𝐒𝐞𝐩𝐭𝐮𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨

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El martes Diana llegó al instituto y fue directamente a su casillero en busca de su libro para la clase de álgebra, sin embargo, luego de que se quitó los AirPods y volvió a guardar su teléfono, al mirar por encima de su hombro fue consciente de que a su alrededor algunas chicas y chicos la veían de forma poco disimulada, y eso no era todo, estaban murmurando entre ellos y riéndose en voz baja aún viendo en su dirección.

La chica griega adoptó una posición casi dolorosamente recta y un cosquilleo incómodo se instaló en la base de su cuello al caer en cuenta de que estaba siendo el centro de los chismes, por lo que se aclaró la garganta ante lo inusual de la escena a su alrededor, pero no dijo nada, en cambio tomó su libro, cerró su casillero y avanzó por el corredor dedicando miradas curiosas a todos los que no apartaban los ojos de ella.

Estaba comenzando a ponerse nerviosa dada la manera en que nadie le quitaba los ojos de encima y cuidaba cada uno de sus movimientos. Estaba tan ensimismada viendo a su alrededor que no se percató de una chica que se colocó frente a ella hasta que chocó contra su torso y la desconocida se tambaleó hacia atrás.

—Oh, lo siento mucho —murmuró la chica griega en dirección a la rubia una vez que logró estabilizarla—. Estaba distraída.

—Oh, por... —exhaló la chica con expresión asombrada antes de ajustarse las gafas—. Yo... yo... tú eres Diana Prince.

—Esa soy yo —la aludida esbozó una sonrisa amplia y extendió su mano para que la rubia la estrechara—. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Barbara Minerva —balbuceó la rubia antes de estrechar la mano de la basquetbolista con un agarre tembloroso—. No puedo creer que te estoy dando la mano, yo...

—¡Diana! —Chilló Samantha a todo pulmón desde el final del pasillo, lo que hizo que la chica griega buscara a su novia con la mirada—. ¡Ven aquí para que pueda darte una bofetada, maldita griega idiota!

Diana sonrió ampliamente de forma boba en dirección a la corredora aún con la mano de Barbara en la suya, pero cuando menos lo pensó, Samantha llegó hasta quedar frente a ambas empleando pasos largos y firmes. Tenía un semblante molesto y parecía decidida a matar a alguien si se le ponía en frente, pero siempre tenía esa expresión homicida y la chica griega se enamoró de eso en primer lugar, así que no tenía nada que temer.

Diana por fin soltó la mano de la rubia y extendió los brazos para que su novia se abrazara a su torso, sin embargo, en lugar de hacer aquello, la corredora la empujó por los hombros de forma brusca y la chica griega trastabilló hacia atrás debido al golpe repentino y firme.

Barbara apenas pudo sostenerla para que no cayera de culo al piso, y por eso mismo, Samantha le dedicó a la rubia un entrecejo fruncido.

—¿Ahora qué hice? —Diana le agradeció con la mirada a su nueva conocida y luego miró a su novia sin comprender—. Parece que ansías matarme.

—Sabes perfectamente lo que hiciste, Prince —espetó la castaña entre dientes pues no quería llamar más la atención, y luego miró a la rubia por encima del hombro de Diana—. ¿Te importa? Es una conversación privada, por favor.

—Oh, por supuesto, yo... lo siento —balbuceó Barbara antes de volver a ajustarse las gafas y empezar a caminar hacia atrás—. De verdad lo siento, es que vi a Diana y quise presentarme y... ya me voy —se apresuró a decir ante la mirada molesta que Samantha le dirigió.

La castaña y la chica griega se vieron a los ojos por un largo rato, retando a la otra a hacer alguna cosa. Diana no tenía idea de nada, pero Samantha parecía que podría saltar sobre su cuello y matarla en cualquier momento, por lo que no se le ocurrió algo mejor que sostenerle la mirada y parecer tranquila aunque estaba metafóricamente temblando.

—Oh, la encontraste —Lena llegó a donde sus amigas estaban y jadeó sin aliento debido a la carrera. A su lado, Kara le tendió una botella con agua, misma de la que la ojiverde bebió rápidamente, y luego dijo—: ¿Qué demonios, Diana?

La chica griega vio a su novia, luego a su amiga y por último a su esposa aún sin comprender, por lo que se cruzó de brazos, alzó una ceja y resopló, de repente fastidiada porque era el centro de atención del instituto y su novia quería matarla.

—¿Qué demonios hice? —Cuestionó en tono aburrido—. ¿Existir?

—¿Me puedes explicar qué significa el vídeo que subiste a Snapchat? —Preguntó en cambio la castaña con las manos en las caderas.

Kara aprovechó el momento de tensión para robarle un beso a su novia, quien estaba muy metida en el chisme como para reaccionar al estímulo, pero que murmuró algo como "no es el momento, Lyaksandra".

—Por favor, dime que no subí mi vídeo bailando single ladies en ese maldito leotardo que me quedaba pequeño —Diana se cubrió el rostro con las manos en una muestra de vergüenza, pero la corredora le bajó los brazos con un manotazo y casi le puso la pantalla de un teléfono en el rostro—. Uh, ¿qué es?

En la pantalla aparecía una Diana vestida con vaqueros, un sujetador de encaje y una chaqueta de cuero que permanecía abierta, estaba grabando su reflejo y sostenía el teléfono frente a ella en busca de un buen ángulo, pero luego, la chica griega jugó con su cabello haciendo uso de su mano libre -lo que hizo que se mostrara una línea de piel indecente en su abdomen-, y sonrió hacia la cámara antes de decir "oye, tú, ¿por qué no te casas conmigo? ¿Te da miedo despertar sin bragas todas las mañanas?" y dejó salir una risa entre dientes antes de cortar la grabación.

—Oh... —Diana le entregó el teléfono a su novia y se aclaró la garganta con torpeza—. Uhm, no sé qué decir, ¿sirve de algo si te digo que me bebí una botella de vodka del estante de mi madre antes de eso y no tenía idea de qué estaba haciendo? —Samantha frunció el entrecejo, por lo que la chica griega añadió—: ¿Habrías preferido que subiera el vídeo bailando single ladies en un leotardo que mostraba hasta mi fecha de nacimiento?

La castaña se frotó las sienes para alejar el dolor de cabeza, Lena se rió en voz baja y la chica griega se quedó de pie allí, sin saber que hacer, mientras tanto, Kara murmuró:

—Yo soy tu esposa y no despierto sin...

—¡Cállate, Kara! —Espetaron Samantha y Lena al unísono.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora