Izuku era un chico con una difícil y dura enfermedad mental, tanto, que tuvo que intentarse en un hospital psiquiátrico.
Eijiro también, era un chico tan feliz que tenía un pasado y pensamientos tan oscuros que lo carcomian lentamente.
Internarse en...
—I want you to breathe me in, let me be your air, let me roam your body freely.
Calvin Harris, Disciples – How deep is your love.
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—¿A que hora volveremos al psiquiátrico? —cuestionó Azael.
—A las 5:00 am más tardar, como siempre —respondió Kaminari.
Los tres amigos terminaron por acceder, se adentraron al hogar que ya conocían y se metieron a las duchas a pesar que ya se habían duchado horas antes.
Eijiro estaba en la habitación de Katsuki, quién ya se había duchado y se estaba arreglando. Izuku en la habitación de Shoto, Azael en la habitación de Hanta y Denki en la de Hitoshi.
—¿Que es eso? —Izuku levantó una especie de capa blanca.
—Un capa, a ti te corresponde el disfraz de ángel —respondió el bicolor.
—¿¡Que!?, no me voy a poner eso —se cruzó de brazos.
—Vamos, te verías muy tierno con eso puesto —el bicolor se acercó a él, solo tenía un jean negro puesto, su torso estaba desnudo. Izuku se deleitaba con la vista.
—N-no me lo voy a poner —subió la mirada a sus ojos
—Por favor —pidió. Unos segundos le tomó para aceptar.
Toda su vestimenta era blanca: un camisa sin mangas, justada con cuello alto, jeans y unas botas estilo militar blancas con suela negra. Extrañamente todo le quedaba perfecto.
—¿Cómo saben cuáles son nuestras tallas? —cuestionó.
—Las vimos de la tableta del padre de Azael.
—Hm —emitió poco convencido—. ¿Tengo que también ponerme las alas? —ladeó la cabeza.
—Se supone, ¿Cómo serías un ángel sin las alas? —dijo sin mirarlo, pues se encontraba poniendo su suéter negro ajustado.
—Tienes razón —tomó las grandes alas blancas—. ¿Sabes qué?, mejor me las pondré cuando bajemos.
—Está bien —el bicolor se volteó hacia el, y lo que vio lo dejó encantado.
Joder, ese chico era tan jodidamente hermoso, tierno y sexy a la vez, ¿Eso era posible?
Quedó tan idiotizado con la imagen de ese peliverde que sentía que su corazón iba a salir de su pecho. La ropa se ajustaba como un segunda capa de piel a su cuerpo, esa camisa hacia resaltar su pequeña cintura, los jeans blancos se ajustaba perfectamente a sus caderas y muslos. Su rostro con un ligero sonrojo que supuso que era la vergüenza. Joder, iba a morir ahí mismo si no apartaba la mirada.
—Todoroki-kun, ¿Estás bien? —caminó hacia el, pues su rostro estaba tan rojo que parecía que iba a explotar—. ¿Estás enfermo?
Ya, no aguantaba más, quería besarlo, y así lo hizo.
