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CAPÍTULO 21: SOSTENER

Dentro del coche, Louis se había acomodado de alguna forma en los asientos traseros, donde se retorcía con la chaqueta impregnada en el aroma del alfa, lo cual empeoraba su situación. Las feromonas podían ser sutiles, pero estaban ahí y Louis las notaba. Harry lo había sabido desde el momento en el que le dio la prenda, prefiriendo controlar un omega en celo que la reacción de su alfa.

Barajó sus alternativas. La farmacia no estaba demasiado lejos, ocho minutos ida y vuelta andando más lo que pudiera tardar en ser atendido. Se decidió por caminar a pesar del frío y la falta de su chaqueta. El omega estaría bien en el coche bloqueado y con las ventanas tintadas.

Fue rápido en su trayecto, esquivando con agilidad a la gente que se cruzaba en su camino. Esperaba no encontrar mayores obstáculos en el local.

No era consciente de que todavía tenía la mascarilla en su rostro, aunque ese pequeño detalle alertó al farmacéutico encargado de atender a los clientes. Un hombre mayor, pero sabio, el cual había recibido la llamada de su nieta avisándole que un alfa necesitaba desesperadamente supresores de omega.

—Eres tú el alfa, ¿verdad joven? El que necesita los supresores.

Harry no preguntó cómo lo sabía, no tenía tiempo para eso, así que se limitó a responder:

—Sí.

—Aquí los tienes. —Le mostró la pequeña caja con las doce pastillas—. Son seis libras.

Harry asintió hacia él, buscando en el bolsillo de su pantalón el dinero. El hombre recibió las monedas, entregándole el cambio y la caja que el alfa rápidamente guardó.

—¿Hace mucho que ha comenzado su celo?

—Unos veinte minutos, creo

El hombre pareció pensarlo.

—Entonces haz que tome dos.

Asintió, tomando en cuenta su consejo en silencio.

Tenía prisa y el hombre debía entender que debido a ello se fuera de allí pronunciando una débil despedida y un agradecimiento.

Apenas tenía aliento cuando llegó a las puertas de su coche, prácticamente había corrido cuatro manzanas de ida y las mismas cuatro de vuelta. Respiraba erráticamente a través de la mascarilla, aunque era lo que menos le importaba. Era un alfa, podía con ello.

El celo de Louis había empeorado cuando abrió la puerta y ahora estaba realmente agradecido con su padre por convencerle para que comprara un coche con ventanas tintadas. Nunca pensó en lo útil que podrían ser.

Se acomodó en el borde del asiento con las piernas del omega sobre las suyas y cerró el vehículo.

Louis se retorcía en los asientos con la chaqueta fuertemente sostenida sobre su rostro, dos dedos dentro de su agujero lubricado y su cabello más desordenado que antes. Harry gruñó ante la vista, lo suficientemente calmado para controlarse, a pesar del tirón en su ingle. La mascarilla funcionaba, lo que era un alivio. Podía oler el aroma dulce, menos perceptible gracias a la tela en su rostro, aunque no le afectaba. Al no sentir las feromonas del omega, su alfa se mantendría en calma.

Se percató de que no tenía agua. Tendría que hacer que el omega se tragara las pastillas sin ella.

Le quitó la chaqueta, impregnada de su saliva y lágrimas y la apartó lejos del olfato sensible. Louis se quejó, aunque no hizo mayor esfuerzo por recuperar la prenda, no podía y no lo necesitaba. Tenía algo mejor que una chaqueta frente a él, tenía un alfa, a Harry.

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