Capítulo 12. Terapia

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Nunca se veían las estrellas en el centro de Tokio.

—Esta noche vas a dar el salto —sus miradas se cruzaron y los ojos del entrenador brillaban—. Mira a tu alrededor. ¿Qué ves?

Kageyama miró las otras mesas. Había muchos chicos jóvenes, y otros no tanto. No parecían tener nada en común.

—No lo sé —dijo, esforzándose un poco más.

—¿Reconoces a alguien? —Kageyama negó con la cabeza—. Yo te lo diré. Mira hacia allá, la segunda mesa a la derecha. Ese de ahí, el del pelo violeta, es Yuzuru, de S-torm, el grupo más importante de j-pop. Y ese otro, el de la mesa del fondo, es Kosuke. ¿Te suena?

—Es un atleta sub-21 —dijo, entornando los ojos para ver mejor. Yamagawa soltó un soplido de indignación.

—¿Un atleta? Kosuke-kun es mucho más que eso. Es un prodigio. Mira ahí, esos dos. ¿Te suenan? ¿No te gusta el fútbol? —Kageyama negó con la cabeza. El fútbol nunca le llamó la atención, ¿para qué correr detrás de una pelota y moverla a patadas pudiendo levantarla con las manos?—. Son Mitsuo y Koji, portero y centrocampista. También dos promesas de su deporte. En la mesa de nuestra espalda está Shinji, patinador artístico. Cerca de la entrada tienes a Satoko, capitán del equipo nacional de natación en relevos, y a Shun, artista gráfico. ¿Qué tienen en común?

—¿Que son chicos?

—Que son exitosos, son el modelo a seguir. Están en la cima de sus profesiones, y ninguno pasa los veinticinco años. Estar en la cima es el sueño de todos, pero también tiene su coste. Ninguno de ellos puede hacer las cosas que hacen otros chicos de su edad. Siempre hay alguien observando, Kageyama. A ti también. Todo el mundo quiere un poco más de ti, y siempre tienes que dar lo que están esperando, porque los deportistas también viven de su imagen.

—Pero yo quiero vivir del vóley.

—Vives del vóley, pero los equipos japoneses pertenecen a empresas. La liga es privada, depende de los patrocinios, de las ventas. El mercado es feroz y devora a los chicos idiotas, no importa lo buenos que sean. Si no generas beneficio, estás fuera. ¿Cuánto has ganado este año?

Kageyama no entendía mucho de dinero, tampoco se preocupaba demasiado por el tema. Tenía una cuenta donde cobraba la nómina todos los meses, y había domiciliado todos sus recibos para no tener que estar pendiente. También dio orden al banco para que todos los meses le pasasen a su madre una cantidad, aunque trabajaba. Ella no lo pidió, ni le dio las gracias, ni siquiera lo mencionó, pero no importaba. Su abuelo le enseñó que tenía una responsabilidad como hijo.

—No lo sé.

—Pues deberías saberlo. No se debe vivir desconectado de la realidad. La mayor parte de tus ganancias proceden de los sponsor. Hay que cuidarlos. Observa bien esta noticia —Yamagawa sacó el móvil y le mostró dos o tres páginas donde abrían con un titular del estilo La vida nocturna de los deportistas de élite, todo ilustrado con una fotografía de Kageyama y Hinata, con las manos unidas, luchando el pulso. Se sonrojó un poco, porque además captaba el momento en el que iba perdiendo y Hinata tenía esa cara de pelirrojo maligno—. Desde que se publicaron estas informaciones he tenido que desmentir unas cincuenta veces todos los rumores sobre ti. En unas pocas horas la Selección ha perdido el patrocinio de dos empresas importantes. Himura-san se negó a apartarte definitivamente para evitar ese resultado, porque conoce tus capacidades, pero sin los patrocinadores no hay equipo que se mantenga. Probablemente te digan esto mismo en los Adlers.

—¿Qué rumores hay sobre mí?

—Que te gustan los hombres —dijo al momento, serio. Kageyama se sonrojó por lo directo de su respuesta y apartó la mirada, aún sabiendo que eso era un error—. El problema es que no son solo rumores. Por eso estás aquí.

Nadie duerme en Tokio |KageHina|Where stories live. Discover now