64¦¦ 𝑨𝒏̃𝒐𝒓𝒂𝒓

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El dolor de cabeza era insoportable y jodía tanto que no me hacía conciliar el sueño, incluso con Silvia en mis brazos

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El dolor de cabeza era insoportable y jodía tanto que no me hacía conciliar el sueño, incluso con Silvia en mis brazos.

la castaña me daba la espalda mientras yo envolvía su cintura con mi brazo, ella reafirmaba el agarre poniendo su extremidad superior derecha suavemente sobre la mía. Intenté moverme con cuidado para no despertarla, no obstante, al hacer eso, hice que ella se moviera. Contuve la respiración mientras se daba la vuelta para quedar frente a mí, suspiré aliviado al darme cuenta que no la había despertado, sin embargo, me fue imposible no quedarme a contemplarla.

Respiraba tranquilamente, inhalando y exhalando con suavidad, sus párpados permanecían cerrados haciendo ver sus pestañas perfectamente dobladas, sus cejas castañas y definidas, ni hablemos de el pequeño color durazno en sus mejillas y, carajo, no sabía cómo demonios le hacía para parecer que sonreía ligeramente, ¿era posible quedarme con esta imagen toda la vida?

Y fue entonces que un zumbido en la cabeza llegaba para joderme el momento, me sentía del carajo.

Con cuidado me alejé de ella haciendo todo con una lentitud y suavidad extrema. Llegué a la puerta de la habitación para después bajar las escaleras sin hacer mucho ruido. Generalmente cuando pasaban este tipo de cosas tomaba té y esperaba a que se pasara el malestar.

Preparé la bebida y justo cuando bebí un sorbo una voz a mis espaldas me hizo sobresaltar.

—¿Qué haces? —preguntó Lenz entrando a la cocina.

Siempre tenía el sueño pesado al igual que me costaba despertarla y justo ahora que hice todo lo posible para no emitir ni un solo sonido despierta, ¿me estás jodiendo?

—Solo vine a beber algo, no tengo mucho sueño.

Soltó un suspiro, se acercó a mí e intentó besarme la mejilla, sin embargo, la detuve. Se notó algo sorprendida por la acción.

—Puede ser contagioso —la castaña frunció el ceño al escuchar mi respuesta.

—¿De qué ha…? —dejó la pregunta al aire en el momento en que su mano hizo contacto con mi mejilla— Levi, estás hirviendo, ¿te sientes mal?

—Solo un poco de dolor de cabeza…

—No me mientas —ordenó en tono autoritario mientras me tomaba la temperatura con sus manos.

—Quizá me duele un poco la garganta —respondí después de chasquear la lengua.

Ella tomó mi taza y la dejó en la mesa, sostuvo mi mano para posteriormente comenzar a caminar hacia la habitación. Me sentía tan cansado que me causaba algo de fatiga poner objeción.

Al llegar me hizo recostarme en la cama mientras que ella se sentó en la orilla de esa siempre cerca mío, tomó un trapo húmedo y lo colocó en mi frente, se fue a la cocina y trajo un limón partido a la mitad al igual que un tarro de miel con una cuchara.

Wᴇ·ʀᴇ DᴇᴍᴏɴsWhere stories live. Discover now