34. Sed de sangre

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Osaka, Japón.







—No le creo —dice ella severa.

Los puños de Yuta se cierran y siente el frío metal en su cuello amenazando con abrirse paso por su piel. Sin embargo, su tono no flaquea cuando le susurra entre dientes al chino: —Quítate.

Está bloqueado. No por la sorpresa de tenerlos en sus habitación, esa es la cosa que menos le importa ahora mismo, sino la razón.

En otro momento tomaría esa muñeca que roza su cuello y la destrozaría, pero... ¿Qué puede hacer? Si ellos están allí, es porque algo pasó y tampoco tienen idea del paradero de Sicheng.

YuQi gruñe y tensa su brazo moviendo sus dedos sobre la cuerda con duda. —No lo volveré a repetir... ¿Dónde está Sicheng?

—Si supiera donde está ¿Estaría perdiendo el tiempo con ustedes dos?

La chica no recibe la respuesta y en el borde de sus ojos aparece un tinte rojo de desespero acompañado de un temblor que la desestabiliza. —¡Díganos dónde está!

—¡No lo sé!

Chenle rápidamente cambia su posición y ahora el cañón de una pistola se encaja en la espalda del japonés con rudeza. —Le volaré la columna si vuelve a responder eso.

—¡Entonces hazlo!

YuQi baja el arco y queda helada al ver todas las facciones del japonés fuera de lugar después del grito que resuena por toda la habitación. Sus hombros suben y bajan rápidamente y a penas puede tomar aire.

Ella lo mira inquieta y Yuta simplemente cierra los ojos y respira profundo cuando su recta postura regresa.

—Sicheng no está aquí.

Chenle escasamente se aleja medio paso de él y guarda el arma. YuQi tiene la mirada perdida en el suelo mientras niega con su cabeza y busca algo para decir.

Yuta siente algo palpitar en su sien y antes de que lleguen las preguntas de alguno de los dos, explica que sucedió el día que vio a Sicheng por última vez.

El chino sigue atento a su espalda, pero lo olvida rápidamente cuando se concentra en el ceño fruncido de ella escuchando el antes y después de ese día.

—¿La tiene? —es lo único que ella pregunta cuando el japonés termina. Seria y sin titubear.

Yuta la saca de su pantalón de vestir. Arrugada y quebrada, omitiendo el detalle de que lo único que ha hecho es estampillarla contra su escritorio mientras siente perder la cabeza cada que le pregunta a sus hombres por qué no encuentran una respuesta.

YuQi toma la foto y el japonés puede ver el escalofrío que recorre su cuerpo y abre una pequeña grieta en la actitud dura que que la caracteriza.

—Una de las razones por la que regresó aquí fue esto. Kris lo llevó por ciertos lugares, se enfrentó a su gente y como migajas en el camino, dejó esto —ella explica, bajando la foto y batiendo su mano con desdén hacia lo que también lo trajo a la casa del japonés. —Pero esta es distinta, estos dos rostros estaban arruinados ¿Quién es ella?

—Mi madre.

Y al ver el rostro de la chica palidecer, se adelanta explicándoles breve y concisamente lo que les incumbe saber. Para ello se remonta a muchos años atrás y repara en los recuerdos que le pueden ser de utilidad.

ENDGAME [YUWIN]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu