Samuel voltea a verle, mientas se acomoda para recostarse.

—Tenemos la misma edad, ¿Sabes? —le dice.

—Pero tú te comportas como viejo —se defiende.

—Y tú como un niño pequeño —se defiende Samuel.

Rubén abre el boca en una pequeña "o", fingiendo molestia. Pero no podía decirle nada, porque tenía razón.

Samuel se recostó. Y soltó un suspiro de alivio, echando la cabeza hacia atrás.

Luego de unos segundos, siente algo acomodarse al lado suyo, y sonríe inconcientemente.

—¿Siempre te duele la espalda? —pregunta Rubén.

—Mhh, no —responde.

—Mentiroso. Siempre te quejas de tu espalda —le contra dice.

—¿Que? Tú te quejas más de la tuya, cabezón —le riñe.

—Veg, mentir es pecado, ¿Lo sabías? —le dice sarcástico.

—Si, lo sé. Y en ese caso, ambos iremos al infierno —responde sarcástico.

Rubén suelta una risita, y agacha su cabeza en el acto.

—Pero al menos iremos juntos —susurra.

Vuelve a levantar su cabeza, y se encuentra con el rostro de Samuel, que estaba de lado. Otra vez, ese perfil. ¿Debía decir que éste chico tenía un increíble perfil? Sin incluir sus facciones, porque entonces sería como describir el rostro perfecto.

Entonces, Samuel voltea a verle, con el ceño levemente fruncido. Y Rubén, lo único que se limitaba hacer, era sonrojarse.

Tragó saliva, y volvió a agachar su cabeza.

Si el silencio entre estos dos tuviera boca, ¿Que piensan que diría?

Yo creo que diría un leve «me gustas».

Y aunque ambos comenzaban a recibir las señales, preferían... Esperar.

¿A que? No lo sé. Soy una narradora, no una lee mentes.

Rubén, completamente hundido en sus pensamientos, seguía cabizbajo. Mientras se preguntaba porque el pelinegro le miraba tanto. No es porque no le gustase, solo le hacía sentir nervioso. Y tener cosquilleos en el estomago, y sentir sus piernas temblar, le ponía más nervioso.

Y Samuel, se preguntaba que era lo que Rubén escondía.

No quería preguntarle. Quizás haya alguna otra forma de la cual enterarse. Quizás el teñido esté pensando en decirle. O al menos eso quería creer.
Porque sentía que había confianza entre ellos. Y si no era así, seguramente caería en un vacío mental, en el cual tardaría mucho en salir.

Samuel sabía que Rubén no tenía que guardarse cosas simplemente por sus "inseguridades". O porque pensara que, lo que sea que le estuviese pasando le alejaría. La verdad es que a Samuel no le importaba. Pero... Enserio no sabía cómo demostrárselo de una manera "disimulada".

Aunque el pelinegro era consciente de que disimular no era su fuerte.

—Rubén —susurra, y el teñido suelta un leve "mhh"—, ¿Soy tu único amigo, o tienes más? —pregunta.

El teñido vuelve a levantar su cabeza. Y parpadea varias veces.

Supongo que era una manera de crear una conversación.

—Tú eres el único —responde.

Se sonrojó, porque utilizó una mala elección de palabras.

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