Capítulo XXIII: ❝O plimbare de neuitat❞

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Un paseo, eso era todo. No era tan complejo de asimilar, pero para Donna Beneviento, lo era todo.

Provocaba una especie de pavor en ella. Era la sola idea de, abandonar el lugar seguro al que se aferraba por la nostalgia, y el anhelo de descansar en paz, simplemente para salir. Salir de allí acompañada de Bela, pero salir en sí.

Y qué insultante como propuesta. Qué descaro.

Pero no podía negarle nada a Bela, por ahora. En parte, no la culpaba por querer sacar a la ventrílocua de esas paredes de melancolía. Donna sabía que Bela las adoraba, porque también representaban seguridad, pero, a veces uno busca seguridad en el encierro, cuando se lo puede proporcionar el hecho de salir y enfrentar las cosas.

El pueblo, era tan deprimente y aburrido. Tan indigno de su presencia. Una basura. Pura gente ignorante recorriendo los alrededores, y nada ciertamente interesante. Ni Donna ni Bela merecían recorrerlo buscando divertirse o pasar el rato.

Donna respiró para calmarse, y admiró como Angie saltaba de la alegría a su lado. La muñeca no dejaba de halagar su vestimenta, aunque, no tenía nada de nuevo. Donna llevaba el luto consigo a cualquier lugar, y no había hecho gran cambio en su apariencia. Incluso tenía puesto el velo, porque ni de broma pensaba permitirle a la gente del pueblo ver su misterioso rostro. No es que fuese la gran cosa o primitivamente perfecto, pero no merecían conocer su apariencia. Eran una bola de inútiles lameculos de una sacerdotisa pagana.

O eso pensaba Donna a sus adentros, hasta que el timbre en la puerta resonó. La presencia en su pórtico parecía ansiosa, por lo ruidoso de los cuchicheos que se distinguían detrás. Casi como si la presencia esperada estuviese conversando, o quizás despidiéndose, para poder dar por iniciado su tan esperado paseo.

─¡Vamos! ─Angie susurró aún dando ánimos para su amiga ventrílocua, y esta resopló con cierto hastío. ¿Qué chiste tendría postergar su tortura?, si de igual forma la pasaría mal saliendo o lidiando con el hecho de haber cancelado tarde la actividad.

Donna avanzó hacia la puerta y la abrió. El rostro de Bela se veía realmente jovial. Ésta ni siquiera había esperado ser recibida para saltar a los brazos de la mujer y abrazarla. En cambio la de menor altura aún no se veía preparada para acostumbrarse a esas muestras de afecto.

─¡¿Lista?! ─Bela se separó de la mujer más baja, esperando que captase el entusiasmo en su rostro pálido.

─¿Y a ti qué te parece? ─la ventrílocua se lamentaba, pero el sarcasmo era algo que le había sido imposible de evitar. En el fondo estaba ligeramente irritable con la insistencia y la espontaneidad de la rubia para planear su agenda. Eso y el hecho de permitirle que con libertad lo hiciera en un principio.

─No lo sé. No puedo dejar de pensar en si usarás un velo más negro o si así te parece bien.

─Creo estar perfecta así como estoy.

─Excelente. ¡Andando! Hay ignorantes de clase baja a los cuales despellejar.

─¿No se suponía que era un paseo completamente pacífico para respirar aires nuevos, y abandonar un poco la melancolía de mi hogar?

─Tú dile como quieras. No traje mi hoz por nada, querida.

Donna resopló. Sería una salida bastante larga. Y Angie estaba tan callada.


. . .


─¡Mueran! ¡Mueran todos, pestes! ─bueno, ya no lo estaba. Ahora algunos pocos aldeanos tenían a una muñeca maldita rompiéndoles las ventanas con piedras. Y Donna se recordó porqué no quería tener hijos.

Dansuri Macabre • 〚 ᴮᵉˡᵃᵈᵒⁿⁿᵃ 〛Where stories live. Discover now