Responsabilidad

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El temible conde Phantomhive quedó estupefacto ante tal inesperada revelación de su demonio, quien disfrutaba en silencio ver su gesto de confusión. El verlo avergonzado y ruborizado era su malicioso deleite, pensaba como pocos conocían esos gestos de bochorno de su amo, este que siempre con afán trataba de mostrarse como un frío adulto sin corazón frente a los demás.

Sin embargo detrás de su frialdad un niño tímido se escondía, conocía bien ese rasgo en su personalidad que trataba de ocultar pero ese era motivo de burla de vez en cuando. Una repentina bofetada en su mejilla fue lo que sintió sacándolo abruptamente de sus "profundos" pensamientos.

—¡Deja de jugar conmigo, estás yendo contra lo que convenimos! ¡No me mientas!

Era el regaño que escuchó el demonio sintiendo como su mejilla ardía por ese golpe, si había algo que odiaba era que este mocoso atrevidamente lo golpeara y más molestia le provocaba el no poder devolverle la bofetada.

—Ya le aclaré el asunto de que no estoy jugando que no puedo mentirle. No jugaría con algo que podría invalidar nuestro contrato ¿Perder mi inversión de tiempo en usted? No soy tan idiota para hacer este tipo de broma —Un poco molesto Sebastian le aclaró mientras fijó su mirada en el joven que incrédulo se negaba a creer esa locura.

Ciel dio un fuerte suspiro para calmarse, no podía alterarse como lo estaba haciendo así que decidió calmarse porque si su demonio jugaba justamente le estaba dando lo que quería al reaccionar de esta manera.

—Así que... —Con seriedad el conde pretendía dar inicio a tan extraña conversación— Supuestamente ese niño es mío también ¿Cómo se supone que sucedió? Apenas si hay contacto físico entre nosotros porque no creo que ahora se tenga hijos por vestir a alguien.

Un poco sarcástico dijo ya que el contacto diario entre ellos era ese, el de vestirlo, Sebastian no estaba de humor para su sarcasmo así que suspirando solo le contó la manera en la que suponía ocurrió este embarazo. Ciel dudaba pero viendo su seriedad creía un poco tan descabellada forma de concebir un hijo. ¿Unos roces forzados de labios? ¿Eso bastó? Pensaba apenado al imaginar lo sucedido ese día, su demonio había probado sus labios.

—¿Estás seguro? —El conde levemente sonrojado cuestionó.

—¿Seguro de qué? ¿Del embarazo? O ¿Cómo lo concebimos?

El demonio cuestionó malhumorado, se reservaría de contarle sobre la voz del pequeño que le habló hace dos semanas alertando su existencia, no era el momento de aclararlo quizás después lo haría. ¿Después? Eso implicaba un futuro, se quedó callado un poco abrumado pensando en como su futuro era incierto ahora.

—No sé... El embarazo. —Replicó nervioso.

—Puedo sentirlo dentro mío... ¿Quiere tocarlo? Tal vez si lo siente acabamos con su incertidumbre—Sugería Sebastian, conociendo a su amo sabía que se negaría ante el contacto físico pero se sorprendió de inmediato al ver como él le afirmaba con un leve movimiento de cabeza su sugerencia.

El mayordomo levantó un poco su camisa, desabrochando su pantalón lo bajaba un poco, el joven al ver lo que hacía se ruborizó un poco más.

—¿Qué se supone que haces? —Ciel le cuestionó avergonzado algo alterado, Sebastian esbozó una forzada sonrisa porque intuía sus pensamientos insanos reflejados en ese bochorno suyo.

—El niño está aquí —Aclaró señalando con un dedo la parte baja de su vientre— Lo podrá sentir mejor con mi piel desnuda, no sé que clase de pensamientos tuvo pero le aclaro que lo que menos desearía ahora es que tengamos intimidad, lo que me atrae de usted es su alma no su cuerpo.

Regalo Perfecto Where stories live. Discover now