- Atenea... -Pongo una mano sobre su hombro y la meneo un poco, no se mueve-. Oye, Atenea.

- ¿Qué pasa? -El moreno entra desconcertado, mira a un lado, luego a otro y abre los ojos casi fuera de sí-. No, no, no -Se lanza al cuerpo de ella y la zarandea con fuerza.

- ¿Qué? -Digo nervioso.

- Se ha bebido las dos botellas de vino ella sola.

¿Vino? ¿Atenea bebe vino? Por un momento me permito objetar la escena, hay patatas, dos copas, dos botellas, una manta y dos bultos en la cama, dos posiciones diferentes.

Edward gira el cuerpo de Atenea colgando su mano fuera de la cama, le abre la boca e introduce dos dedos hasta la gargantilla una y otra vez hasta que el cuerpo de la morena trabaja y su espalda musculosa se tensa cuando el líquido comienza a recorrer el camino de vuelta. Aparto la mirada unos segundos antes de que salgan las arcadas y después cuando el moreno va a buscar algo para limpiar el desastre, me coloco al otro lado de ella acariciando su pelo. Al tacto se acerca aún más y apoya su cabeza en mi regazo casi descansando nuevamente.

- Hueles a tierra -Dice con voz ronca a lo que río entre dientes.

- ¿Vas a decirme porqué intentas matarte con alcohol?

- Dicen que hay que ahogar las penas.

Frunzo el ceño esperando que capte mi gesto pero no me dirige ni una mirada.

- Lo siento - Sus palabras me tensan un momento-. Debí... Debí dejar el caso en manos de Zayn, me pudo la rabia.

- Lo se -Comienzo a acariciar su cabello otra vez.

- No quiero... -Carraspea y se mueve inquieta-. Lo que me dijiste antes de bajar el muro...

- Lo siento -Esta vez me adelanto yo-. Me sentía impotente.

Asiente una sola vez y se acurruca más contra mí, Edward friega el suelo con cuidado dejando ese aroma a rosas en la habitación, se acerca para susurrarle algo a la morena y alza una mano en forma de despedida.

- Edward te ha visto entrar y salir de mi casa por las noches -Asegura dibujando un inocente círculo en mi pierna, ese maldito roce y prueba de autocontrol.

- Yo... -Trago tan duro que pudo oírlo sin esfuerzo.

- ¿Porqué tienes llaves de mi casa, Harry? -Incluye un dedo más dibujando líneas que suben por el muslo.

- Venía a hacer guardia, por si Scarlett... -Dejo caer un suspiro profundo que podría ser un gemido fastidioso-. Por si pretendía no cumplir con su parte.

Un "Mmm" de asentimiento me deja claro que me ha escuchado y no se molesta en pelearme. Apoya su cabeza en la almohada ahora teniendo una vista completa de mí y subiendo su mano hasta mi camiseta. La miro de reojo y en silencio me obliga a tumbarme a su lado, apoyando la cabeza en su misma almohada. Giro hacia ella quedando muy cerca, rozando ambas narices y compartiendo el aire. Su aliento es de cereza, fresco e intenso. Mis ojos se clavan en sus labios ligeramente abiertos, rosados, hinchados y luego en sus ojos que han estado observando todo esto y sonríe complice del gesto.

- ¿Y qué hacía tu vecino aquí? -Los nervios me traicionan.

- Darme una lección de vida -Disimuladamente roza su boca con la mía, una petición.

- ¿Ah sí? -Alzo una ceja sorprendido pero pícaro-. Espero que no sea algo que me saque mucho de mis casillas -Sonrío casi sobre sus labios, me golpea el sabor a fruta.

- ¿Y qué harías si fuera así, Styles? -Pronuncia mi apellido lentamente, provocando la tensión entre ambos.

Suelto un gruñido tan salvaje que podría venir de un animal pero es mi deseo y frustración atacándola por completo. Cuando estoy a punto de lanzarme y devorarla pone una mano sobre mi cara deteniendo todo acto y por supuesto, el calor de la habitación comienza a disminuir.

- Acabo de vomitar, no creo que sea gustoso para ambos.

- ¡Ve a lavarte los dientes! -Digo más tentando que antes.

Se levanta entre risas negando con la cabeza, al entrar en el baño oigo el grifo abrirse y el cepillo chocando contra sus dientes, su lengua y toda la mugre desaparece en cuestión de siete minutos. Vuelve con una sonrisa de oreja a oreja ¿Esa felicidad la he provocado yo? Su pijama es de seda amarilla corta, elegante, provocativo, sexy. Se lanza a su lado de la cama y no tardo en atrapar el movimiento y envolverme sobre ella. Ahora su aliento es mentolado, sigue fresco pero la fruta ya no está.

- ¿Dónde lo habíamos dejado?

Acuno su cara con mis manos para capturar por completo su boca, su deliciosa y jugosa boca. Es un beso deseado, feroz, ansioso, me sigue el ritmo siendo una pieza perfecta del puzzle. Muerdo su labio inferior tirando sutilmente de él para continuar besando su mandíbula, su cuello, detrás de la oreja y oigo un suspiro, su pecho alzado por la presión y atrapo con mi gran mano el pecho derecho, lo masajeo intentando no ser bruto y ansioso, pellizco el pezon y con la otra mano libre tiro de su camisa.
Joder, qué mujer. Sus curvas mejor apreciadas que en esos ceñidos vestidos, sus pechos, madre mía, jamás pensé que fueran así de redondos, de rosas, de elevados. Atrapo el izquierdo con un gruñido más satisfactorio y me lanzo a él, dejo mi lengua fría y húmeda dedicándole una mirada para ver cómo reclina la cabeza hacia atrás jadeando, totalmente ida con la sensación. Atrapo el pezón entre mis dientes y suelta un rápido gemido apagado, hago lo mismo con el otro mientras me atrevo a viajar por su abdomen, liso, trabajado, ardiente. La tira del pantalón es elástica y juego con ella, la tiento, bajo a besos por su barriga mientras arquea la espalda casi como reflejo. Tiro de sus pantalones con fuerza, me mira unos segundos a los ojos, le brillan con luz propia, están cargados de deseo y fogosos.
Meto la mano por debajo de su tanga y el tacto es pulido, maldita sea ¿Está completamente depilada? Otro gruñido y un leve mordisco en su cadera, con dos dedos masajeo la zona, deja en el aire un suspiro ahogado y su respiración comienza a ser irregular, pidiendo en silencio que la toque más, que la explore.

Con el pulgar estimulo su clitoris mientras introduzco un dedo, lentamente saboreando cada movimiento de cadera, cada jadeo, sus ojos ligeramente cerrados bañándose en el placer. Dejo húmedos besos por toda la zona de tela y con los dientes consigo retirarla dejando a la vista lo que ocultaba. Coloco mi boca en el centro, a mis oídos llega un gemido, un puto gemido que me hace enloquecer y la torturo con mi lengua, juego con ella mientras añado otro dedo y otro, movimientos más rápidos y precisos.

- Ha... Harry... -Arquea la espalda, su mano a un lateral aprieta con fuerza las sábanas.

- ¿Mm?

Antes de que pueda continuar, relaja su cuerpo soltando un agudo gemido llegando al climax y lo siento en mi dedos, en mi mano que aún muevo dentro de ella rematando el placer. Disminuyo la velocidad mientras beso el lateral de sus muslos, retiro mis dedos lamiéndolos por completo, toda ella. La observo parcialmente desnuda, le subo los pocos centímetros de ropa interior y me tumbo a su lado, atrayéndola con una mano. Agarro la gruesa manta para cubrirla cuando me abraza por un lateral.

- Es un poco injusto ¿No crees?

- ¿El qué? -Frunzo el ceño bajando la cabeza para mirarla.

- Que tú me des placer y no exijas nada a cambio.

- ¿Quién te ha metido eso en la cabeza? -Alza los hombros como si no quisiera hablar de ello o estuviera desinteresada-. Créeme, he disfrutado más que tú. Tengo todo el tiempo del mundo para que me toques, para unirme a ti por completo pero hoy -Levanto su mentón con cuidado, me acerco para quedar a la altura de su boca y susurrar-. Hoy me ha llevado el demonio cuando te he visto totalmente a mi merced, no entiendes todavía el poder que tienes.

MedicineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora