Cuando de separaron, Rubén, con sus manos visiblemente temblorosas cubrió su rostro. Y Samuel soltó una risita.

—¡Ruub! —se queja.

Rubén se queda con sus manos ahí, y Samuel tuvo la mejor idea del mundo —al menos para él—.

Comenzó a besar los nudillos de sus manos. Y luego continuó con sus dedos, no muy arriba de sus nudillos.

—¿Q-Qué haces? Te encanta ponerme nervioso, ¿v-verdad? —balbucea destapando un poco su rostro, y el pelinegro ríe.

Samuel aprovechó esto, e ignorando las quejas y los regaños de Rubén, comenzó a besar la palma de su mano derecha. Y eso puso mucho más nervoso al albino.

—¡Veg! —regañó, pero el bobo le volvió a ignorar— Se supone que todavía somos amigos —dice sarcástico.

—¿Mhh?

Al fin le escuchó.

—Que todavía somos amigos —repite.

—¿Entonces ese es el problema? —pregunta.

—Ehm… ¿si? —dice algo indeciso.

Samuel sonríe, y eso deja a Rubén algo confundido. Hasta que Samuel deja de besar su mano, y dirige sus labios directamente a los de Rubén. Y con su mano libre —ya que con la otra estaba apoyándose— entrelaza su mano con la de Rubén mientras lo besaba.

«Pwr-»

—Doblis —susurra.

—¿M-mhh?

—Eres el chico más hermoso e increíble que he conocido en mi vida —susurra, y le vuelve a besar.

—¿Enserio? —murmura.

—Mhh-hhm —responde— Y me vale un comino si estás todo el día viendo anime, y llorándole a píxeles —añade.

—Mentira, odias que te ignoren por cosas tontas —murmura.

—No son cosas tontas. Me gusta eso, porque eso es parte de ti, y lo acepto. Además, puedo vivir ignorado por media hora —dice, y suelta una risita junto a Rubén.

—Owww —murmura— Te envidio —susurra.

—¿Por?

—Porque puedes decir tus sentimientos en voz alta sin morirte de vergüenza —responde— Y tú no mereces a alguien así —murmura.

—¡Vale, pues me gusta eso también! —dice en tono de regaño— Me gustas, Rubén Doblas Gundersen, y mira que me pasé medio mes descubriendo como pronunciar tu último apellido —bromea, y Rubén suelta una risita— Eres una persona muy linda Rub, ¿cómo es que no ves eso? —pregunta.

Rubius agacha su mirada, y su sonrojo ahora cubre sus orejas.

—Y créeme cuando te digo que me sería un honor ser tu novio, enserio —dice, y Rubén sube su vista. Como si hubiese escuchado algo impresionante.

—¿Que cosas dices? —pregunta entre una risita.

—¡Que quiero ser tu novio, joder! —grita.

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