20. Piano en miniatura

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Es decir, desde aquel despertar luego de la fiesta de pijama, transcurrió una semana y dos días. Nuestro período académico estaba llegando a su fin y es por eso que apenas habíamos interactuado; ahora éramos estos estudiantes llenos de exámenes y proyectos finales a completar. Eso sin incluir que sus entrenamientos se volvían más intensos porque la temporada regular concluía el lunes y tendrían un partido que determinaría si pasarían o no la siguiente fase.

Era testigo de lo agotado que lucía al finalizar el día, pero... ¿Y si yo era otra de las razones de su cansancio? Él pudo... aburrirse. No me extrañaría que sucediera. Quizás él... estaba acostumbrado a que las cosas con una chica avanzaran más rápido, con menos incertidumbre de parte de ellas como la mostraba yo.

Apoyé el rostro en mi mano, suspirando. Y cuando Stella llegó con el nuevo pantalón, mi mente aún continuó perdida en aquella conversación.

(...)

1 de diciembre, 2018.

A veces, el estado de las flores que dibujaba reflejaba mi estado de ánimo.

Luego de estudiar física y darle los toques finales a mi aportación en un proyecto grupal de biología, decidí dibujar un poco.

El que Olivia se encontrara dormida y no existieran riesgos de que los colores terminaran en las paredes o en su cuerpo, me animó a utilizar un poco de mi pintura textil y darle vida a una de mis camisas negras sin estampado con un girasol en la parte trasera.

Junto a varios pinceles, un lápiz blanco para trazar un bosquejo, pinturas y periódico protegiendo el piso de salpicarse, me recosté en el suelo de mi habitación para comenzar a pintar.

Me gustaban los girasoles. Principalmente porque el color amarillo de sus pétalos me transmitía vida y su parecido con el sol, energía. En algunas ocasiones, cuando me sentía algo cansada o triste, dibujaba girasoles esperando recibir un poco de eso. Esta vez, no sucedió así. Alrededor de una hora después, los pétalos que pinté en la camiseta, sin darme cuenta, los hice decaídos en lugar de vivos, afiné demasiado las puntas y le agregué un poco de naranja oscuro y gris, convirtiéndolo en un girasol marchito.

Fruncí el ceño, levantando el torso de la alfombra y apreciando el resultado final. En lugar de darle vida a mi oscura camisa, se la reduje. Negando con la cabeza, peiné un poco el nuevo flequillo que me hice esta mañana.

No era una experta en el área, pero cada tres meses cortaba un poco las puntas de mi cabello y el de Olivia para mantenerlos sanos. Y mientras cortaba el de ella, me mostró la foto de un flequillo que me quedaría «genial» y convirtió los siguientes minutos en súplicas para que me lo hiciera. Como siempre, terminó ganando y ahora tenía un flequillo ligero que ocultaba parte de mis cejas y frente.

Levanté la mirada de la camisa cuando escuché la puerta de la habitación abrirse. Un nudo de nervios se desató en mi estómago al reparar en esa cabellera negra y ojos verdes que no había visto desde la noche anterior porque salió muy temprano a entrenar a pesar de ser sábado.

—¿Qué haces aquí? —intenté sonar divertida, pero el volumen bajo y precavido de mi voz no contribuyó mucho.

—Hago una visita nocturna.

No me sentía exactamente... bien a su alrededor en este momento, pero eso no me impidió apreciar lo guapo que lucía vestido de negro. Ese sombrío color jamás se vio tan bien en alguien, contrastaba perfectamente su cabellera oscura y aquellos ojos esmeralda se convirtieron en algo demasiado estridente para pasar desapercibidos ante alguien.

Casi me sentí mal de solo llevar un short manchado de pintura junto a una blusa blanca y lisa.

—¿A qué debo el honor? —Jugueteé con el pincel en mi mano, nerviosa.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora