"No debería darte este dato confidencial pero quería avisarte de que Scarlett mandó a uno de nuestros hombres a seguirte"

"No te preocupes, le cambié el turno y lo hice yo, se dónde estás y cuál es tu piso, además Liam no dudó en darme cada detalle"

"Le di una dirección diferente, puedes descansar tranquila"

- Harry.

Refunfuñando entro a la cocina, al parecer Liam me ha dejado un pequeña compra vegetariana y vino, un caro vino rojo espeso. Tocan la puerta con los nudillos tan suave que me quedo quieta dos segundos para esperar el siguiente toque... Y ahí está, tocando otra vez.
No me molesto en mirar por la mirilla y abro, un chico alto, fuerte y atractivo se encuentra parado encima de mi felpudo. Lo inspecciono de los pies a la cabeza, hace lo mismo esbozando una sonrisa al conectar con mis ojos. Tiene un color avellana intenso, su piel es una mezcla de tonos cálidos y su cabello grita a lo lejos las horas que ha tardado en dejarlo intacto, cada mechón castaño que cae por su frente es intencionado.

- ¿Y bien? -Digo tan borde como de costumbre alzando una ceja-. ¿Has venido aquí a mirarme o piensas decirme algo?

- Vaya -Alza ambas cejas de asombro pero no borra esa sonrisa divertida-. ¿Así te das a conocer con los vecinos?

- ¿Tengo cara de que me interese?

- Soy Edward -Hace una absurda reverencia-. ¿Y tú eres...?

- La vecina la cual no volverás a molestar.

Con eso y una amplia sonrisa sarcástica cierro la puerta en su cara. Vuelvo de nuevo a la cocina para rellenar una enorme copa de vino, dejo caer el líquido hasta pasada la mitad del vaso hasta que vuelven a tocar la puerta, ruedo los ojos y decido ignorarlo.
Camino hasta el nuevo dormitorio, totalmente blanco, limpio e iluminado con decoraciones abstractas y objetos negros brillantes, la cama acolchada y tan grande que cabrían cinco personas. Cambio mi atuendo por un corto pijama de seda azul marino y me dejo caer sin desparramar el líquido, tocan de nuevo.

Una vez más, cierro los ojos imaginando que estoy en completa soledad pero la puerta vuelve a sonar y me levanto tan harta que mis pisadas pueden escucharse desde fuera.

- ¡Ya vo...!

Abro justo cuando voy a terminar mi queja pero quedo paralizada al ver a Harry, al verme se ha puesto completamente tenso y serio. Va vestido con unos jeans negros, una camiseta del mismo color y una chaqueta a juego. Nos quedamos en silencio mirándonos como si nuestros ojos pudieran hablar y finalmente viajo hasta sus manos que sostienen en ellas una cesta de regalo. Me hago a un lado dando un gran trago a la bebida y cerrando tras su espalda.

- Veo que puedes alimentarte con normalidad -Dice divertido observando que ya no queda vino en la copa.

- ¿A qué has venido? ¿Es que Scarlett no va a dejarme respirar ni un día? ¿Y qué haces aquí? Se supone que tu encargo es matarme no asegurarte de que estoy viva.

- Quería dejarte esto -Pone la cesta sobre la mesa de la cocina y observa toda la estancia-. Es realmente bonito tu apartamento.

- ¿Es un regalo de despedida porque no podrás dármelo en mi funeral? -Alzo una ceja mientras me acerco a mirar.

No hay una nota de despedida, tampoco una bomba oculta, solo son flores, chocolates y una caja plateada en el centro. La abro con cuidado, en el interior reluce un conjunto de encaje, ropa interior.

- Que atrevido por tu parte -Digo aún dándole la espalda.

- No sabía qué te gustaría más y tienes mucha ropa.

- Así que pensaste que me faltaba más bien otro tipo de ropa -Inquiero divertida.

- ¿Te gusta?

- Me gusta el detalle, Harry -Me giro para mirarle y es ahí cuando me doy cuenta de la cercanía.

En un segundo estaba cerca del ventanal mirando los edificios y al otro a un paso de mí, tan sigiloso como un gato. Muestra una corta sonrisa en agradecimiento que no le devuelvo, da medio paso para pasar su brazo cerca de mi cara y coger un bombón de chocolate. Lo mira con bastante interés y con sumo cuidado dirige sus dedos agarrando el dulce hacia mi boca.

Juega con ella, tira de mis labios con delicadeza observando cómo se abren y vuelven a cerrarse. Con un dedo extra roza toda la zona y pone el bombón en mi boca para que lo muerda, una pequeña mordida y lo retira para que lo saboree. Tiene un licor de fresa dentro y extrañamente son mis favoritos ¿Cómo lo sabía? Supongo que mantengo el ceño fruncido y estoy gratamente sorprendida ya que vuelve a sonreír esta vez con otro brillo especial.

Pronto cuando mastico y puedo tragar deja de sonreír para volver a su semblante neutral, se come el trozo sobrante y sigue mirándome como si necesitara recordar cada facción antes de terminar conmigo, como si estuviera a punto de dejarme ir.

Sus manos se apoyan en la mesa detrás de mí a cada lado acorralándome intensamente, junta su frente con la mía chocando ambas respiraciones y maldigo en mi mente por ponerme tan nerviosa que mi pecho sube y baja con mucha pesadez. Pasa su nariz por mi mejilla, un roce dulce pero letal, cierro los ojos pensando en su siguiente paso; apuñalarme, estrangularme, pegarme, etc. Pero lo peor no es lo que estuviera por hacer, sino que posiblemente no me hubiera defendido y me dejara matar en sus manos.

Parece que puede leerme la mente ya que se aleja unos instantes preguntándome con las cejas si es en serio lo que pienso y mi aterrada mirada se lo confiesa. Abre un poco los ojos, supongo que porque jamás me había visto y sentido tan débil bajo nadie. Vuelve a acercar la cara tanto que su nariz choca con el lateral de la mía, nuestros labios están a la misma altura pero apenas se tocan.

- Me he cansado de pelear -Mi voz sale ronca de lo más profundo de mi garganta en un susurro que choca contra sus labios-. Si vas a matarme, hazlo ahora.

Escucho cómo arrastra algo con sus dedos detrás de mí, algo metálico parecido a un cuchillo y quizás sea alguna daga mía olvidada entre las maletas cuando saqué varias para abrir la botella de vino. Alzo la cabeza para su mayor facilidad, acceso a mi cuello pero su cabeza sigue mi trayectoria y vuelve a posicionarse igual que antes.

- ¿Me lo vas a poner así de fácil?

- No quiero seguir así -Si mi yo de hace unas semanas me viera, posiblemente me mataría personalmente por titubear y casi lloriquear.

- Así que Atenea Coeh tiene sentimientos -Esboza una triste sonrisa apenas duradera.

- Creo que no te sorprende tanto como quisieras.

- ¿Estás cansada de vivir? ¿De esconderte? ¿Cómo se siente que la mejor asesina de la faz de la tierra se rinda ante tus pies?

- No se, dímelo tú.

- Lamentable -Espeta-. Esperaba más de ti.

- Ya te di todo de mí.

- Mentira -Una mano golpea la mesa haciéndome sobresaltar-. ¿De qué estás cansada Coeh?

- Harry...

- ¡De qué!

- ¡No puedo seguir sin ti!

MedicineWhere stories live. Discover now