Izuku era un chico con una difícil y dura enfermedad mental, tanto, que tuvo que intentarse en un hospital psiquiátrico.
Eijiro también, era un chico tan feliz que tenía un pasado y pensamientos tan oscuros que lo carcomian lentamente.
Internarse en...
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Los jóvenes se encontraban ya en sus respectivas habitaciones, habían pasado la tarde juntos y la cena también, a los tres amigos les agradaban aquellos chicos.
—Estuviste todo el día con señor explosivo —dijo Azael con un tono burlón.
—¿Con Bakugou? Eh si, es una buena persona —sonrió tímidamente.
—¿Buena persona? Ese chico insulta a todos y odia al mundo, insulta a cualquiera que le hable —se río—. Pero contigo no es así, más bien, parece que le agradas, ¡Y deja que le pongas un dedo encima! Admiro tus habilidades sociales.
—Kacchan es buena persona en el fondo, Azael-kun, solo que parece que no le agradas —dijo amablemente Izuku, desde su cama.
—Que bien, el tampoco me agrada —hizo una mueca.
—Kacchan era peor cuando estábamos más jóvenes, ha madurado a comparación de su yo anterior —el peliverde sonrió orgulloso.
—Al parecer ya no te afecta tanto que esté con nosotros, eso es bueno, brócoli. Me alegro mucho por ti, haz progresado —le felicitó Datenshi.
—¡Yo también estoy muy orgulloso de ti! —Kirishima juntó sus puños.
—Gracias chicos —el pecoso se sonrojó levemente. De verdad quería mucho a sus amigos. Su sonrisa se desvaneció y quedó una mueca triste, Kirishima se percató.
—¿Te ocurre algo, Midoriya? —se estaba preocupando.
—T-tengo que decirles algo —habló nervioso, sus amigos lo escuchaban atentamente—. Esta mañana, cuando fui a la consulta, me afectó mucho y tuve un ataque de pánico —tragó—. Iba a volver a hacerlo —tapó su rostro con sus manos, empezando a llorar—. Soy muy débil.
Sus amigos rápidamente fueron a su cama, sentándose ahí y dándole un cálido abrazo.
—No pasa nada, Midoriya, es difícil dejar se lastimarse a si mismo, ¡Pero mira! ¡Lograste dejar se hacerlo! ¡Y yo también! Entiendo ese sentimiento de necesidad, pero tuviste la suficiente fuerza de voluntad como para parar, eso es admirable —su amigo pelirrojo lo abrazaba más fuerte—. No lo hiciste, eso es lo que importa.
—Peleaste con tu peor y más fuerte enemiga: tu mente. Ella conoce todas tus debilidades y sabe como hacerte colapsar. Pero tú, amigo, tu ganaste esa batalla —ahora hablaba el pelinegro—. Peleas día a día con ella, eso ya te hace muy fuerte, Izuku.
—¿No están decepcionados? —el peliverde limpió sus lágrimas y rompieron el abrazo.
—Claro que no, tonto, ¿Por qué lo estaríamos? estamos orgullosos de que no hiciste eso —sonrió el teñido.
