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Solté un sonoro suspiro mientras cerraba la puerta de mi casillero, dos exámenes y un proyecto no era algo fácil de digerir, sentía el estrés apoderándose en mi cabeza, ni siquiera desayuné. Estaba harta y lo único que deseaba con toda mi alma era hundirme en mi cama y dormir durante una semana, por más que intentaba convencerme que todo mi esfuerzo sería recompensado con la beca de movilidad sentía que ya no podía más y que terminaría alzando bandera blanca antes de siquiera intentar seguir avanzando.

Pensé que escuchar música tal vez me relajaría un poco, no obstante, la impaciencia volvió al no encontrar mis audífonos en mi mochila, gruñí al recordar que los había dejado en el casillero así que, regresé a él e inserté la llave pero la puerta quedó atorada, la jalé pero simplemente no hubo respuesta.

—¡Maldito casillero de..! —no pude terminar de maldecir cuando la puerta decidió abrir y debido a la fuerza me llevé un gran golpe en la frente, estaba casi segura que me había herido, fue tan fuerte que mis ojos se aguaron un poco.

Traté de respirar bajando mis párpados y contando hasta diez pero aún con esta práctica sentía que con cualquier palabra que se me dirigiera terminaría llorando, sentía que todo estaba en mi contra.

—Lenz…

Su voz me paralizó por unos cuantos segundos, sentía las manos temblar y el latido del corazón resonando en el pecho. Me di la vuelta lentamente hasta toparme con sus orbes zafiro, sentí que las piernas me temblaban e hice un gran esfuerzo para deshacer el nudo en mi garganta.

—Tú… estabas lejos —dije sin dejar de mirarle aún con asombro— ¿que… qué haces aquí? ¿Cómo es que..?

Comenzó a caminar hacia mí en pasos lentos pero precisos sin despegar un momento su rostro del mío, repasando con sus ojos cada facción de mi cara, mirándome como si se tratara de una pieza de arte única.

—Al final del día era lo que tú querías, ¿no es así? —preguntó con voz delicada pero firme— que regresara a tu lado, que olvidaramos todo e incluso empezar desde cero si era necesario…

—Levi… —susurré al tenerlo a escasos centímetros separado de mí.

—Como aquellas noches cuando estábamos lejos el uno del otro… —interrumpió— cuando tú te fuiste a la Guarnición y yo en la Legión.

Sentí sus finos dedos rozar los míos suavemente, como si buscará alguna clase de autorización para enlazar sus dígitos con los míos.

—¿No es así, Silvia? —preguntó para entonces colocar su otra mano en mi mejilla, acariciándola suavemente.

Fue entonces que me rompí finalmente, lo abracé fuertemente mientras sentía las lágrimas caer en mis mejillas y quizá empapando la camisa del azabache con éstas.

—Ya estoy contigo, biza…

Wᴇ·ʀᴇ DᴇᴍᴏɴsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora