🅾🅲🆃🅾🅶🅴🆂🅸🅼🅾

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Lena llevaba poco más de una semana sin asistir a clases debido a una extraña enfermedad que la hacía quedarse en cama, sentirse miserable, tener náuseas y sentir que algo que pesaba cerca de una tonelada le aplastaba el torso y evitaba que pudiera respirar.

Nombre común: corazón roto.

Ella y Kara en sí no habían roto, pero la idea de que su novia se iría a Ucrania durante la universidad fue un golpe duro del que no pensaba que podría levantarse.

Masha posiblemente ya estaba harta de que su dueña la llenara de lágrimas y le hablara de sus problemas un día sí y el otro también, porque cada vez que Lena volvía a llorar, la pastor belga se cubría las orejas con las patas, y enterraba en hocico entre las sábanas para cubrirse cada vez que la ojiverde trataba de abrazarla para seguir llorando.

—¿Lena? —La voz de Diana sonó dudosa del otro lado de la puerta—. Uhm... ¿podemos pasar?

Antes de que la ojiverde pudiera responder, Samantha chilló:

—¡¿Estás loca?! ¡Andrea dijo que la enfermedad se trasmite por contacto visual!

—¿Qué demonios? —Resopló la chica griega—. No conozco ninguna enfermedad que se trasmita por contacto visual, Samantha.

—Pero no eres médico, ¿verdad? —Espetó la corredora.

—Oh, ¿y Andrea sí? —Devolvió la basquetbolista en tono incrédulo, y Lena conocía tan bien a su mejor amiga, que incluso pudo jurar que también rodó los ojos—. Me sorprendería muchísimo si Andrea detectara los síntomas generales de un resfriado.

La ojiverde se rió por primera vez en días debido a las idioteces de sus amigas y se levantó de la cama muy a su pesar mientras seguía escuchando que Diana y Samantha seguían discutiendo sobre su enfermedad inventada.

Cuando Lena abrió la puerta, la corredora apenas logró ahogar un grito al ver su apariencia desaliñada, y la chica griega hizo una mueca de disgusto al ver que su mejor amiga parecía llevar la misma camiseta que la última vez que la vio en el instituto, y no llevaba pantalones, pero lo que sí llevaba era una expresión de quien carga el peso del mundo en sus hombros.

—Mierda, te ves como... bueno, como la mierda —expresó Samantha, lo que hizo que la ojiverde rodara los ojos.

—Cierra la boca, Arias, estoy en duelo.

—¿En duelo? —Cuestionó Diana en tono cauteloso—. ¿Le sucedió algo a Masha? Por favor dime que...

Al escuchar su nombre, Masha saltó de entre las sábanas y ladró con fuerza al tiempo que saltaba de un lado a otro para llamar la atención de la chica griega, quien rápidamente empujó a un lado a su mejor amiga e ingresó a la habitación -malditamente desordenada- para tomar asiento en la alfombra y acunar a la pastor belga en su regazo y darle mimos, lo que le ganó un par de lametones en el rostro.

—Entonces, ¿duelo? —Cuestionó Samantha con una ceja alzada y expresión acusadora.

—No me mires así —se quejó la ojiverde antes de volver al interior de su habitación y que su amiga la siguiera—. Es que... es Kara —expresó con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas.

Diana y la corredora voltearon a verse de inmediato al escuchar el primer sollozo de Lena, y Masha salió rápidamente del regazo de la chica griega para esconderse debajo de la cama.

La castaña se sentó al lado de la ojiverde en el borde de la cama y acarició sus omóplatos con cuidado y sin tener mucha idea de lo que debía hacer en una situación como esa, y por su parte, Diana se levantó del piso y tomó su lugar al otro costado de su mejor amiga antes de abrazarla por los hombros, lo que básicamente solo logró que Lena llorara más fuerte y Masha se quejara debajo de la cama.

—¿Rompieron? —Cuestionó Diana en voz baja, pero la ojiverde negó—. ¿Te engañó? —Lena volvió a negar—. ¿Resulta que es heterosexual?

La ojiverde dejó salir un resoplido y volvió a negar, por lo que la chica griega miró a su novia con expresión confusa, y Samantha se encogió de hombros, realmente perdida.

—Oye, ¿entonces qué pasó? —Preguntó la corredora en un tono casi inaudible—. Todo lo que sé es que no has asistido a clases durante más de una semana y que Kara estuvo en serio triste porque no te presentaste al juego del viernes.

—Kara volverá a Ucrania en verano —admitió Lena en un hilo de voz.

Ante el tono derrotado de su amiga, Samantha rápidamente habló.

—Bueno, eso es una mierda, pero, oye, estoy segura de que lo van a solucionar —la castaña la animó en voz baja—. ¿Recuerdas cuando Diana y yo discutimos? Lo solucionamos.

—Ah, ¿tú crees? —La chica griega frunció el entrecejo y se cruzó de brazos—. Yo no diría que...

—Diana, no es el momento —masculló la corredora—. Como decía. Se nota a millas que ustedes dos se quieren mucho, Lena, y estoy segura de que si hablan de frente y sin ocultar cosas, lo van a solucionar.

—Pero ella ni siquiera ha venido a buscarme —se quejó la ojiverde antes de secarse las lágrimas—. No le importo.

—Eh... ¿chicas? —El tono de voz de Diana sonó temeroso—. Kara está en la planta baja —informó mientras les mostraba la pantalla de su teléfono.

Luego de eso todo se volvió un caos.

Diana y Samantha se apresuraron a recojer las prendas esparcidas por la alfombra y tirarlas al cesto de la ropa sucia, recogieron las envolturas de dulces y comida regadas por la habitación para tirarlas en el cubo de la basura y Lena corrió a trompicones hacia su armario en busca de unos vaqueros y una blusa limpia.

Cuando se quitó la camiseta al tiempo que estaba metiendo un pie en la pernera de sus vaqueros, la ojiverde se atoró con sus pendientes y tropezó hacia atrás, de modo que cayó sobre su culo aún medio desnuda y atorada en su ropa sucia, lo que hizo que sus dos amigas se apresuraran a ponerla de pie y terminar de vestirla entre tirones y maldiciones cuando la ropa no a avanzaba.

Para cuando la rubia ingresó a la habitación, las tres chicas estaban sentadas en el borde de la cama en poses idénticas que consistían en una pierna colocada sobre la otra y las manos colocadas en el regazo, sin embargo, la mirada de Kara se desvió cuando Masha apareció de debajo de la cama con un par de bragas colgando de su hocico.

—Chicas, ¿qué es...

Antes de que la chica ucraniana pudiera completar su cuestionamiento, Lena se puso de pie y caminó hasta ella para besarla en la boca y tomarla de la mano para caminar lejos de su habitación.

—Iremos al cine —se apresuró a decir mientras prácticamente arrastraba a su novia escaleras abajo—. Eh... Diana invita.

La chica griega se quejó ante la injusticia y la ojiverde se dio cuenta de que iba descalza solo una vez en la acera, pero, bueno, solo se vivía una vez.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora