Capítulo 10

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Lo siguiente de lo que fue consciente Deidara era estar recostado en su cama de toda la vida. No sabía si el sol se movía para ocultarse o para mostrarse, la habitación iluminada en tenue luz natural le permitió distinguir el cuerpo de su esposo reposando a su lado, de nuevo cerró los ojos; estaba seguro de ya llevar en cama varios días pero aun así se sentía cansado, solo movió la mano para hacerle saber a Sasuke que ya estaba despierto.

Este de inmediato reaccionó e hincado sobre la cama lo miró desde lo alto, solo abrió de nuevo los ojos para hacerle saber que no había sido un reflejo inconsciente. Quiso sonreírle pero su ánimo no se lo permitió, mantuvo los labios resecos apretados a pesar de su deseo de comenzar a hablar.

Hubo algo amargo en la condescendencia de Sasuke, su suave caricia al rostro para reconfortarlo solo logró enojarlo. Era esa estúpida mirada de culpa, no necesitaba preguntar para saber que algo de nuevo había salido terriblemente mal. No tenía prisa porque se lo dijeran, con total parsimonia se recargo sobre sus codos y con toda la fuerza que tenía giro su cadera a la par que se enderezaba para sentarse a la orilla de la cama.

Sí, definitivamente no necesitaba escucharlo. Era un castigo divino, eso debía ser, de otra forma no entendía porque el destino se ocupaba de dejarle claro que él no merecía una familia. Cada vez le dolía más o tal vez ahora aguantaba menos los golpes, sentía de nuevo un malestar en el cuerpo y el espíritu; aunque todas las heridas estaban tan frescas que ya no sabía cuál era peor.

No quería mirar nada, no quería sentir nada, no quería escuchar nada, no quería pensar nada. Ya no existía la tristeza, existía el enojo. Sentía la furia correr por sus venas, ¡qué todo se fuera al demonio! Él no era ningún cobarde, lucharía para demostrarle a la vida que se merecía ser feliz más que nadie; ya había sacrificado tanto que se aferraría a la mínima esperanza.

- ¡De nuevo!

- ¿Qué?

- ¡Lo intentaremos de nuevo! Una y mil veces hasta que tengamos a ese vástago, no permitiré que sea de otra forma. Ya sea hoy, en un año, en 20 si hay que esperar pero lo tendremos; tendremos a un heredero de la Roca y el clan Uchiha.

- Tranquilízate Deidara –lo tomó por los hombros al verlo tan alterado, parecía una bestia enjaulada. –Hablemos primero.

- Te lo estoy diciendo Sasuke Uchiha, te daré un hijo cueste lo que cueste. –Ya respiraba agitadamente y comenzaba a marearse, se tomaba el cabello con desesperación.

- Deidara por dios, ¡siéntate! –Era mejor soltar toda la noticia ahora y no después, mejor que se enterara de una vez, además ya no había mucho tiempo. –¡Solo de mirarte me entran unas ganas de morir! –esas palabras hirieron al rubio, ¿por qué su esposo decía eso? Se quedó quieto por fin y centró toda su atención en Sasuke. –No entenderás jamás esta culpa que siento. Veme, soy una vergüenza, un bufón, un mal chiste, ¿por qué tú tienes que sufrir más cuando todo fue mi maldita culpa? Yo no pude protegerlos, mi principal deber era velar por ustedes, cuidarlos como el tesoro que son pero no pude y ahora tú estás aquí gritando que lo quieres intentar de nuevo a pesar de mi mal agüero, sigues aquí luchando por alguien como yo que ni siquiera vale una de tus lágrimas y ahora te he jodido la vida.

Se quedaron en silencio un buen rato, Deidara repetía cada palabra en su mente, al menos ya estaba menos alterado. Él no lo veía así, no creía que Sasuke le hubiese arruinado la vida de ninguna forma.

- Sasuke, Sasuke... no es así. Somos un matrimonio, sé que podemos lograrlo. –el Uchiha se hincó frente a él en un acto que aparentaba sincero arrepentimiento y lo abrazó por la cintura pegando su rostro al vientre aún adolorido para darle la noticia.

Lo que no puede ser profanado por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora