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MIEDO

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Narradora Pov

—Mi reina, me he disculpado por cometer esa acción previa. Por favor, han pasado dos semanas y...

—Tengo derecho a molestarme por lo que hiciste. Me hiciste creer que podías curarte sola, pero resulta que no es posible. Una bruja no puede curarse a sí misma.

Diana tragó saliva y la miró con arrepentimiento.

—Por eso el hada apareció —acotó, para luego seguir caminando por los pasillos que la guiaban a la habitación donde llevaba a cabo el trabajo que tenía día tras día.

—Pero... estoy bien, mi reina.

Akko rodó los ojos sin dejar de caminar. Diana la siguió y entró detrás de ella a la habitación. Seguidamente cerró con rapidez la puerta y la detuvo agarrándola de la muñeca. La reina no la giró a ver manteniendo su semblante enfurecido.

Diana colocó la palma de su mujer en donde estuvo la herida para que sintiera que no se encontraba ningún agujero, gracias al hada. Akko la acarició ligeramente recordando el orificio que se había hecho.

—Te heriste... —susurró y no pudo evitar que un nudo se formara en su garganta.

Tal vez estaba exagerando, pero no le gustaba para nada que su rey resultara herido de una u otra forma. Akko la amaba y verla lastimarle o crearse "intencionalmente" una lesión tan alta como esa, la hizo sentir... impotente. En su mente había pasado el recuerdo que la aterrorizó haciéndola sentir esa punzada que traspaso en el abdomen de Diana, pero en su corazón.

Recordó esa vez como ella temblaba a escondidas mientras estaba escondida con los demás reyes y personas de la Baja Borgoña, imaginado... la muerte de su caballero. Era demasiado. Asimilar que no la vería nuevamente le creaba una sensación tan... asfixiante que, Isabella, su madre, la ayudó a calmarse.

Esa situación la había dejado traumada por tres largos años donde le entregó a Diana más atención de la que necesitaba por miedo a no verla cuando despertarse. Ahora la atención era menos, pero igualmente se preocupaba. Akko se preocupada por ella y mucho.

—Mi reina...

No se había percatado de sus lágrimas habían salido de sus ojos hasta que Diana habló. Avergonzada, se escondió en el pecho ajeno atrayéndola más a ella. Akko temblaba tan... ligeramente que Diana no lo sentía.

—No puedo perderte... —musitó en un hilo de voz arrugando la camisa blanca de botones de su rey —. No puedo... —repitió en el mismo tono.

—No lo harás —le susurró con seguridad acariciando su espalda.

La reina nuevamente recordó ese momento en donde sus manos se mancharon de la sangre de su caballero. Las hadas se estaban rindiendo. Ella iba a perderla, pero su optimismo y deseo de ver con vida a la persona que salvó la suya, fue más.

Diana continuó acariciándola y diciéndole palabras tiernas y alentadoras que después de unos minutos, gracias a eso, empezaba a calmarse mientras se escondía cada vez más en el pecho de su rey.

—Hay una nueva junta —dijo—. Asistirás. Me encargaré de los otros deberes.

—De acuerdo... —susurró suavemente provocando que su reina arrugara de nuevo su camisa blanca —. Akko. —Ella no respondió—. Mi reina —volvió a llamar con ternura, pero nuevamente no recibió respuesta. Eso le dibujó una sonrisa en sus labios—. ¿Quieres unos dulces? —le preguntó con diversión.

Había una vez... 2 (Diakko♥)Where stories live. Discover now