Capítulo 1

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Me despierto con golpes en la puerta, madre se asoma en el marco.

-Levanta ese culo de la cama- sonríe- Date prisa, que me están esperando para desayunar.

-¡Ahora voy!- grito girando en la cama y dándole la espalda.

Escucho como cierra la puerta. Rápidamente cojo el teléfono para ver las novedades que hay en el sexo. Antes de apagar el teléfono, entro en mi página favorita para ver porno,  asegurándome de que, como siempre, tengo el modo incógnito activado.

Cojo el primer video que hay, es una sumisa y un amo. Las manos de la sumisa están atadas en el cabecero de la cama y sus piernas atadas en los extremos de una barra metálica, mientras el amo tiene una vara de madera en la mano.

Llego a la mitad del vídeo y estoy como un río. Bajo un poco la parte inferior de mi pijama de seda rojo, aparto también mi tanga mientras acaricio mi clítoris y meto dos dedos dentro de mí, los saco y los vuelvo a meter. De un momento a otro siento  mis pezones duros, los acaricio con mi otra mano mientras el vídeo sigue, escucho los gemidos de ambos, aunque más el de la sumisa, ya que el amo solo dice palabras crudas que nos ponen a ambas a mil.

Cuando siento llegar el clímax, escucho la voz de mi madre desde la planta baja de mi casa. Se me baja todo el calentón en un segundo al escuchar su voz.

-¡Ahora bajo!- grito con frustración.

Después de eso, bajo de la cama y me voy al baño, me lavo las manos y desisto de la idea de volver a masturbarme. Entro a la ducha dejando todo en el suelo. Me limpio el cuerpo con jabón de lavanda mientras escucho música.

Salgo desnuda y ni siquiera me reparo en el espejo. Muchos me dicen que tengo un cuerpo increíble, y lo creo, pero no me gusta mirarme. Escucho la puerta del baño abrirse.

-¡Buenos días, zorra de mierda!- entra gritando mi hermana.

-Buenos días, envidiosa. Se te olvida que tú también eres una zorra de mierda, ya que eres mi hermana - digo sonriendo.

-¿Sabes qué pasa, pedazo de zorra? Que debería odiarte, pero eres una de mis hermanas favoritas- dice sonriendo.

-Ah, qué pena, no siento lo mismo, porque no siento nada- le dejo con la palabra en la boca y pasando por su lado.

Paro en frente del armario y cojo un tanga rojo, un short y un top negro sin sujetador. Antes de vestirme, veo a mi hermana mirándome fijamente.

-¿Quieres una foto, un autógrafo...?- me burlo de ella.

-Imbécil, sólo quería decirte que te esperamos abajo- sale con zancadas largas molesta.

Desde la última vez que vi a mi hermana, hace tres años, cuando tenía doce. Le ha crecido un poco su pelo dorado que le cae por la espalda y contrasta con sus ojos negros como el carbón. Además, también le ha crecido el pecho y se han ensanchado sus caderas. Aún me arrepiento de haberla dejado sola.

Termino de vestirme y salgo de la habitación, viendo a padre sentado en el sofá con sus dos putas. Una de ellas me sonríe y me saluda. Paso de largo dándole una mirada fría, ella gira con cara de preocupación viendo a su otra compañera; sin embargo, su amiga le dice con la mirada "te lo advertí".

MISIÓN KEINOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora