𝐒𝐞𝐱𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐧𝐨𝐯𝐞𝐧𝐨

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El lunes, la profesora Grant decidió unir de nuevo a las clases A y B para que salieran una hora antes, por lo que una vez en el auditorio, echó un rápido vistazo alrededor y luego tomó su teléfono para buscar el chiste que daría inicio a la clase.

—Muy bien, estudiantes, aquí vamos —murmuró la profesora al tiempo que se deslizaba entre sus capturas de pantalla en busca de su objetivo—. Doctor, tengo todo el cuerpo cubierto de vello, ¿podría decirme qué padezco?

Sin siquiera haber terminado el chiste, la profesora escuchó un resoplido de risa desde la parte izquierda del auditorio, donde Sara, Ava, Alexandra y Jack estaban sentados, por lo que se acercó hasta quedar frente a ellos y esbozó una sonrisa maliciosa antes de añadir:

Señor, usted padece un osito.

Inmediatamente después de eso, la risa burbujeó desde el pecho de Sara y esta se dobló sobre sí misma al tiempo que una carcajada estruendosa abandonó su garganta. A su lado, Ava se contagió de la risa y trató de cubrirse la boca para esconder la diversión, Jack tuvo que camuflar su risa con un carraspeo para que la profesora no lo sacara de la clase, pero al costado de ellos tres, Alexandra tenía las mejillas rojas y los labios apretados para evitar reírse.

Sin embargo, la profesora se acercó hasta que estuvo frente a frente con la pelirroja y esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Sí entendió el chiste, señorita Danvers? —Cuestionó la mujer sin apartar la mirada del rostro sonrojado de Alexandra—. Usted padece un osito.

La pelirroja dejó salir la risa alta y fuerte, y en su lugar, Lena casi se rió también debido a la risa contagiosa. Samantha tuvo que cubrirle la boca a Diana para que la profesora no la escuchara reír, y la chica griega se retorció en su lugar a causa de la risa sin aliento que estaba sintiendo.

Por su parte, Kara se burló de Alexandra pero no hizo nada más allá. La ojiverde supuso que su novia no tenía sentido del humor.

—En fin —la profesora volvió al escritorio y se dirigió a todos los demás—. Podremos iniciar con el pase de asistencia una vez que el joven Spheer y las señoritas Danvers, Lance, Sharpe y Arias salgan del auditorio.

—¡¿Yo por qué?! —Chilló Samantha con la indignación plasmada en el rostro—. Ni siquiera me reí.

—Es la costumbre, siga en lo suyo.

La profesora tomó asiento tras el escritorio y sacó un fólder de su bolso mientras los estudiantes tomaban el libro de lectura, y un momento después, con el bolígrafo y la lista de asistencia en la mano, la mujer empezó a nombrarlos.

—Santana Arias.

—Maldita sea, claro que sabe mi nombre, ¿quién no lo sabría? —Masculló la corredora, aunque se tragó el disgusto y terminó por responder—. Presente, profesora.

Unos nombres más tarde, la chica ucraniana se preparó para responder, pero no pudo evitar la mueca de disgusto cuando la profesora la nombró.

—Kiera El.

—Presente —casi espetó, y luego murmuró algo que ninguna de sus amigas entendió pero que muy posiblemente fue un insulto—. Lo hace a propósito.

—Evidentemente —respondió Lena.

—Leah Luthor.

—Debe ser una maldita broma —espetó la ojiverde—. ¡Soy la hija de la directora!

—¿No vino Leah Luthor? —Cuestionó la profesora sin alzar la mirada.

—Presente —casi escupió Lena.

—Tiene retardo por no responder al primer llamado.

La ojiverde apretó los puños, tensó la mandíbula y estuvo a punto de gritar a causa de la frustración, pero antes de que la furia se precipitara fuera de su cuerpo, Kara la tomó por la mandíbula y giró su rostro para que sus labios se encontraran en un beso delicado.

—Respira, hermosa —instruyó la rubia aún contra los labios de su novia—. A todos nos cambia el nombre.

—Diana Prince.

—Justo aquí, profesora —la chica griega respondió en tono alegre y alzó la mano cuando la profesora Grant volteó a verla, e incluso le regaló una de sus sonrisas encantadoras—. No me perdería su clase por nada, profesora Grant.

La mujer devolvió la sonrisa y siguió con la lista de asistencia, mientras tanto, Lena abofeteó a Diana de forma suave para llamar su atención, y una vez que se encontró con los ojos castaños de su amiga, le dedicó una mirada homicida.

—¡Eres una maldita lamebotas! —Espetó la ojiverde, por lo que la chica griega rodó los ojos.

—No subestimes su técnica al lamer —murmuró la corredora a nadie en particular.

—Mi esposa es demasiado talentosa —expresó la rubia.

Mientras Samantha se estiró para darle un puñetazo en el hombro a la chica ucraniana, Diana esbozó una sonrisa ladina y alzó una ceja en su dirección, lo que hizo reír a Kara, pero Lena le dio un codazo en las costillas por andar de graciosa.

—No soy lamebotas —terminó por decir la chica griega—. Únicamente sé lo que todos desean escuchar de mí hacia ellos, y soy un encanto, también.

La ojiverde rodó los ojos y golpeó a Diana en el rostro de nuevo, y cuando vio que la profesora estaba guardando la lista de asistencia, se puso de pie y se aclaró la garganta para llamar su atención. Lena solo empezó a hablar cuando los ojos de la profesora se centraron en ella.

—Profesora, mi nombre es Lena Luthor, le agradecería mucho si pudiera usarlo durante el pase de lista —expresó en un tono amable—. Muchas gracias —luego de eso volvió a tomar asiento ante las miradas asombradas de Samantha y Kara, a Diana le daba un poco igual debido a su posición privilegiada.

—Jóvenes, me sucedió algo absolutamente inconcebible hace un tiempo. Encontré a dos chicas casi teniendo contacto en la vía pública —murmuró la profesora—. Una chica rubia, justo como la señorita Kiera El, y la otra...

—¡Profesora! —Lena se colocó de pie de inmediato al caer en cuenta de las mejillas sonrojadas de su novia y añadió rápidamente—: Usted puede llamarme Leah si le agrada más.

La profesora esbozó una sonrisa maliciosa y echó un vistazo en dirección a la rubia, pero asintió y se encogió de hombros.

—Todos en la página 128 de su libro de texto, por favor.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora