𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]

𝕿𝖊𝖗𝖈𝖊𝖗𝖔

La clase de educación física no era la favorita de Lena, y el horario en que debía tomarla no era el mejor disponible. Una hora antes de la última clase del día, nada menos.

Con sus shorts de tela ligera, la camiseta del instituto, zapatillas de deporte y una coleta firmemente sujeta a la parte alta de su cabeza, Lena Luthor no parecía en absoluto la chica más atlética del instituto, ni siquiera consideraba que luciera en su elemento, pues lo suyo era más bien el estilo discreto/oscuro. Por lo general lograba pasar la hora de la clase escondida de la mirada de la entrenadora Prince (tía de Diana, por cierto) aunque a veces pensaba que su amistad con la chica griega era la causante. Era posible que Diana hablara con su tía de lo mala que Lena era en los deportes y la entrenadora no deseara avergonzarla.

Hablando de deportes, Samantha Arias (castaña, metro setenta y cuatro, esbelta y apenas bronceada) se había ofrecido a ayudarla, pero Lena se negó porque juraba no necesitar la ayuda de nadie, y la corredora aceptó su negativa sin el mínimo problema. No eran amigas cercanas y no quería insistir mucho, pero dejó una invitación abierta por si la ojiverde cambiaba de opinión.Obviamente no lo haría.

Diana también era deportista, una de las mejores jugadoras en la liga femenil de baloncesto —de allí su naturaleza atlética— y jugaba ajedrez con la gracia de una mente brillante, por lo que, a pesar de físicamente ser opuestas, Lena y ella habían encajado apenas la chica griega se presentó en Luthor High un par de años atrás.

Su manera de hacer las cosas se parecía mucho y a pesar de que la ojiverde siempre le llevaba la contraria a todos los demás por el simple hecho de que podía hacerlo, hablar con Diana y discutir decoraciones o tareas en equipo era muy entretenido porque la naturaleza encantadora de la chica griega era muy atrayente. Lena había creído que todos exageraban al hablar de lo increíble y asombrosa que era Diana, sin embargo, pronto descubrió que todo lo que se decía de ella era verdad.

El punto era que se encontraba caminando en dirección al gimnasio con la mirada puesta en el piso y preguntándose por qué no pudo nacer con algo de equilibrio y coordinación, pero la otra clase estaba saliendo del gimnasio cuando su grupo intentaba ingresar y terminaron apretujados unos contra otros mientras una horda de adolescentes sudorosos maldecía a los que recién iban camino a la clase.

Escuchó la voz de Samantha quejándose de que alguien la pisó, a Diana chillando algo en griego en tono molesto —ella era una de las que salía del gimnasio, y la verdad era que el uniforme le quedaba muy bien, pero eso no era ninguna sorpresa—, y a un puñado de estudiantes murmurando obscenidades a su alrededor mientras sentía que era empujada por todo tipo de cuerpos de forma nada elegante.

Estaba a punto de gritar llena de frustración antes de escuchar una voz a su costado diciendo: 

—Oh, por Dios. Es Lena...

Seguido del jadeo asombrado, alguien la tomó por el rostro y unió sus bocas de forma un tanto brusca, haciendo que sus frentes chocaran y la ojiverde tropezara hacia atrás a causa de la sorpresa. En su interior, inocentemente creyó que aquella persona iba a sostenerla, pero se equivocó, pues cuando los labios sabor a fresa dejaron los suyos, cayó de culo al piso y la multitud se disipó a su alrededor justo a tiempo para que Lena pudiera ver que una chica rubia vestida con shorts de licra y una camiseta sin mangas corría con todas sus fuerzas por el pasillo en dirección a las duchas.

La indignación y la vergüenza treparon por su ser de tal manera que sintió el sonrojo en su rostro debido a la pena de haber caído frente a todos. Samantha se apresuró a ayudarla a levantarse mientras Diana únicamente la veía con una mueca de confusión, parada frente a ella como una imbécil.

—¡Te voy a matar! —chilló la ojiverde una vez que estuvo de pie, completamente indignada y esperando que la idiota que la dejó tirada escuchara su amenaza.