𝓠𝓾𝓲𝓷𝓬𝓾𝓪𝓰𝓮𝓼𝓲𝓶𝓸 +

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Ese lunes, Lena se sintió como en una burbuja llena de arcoiris, unicornios y demás cosas gays -al menos hasta la hora del receso- principalmente porque sus padres y los padres de Kara se llevaron bien a pesar del sentido del humor ácido de Lillian y la postura hosca de Lionel.

En serio, la ojiverde a veces se preguntaba cómo tenían amigos en primer lugar.

Sin embargo, nada en su vida estaba destinado a ir completamente bien y el destino tenía que refregárselo en el rostro siempre que podía, entonces...

—... y entonces Samantha se puso toda loca porque esta mujer se me quedó viendo en la línea del cine y le gritó en el rostro que yo no estaba buscando una sugar mommy —Diana se golpeó la frente y luego rodó los ojos. Su novia frunció el entrecejo—. Nos sacaron del establecimiento casi a patadas.

—Es que tú nunca notas las dobles intenciones porque eres una tarada, Prince —espetó la corredora—. Si solo hubieras visto cómo te veía el culo, me darías la razón.

—Concuerdo con ella en que eres una tarada —la ojiverde señaló a la corredora, quien articuló un "gracias" con los labios. La chica griega entreabrió la boca, indignada—. No me veas así, sabes que es verdad.

Cualquiera que fuera la réplica que Diana fuera a dar, Lena no logró escucharla.

Alguien la tomó por el antebrazo y prácticamente la arrastró por el pasillo hasta llegar a la línea de casilleros al final del corredor y la atrapó entre el muro de metal y un cuerpo sólido, solo que cuando alzó la mirada, en lugar de encontrar los vibrantes ojos azules de Kara y el desastrosamente encantador cabello rubio, encontró un prolijo cabello castaño y un par de iris más claros.

—Andrea, ¿qué demonios? —Aún atrapada, Lena se las arregló para cruzar los brazos, por lo que la quarterback esbozó una sonrisa.

La ojiverde rodó los ojos al verla. La sonrisa ganadora que la conquistó el año anterior le pareció petulante en esa ocasión, y honestamente deseó patearla para escapar, pero esa era Andrea y la conocía, por lo que era muy probable que leyera su comportamiento antes de que lograra algo.

—Así que la ucraniana esa —comenzó sin moverse un centímetro.

—Se llama Kara, muchas gracias —zanjó la ojiverde. Andrea volvió a sonreír y dio un par de pasos hacia atrás antes de cruzar los brazos—. ¿Qué quieres?

—Solo hablar contigo, linda.

—Vete a la mierda. Te las arreglaste para ignorar mi existencia durante... ¿qué? ¿Diez meses? —Lena alzó una ceja en una expresión desafiante, pero la quarterback no mostró reacción alguna.

—Estaba sanando mi corazón roto, Kieran —Andrea llevó una mano a su pecho de forma dramática, sin embargo, la expresión determinada en el rostro de la ojiverde no flaqueó—. Me heriste mucho.

—Ah, claro, porque lo peor que pude haber hecho fue dejarte por decir que te engañaba con Diana cuando era evidentemente una mentira, ¿verdad? Pobre chica, seguro necesitaste terapia.

La sonrisa petulante volvió al rostro de Andrea, y Lena en serio quiso golpearla en el rostro o simplemente sofocarla para poder largarse con dignidad, pero la quarterback estaba a una distancia que la dejaba a salvo de cualquier ataque repentino, y bueno, tal vez Andrea sí la conocía después de todo.

Malditos nueve meses de relación tirados a la basura.

—¿Vas a decirme qué quieres?

—Creí que después de mí tratarías de consumir lo nacional —comentó antes de meter las manos en los bolsillos de sus vaqueros—. Ya sabes, porque te fue mal con lo extranjero.

—No todas las chicas extranjeras son unas malditas idiotas como tú, Andrea —Lena rodó los ojos—. Kara es un encanto, y Diana es la mejor amiga que alguien podría tener. Samantha es increíble, también. Honestamente, eres la única extranjera terriblemente imbécil que conozco.

—Tal vez merecía eso —admitió la quarterback.

—¿Estás bromeando? Incluso mereces que te rompa una costilla y salte sobre tu estómago para sofocarte y dejarte medio muerta en el piso.

—Ahora, cuando hablas sobre saltar sobre mí...

—Eres repugnante.

Andrea estaba a punto de hacer algún otro comentario obviamente repugnante e ingenioso, pero fue obstruida de la visión de Lena cuando -de forma repentina- Kara se coló entre las dos y empujó a la ojiverde contra los casilleros antes de besarla.

Lena entreabrió los labios para recibir el beso de su novia con entusiasmo, e incluso la tomó por el cabello con una mano mientras la otra descendió hasta su espalda baja para presionarla contra su torso. Luego jadeó cuando una de las manos de la rubia alcanzó su trasero y tiró de su cuerpo para frotar ligeramente sus pelvis, de modo que el hueso de la cadera de Kara rozó de forma indecente su nudo de nervios.

Cuando se separaron, la ojiverde tenía las mejillas sonrojadas y la chica ucraniana portaba una sonrisa radiante y orgullosa.

—No sabes lo mucho que te eché de menos —Kara murmuró antes de dejar un beso en la mejilla de su novia y colocarse a su costado—. Ah, hola —señaló en dirección a Andrea.

La quarterback alzó una ceja y luego ofreció un asentimiento antes de dar media vuelta y caminar hacia algún otro lugar, presumiblemente para joderle la existencia a alguien más.

—Entonces... —inició la rubia—, ¿por qué estaban tan cerca?

—¿Celos, El? —Cuestionó Lena antes de esbozar una sonrisa maliciosa y tomar el cuello de la camisa de Kara entre sus puños.

—¿Bromeas? —La chica ucraniana resopló—. Obviamente estoy celosa.

La ojiverde dejó salir una risa encantada.

—¿Nos damos una hora libre? Podríamos ir a la biblioteca y podría disculparme de forma adecuada allí —ofreció mirando a su novia a través de sus pestañas—. A menos que tengas otra cosa más importante por hacer.

Lena se rió en voz alta cuando la rubia casi la arrastró por el pasillo en dirección a la biblioteca.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora