Capítulo 40

1.3K 99 1
                                    

- Es buena chica -Dice James en el camino a mi residencia-. Complicada, pero buena.

- Es cabezona, egoísta, agresiva e impulsiva -Declaro mirando al frente.

- Si, pero eso no le impide ser buena persona ¿Verdad?

- Lo dices como si no supieras cuántas vidas se ha cobrado.

- Muchas -Asegura-. ¿Cuántas no lo merecían?

Le miro un segundo pensativo, ¿Cuántas se habían ganado la muerte? Todas, era su trabajo.

- Ha ido al West Pine buscando venganza.

- Te equivocas Styles -Me dedica una rápida mirada-. Ha ido porque tiene una deuda con ese lugar.

- ¿Porqué tendría una deuda?

- Quizás es un poco rencorosa y vengativa pero siempre ha protegido inconscientemente a la gente que le rodea, aunque no lo admita, le importamos y sea lo que sea que hacen ahí dentro lo que ha hecho hoy ha sido por ti, por ella y por todos los que perdió.

Aparca frente al edificio de mi apartamento, no es nada lujoso, ni siquiera muy alto y mucho menos tiene ese ventanal extraordinario a la ciudad. Me despido con un gesto de James quien hace sonar la pita y desaparece al final de la calle.
Dejo las llaves sobre la mesa de entrada mugrienta, me tumbo en el sofá observando el techo, no tengo intención de dormir en el colchón colocado en el suelo al que llamo cama.

Atenea es testaruda sí, ¿Porqué ha ido sola? Su nota era tan débil como todas las mentiras que es capaz de contar, no tardé ni dos segundos en salir corriendo en su búsqueda. Verla ahí, al borde el vacío flotando en el aire por una milésima de segundo, a nada de caer a toda velocidad y aún así recuerdo su cara, totalmente serenada manteniendo los ojos cerrados como si quisiera decir "Estoy lista" Y luego yo fui un borde con ella y la declaré muerta para mí.

Me levanto repentinamente, no voy a dejar que piense que la ignoro o que finalmente así vamos a terminar, siendo nada. Salgo a trote por la calle, comienza a llover fuertemente, las gotas chocan contra mi cuerpo con brutalidad y frío pero no me detengo, aunque la vista se me nubla, no paro, aunque mis piernas no quieren reaccionar a los kilómetros que nos separan del destino, no cedo.

Corro por las carreteras, las aceras, los callejones, todo tipo de lugares en lo que no me permito ni un instante mirar. Veo el edificio a lo lejos, las luces de la recepción y me estampo contra el cristal antes de abrirlo. Saludo al hombre que cuida de las llaves y me sonríe con amabilidad, sigo corriendo escaleras arriba, lo más alto, queda poco.

El pasillo está verdaderamente tranquilo, la luz se ha apagado pero con mi presencia vuelve a alumbrar hasta la puerta de Atenea. Toco dos veces apoyándome en el marco mientras jadeo y recupero la respiración ¿Cuánto tiempo ha pasado?
El "click" del cerrojo me hace coger compostura y aire, la puerta se abre pero tras ella no se encuentra la morena sino su vecino.

- ¿El amigo de Atenea?

- Veo que te ha dado su nombre -Un intento de sonrisa comienza a brotar pero la contengo-. ¿Qué haces aquí?

- Podría preguntarte lo mismo.

- ¿Dónde está Atenea?

- Está...

- ¡Atenea!

Antes de que pueda obstaculizarme el paso entro con fuerza casi tirando de él, el salón huele a rosas y galletas de navidad y vino pero no hay rastro de la morena. Pongo las manos a ambos lados del marco de la puerta de su dormitorio cuando la veo ahí tumbada en su cama, acurrucada en una gruesa manta y durmiendo plácidamente, tan tranquila que da miedo, jamás la había visto tan poco atenta, en otro momento hubiera advertido mi llegada desde la recepción y en cambio, ahí está, respirando con calma.

MedicineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora