me giré al escuchar el grito de uno de los mellizos para encontrármelos corriendo hacía la mesa donde había colocados cuatro platos con el desayuno, el suyo eran tortitas llenas de sirope y nata, el de papá algo acorde a su dieta y el mío unas tostadas.

Sonreí cuando vi a papá mirarles con cariño mientras que se peleaban por uno de los platos.

— ¡Es mío, estaba en mi sitio!— gritó Hannah 

—¡No es mío, yo soy el mayor!— le gritó Hendry

Me paré a su lado y quité el plato de sus manos antes de que las tortitas terminaran en el suelo, ambos me miraron con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

— No me miréis así, ¿cuál es el problema?

— Ese plato tiene dos horitas perfectas y las del otro son las dos feas— contestó Hannah mirando con una mueca las del plato de color verde de Hendry.

Rodé los ojos y agarré una de las supuestas tortitas perfectas para repartirlas entre los dos al igual que con las feas, las cuatro eran iguales pero ambos se empeñaban en decir que no era así.

Me dejé caer en la silla una vez que empezaron a comer y a ser mejores amigos después de la pequeña discusión, siempre era lo mismo, discutían sé reconciliaban y volvían a ser el duo dinámico, los mejores hermanos y amigos.

Escuché la risa de papá a mi lado y le miré con los ojos entrecerrados haciéndole sonreír más, adoraba verle sonreír, era como volver al pasado cuando todo era más fácil y éramos una familia feliz.

— Tengo algo que decirte— dije mirándole mientras masticaba— vas a empezar el tratamiento la semana que viene...

No pude terminar por que su tenedor golpeo el plato al haberlo dejado caer, me miraba perplejo como si me hubieran salido tres cabezas.

— Como...

— Conseguí el dinero, junté mis ahorros, los sueldos y propinas de los últimos meses, además de las horas extras que  hice.

Me mordí el labio cuando vi sus ojos llenos de lagrimas, no podía descifrar bien lo que transmitían sus ojos si  felicidad o tristeza, sabía lo mal que lo pasaba al ser yo la que se encargara de todo y más de su enfermedad, pero era mi padre no pensaba abandonarle.

— Papá di algo...

Los mellizos estaban en silencio observándonos, a pesar de tener solo cinco años, por todo lo que habíamos tenido que vivir, ellos había empezado a entender muchas cosas, como el por que papá estaba siempre en casa, por que vivíamos de esa manera...

Aprendieron a no quejarse, a no pedir cosas,  ya que sabían que no podrían obtenerlo, no por que no quisiéramos si no por qué no podíamos y ellos lo habían comprendido hasta tal punto que solo buscaban ayudar en lo poco que podían hacer.

— No se como agradecerte hija— dijo por fin derramando una lagrima, no era la primera vez que le veía llorar— me duele tanto que tengas que renunciar a todo, que tengas que trabajar...

La seducción de la soberbia (#1SPC)Where stories live. Discover now