IX. Solo un abrazo

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Vegeta

Una vez Bulma se fue con su madre ha hacer no sé qué cosa yo me quedé en su habitación, no me gustaba ese lugar para nada. Era un cochinero, no entendía como podía ser tan desordenada.

Aguante todo lo que pude antes de irme a mi cuarto, la paz que me producía el orden no tenía igual. De verdad.

Me quedé sentado en la cama mirando hacia la puerta y agudizando el oído para escuchar cuando Bulma apareciera de nuevo. Habíamos comenzado algo y no quería dejarlo para otro momento.

La necesitaba, debía tenerla entre mis brazos y que me rodeará las caderas con sus piernas para apretarse a mi erección como lo había hecho antes. Me sentía como un adolescente lujuriento pero había pasado tanto tiempo desde que estuve con una mujer que no me importaba.

La escuché, salí al pasillo y me apresure a meterla en mi habitación. Soltó una carcajada cuando la estrelle (con cuidado) contra la pared.

Comencé besando sus labios y seguí con su cuello, bajé por su clavícula y me deshice de la camisa que había remplazado la anterior; ella batallaba con el botón de sus pantalones así que hice lo que mejor se me daba, rompí la prenda y la arrojé al otro lado de la habitación.

—Pagarás por eso. —Me empujó de nuevo hacia la cama y me arrojó sobre ella, se subió a mi regazo y comenzó a dejar besos en cada una de mis cicatrices.

¡Maldición, necesitaba más de esas! Cuando su rostro flotó sobre el mío llevé las manos hacia su pequeño rostro. En las películas siempre veía como los hombres terrícolas sujetaban de esa forma a sus mujeres, como las acariciaban antes de besarla. No sé en qué momento esa idea se metió en mi cabeza y quise hacer lo mismo con ella.

Ese era el tipo de cosas que me inspiraba Bulma, hacer cosas que nunca hacia aún cuando se me dificultaba demasiado hacer ese tipo de cosas, iba encontra de todo lo que creía y en la forma en la que me habían educado.

No era un mono para estar haciendo espectáculos, pero en esa habitación… mi habitación, no había nadie que pudiese reprenderme por querer tocar a esa mujer, por querer decir más de lo que había dicho en años.

Era una loca escandalosa, gritona y vulgar mujer que me estaba sacando de mis casillas; a pesar de ello, no sabía cómo iba a dejarla atrás cuando tuviera que irme.

¿Qué me estaba pasando? ¿Qué nombre debía darle a toda esa confusión que estaba llenando mi cabeza?

Todo iba y venía mientras ella se deslizaba por mi longitud, perdía la noción del tiempo o la realidad cuando la escuchaba gemir, cuando se inclinaba hacia mí para besarme.

En algún punto le di la vuelta, tenía que tenerla debajo de mí, cubrir su pequeño cuerpo con el mío; subí sus piernas por encima de mí cintura para desalizarme con mayor fuerza y rapidez en su interior, debía escuchar sus pequeños gritos de sorpresa con cada embestida o la forma en la que susurraba mi nombre mientras me pedía más.

Maldición, si no tenía cuidado esa mujer iba a ser mi perdición.

Bulma

Estábamos en la cama, uno junto al otro a poco distancia. Quería que me tocará, que me abrazara, pero no sabía si eso era correcto. No entendía si eso estaba dentro de los silenciosos límites que habíamos establecido.

—¿Vegeta?

—¿Qué pasa?

—¿Quieres que me vaya a mi habitación?

—No. —Dijo después de unos instantes. Sonreí sin poder evitarlo, me puse de lado para poder verlo.

Me acurruque en mi lado de la cama escuchando su respiración hasta que me quede dormida.

Te Necesito [Vegebul (Vegeta X Bulma)]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora