Pequeño

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El llanto del pequeño irrumpía el silencio que se había formado entre amo y mayordomo, quienes sutilmente se abrazaban, en el ajetreo de ese parto apenas se dieron cuenta que ya había anochecido. Notaron como en medio de ese primer llanto su hijo les hacía un puchero mientras se retorcía en los brazos de Ciel que lo cargaba, la penetrante mirada llorosa que les dedicaba hizo que sus padres se miraran entre si.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué nos mira así? —Cuestionaba el joven mientras lo retenía con fuerza en sus brazos para que no cayera.

—Quizás tenga hambre... O tal vez quiere que nos besemos.

Ante la insinuación coqueta de su demonio lo miró con enojo a la vez sus mejillas se tiñieron en un tenue rubor, era vergonzoso sentirse el objeto de deseo de este aunque era halagador también porque él quería besarlo de nuevo ¿Le había gustado ese torpe beso? O solo quería fastidiarlo.

—Estaba bromeando, no se enoje—Sebastian le aclaró con una sonrisa socarrona que combinaba a la perfección con su tono de voz— Creo que su hijo se frustra porque quiere hablar y no puede.

El pequeño en su puchero asentía con la cabeza, comenzó a abrir y cerrar la boca como queriendo hablar, era evidente su frustración, al estar fuera de su padre ahora era como cualquier humano, aunque su cuerpo era en parte humano aún no podía asimilar todavía algunas funciones.

—No hables... Ya de por si eres raro y si hablas lo serás más. —Ciel lo regañaba, el pequeño desvío la mirada, sus llorosos ojos azules se llenaron de lágrimas de nuevo. Tratando de alejarse del conde estiraba los brazos queriendo que su padre demonio lo agarrara y este así lo hizo.

—Joven amo... Decirle eso fue un poco cruel, es un niño que entiende todo y lastimosamente aunque sea mitad demonio tiene sentimientos como los humanos.

Sebastian con esfuerzo se levantaba con el niño en brazos, que se aferró a su regazo, padre e hijo al parecer se habían resentido ante esas frías palabras. Ciel los vio alejarse, sintiéndose un mal, quizás no debió hablarle así a un niño recién nacido pero no iba a pedirle perdón tampoco, un Phantomhive no haría eso ¿O si? Rememoró vagamente a su padre, como él en una ocasión le pidió perdón por algún motivo que ahora no recordaba pero lo hizo a pesar de que el mismo era un niño. Ya había empezado mal la relación con su hijo, el orgullo era un rasgo que lo dominaba pero su inteligencia lo era más y debia reconocer que se había equivocado al tratarlo así. No fueron tanto sus palabras lo que resintieron al pequeño sino la mirada de desprecio que le hizo.

Casi enseguida se levantó, caminaba en dirección a la habitación donde los vio entrar, a la vez que pensaba en sus padres, quería que ellos fueran el ejemplo que debía seguir entonces iba con un espíritu conciliador, aunque le dolía en el orgullo debía disculparse, con el pequeño no con Sebastian, eso lo tenía claro. El demonio sintió que su amo entró a su habitación donde en la cama vestía con su primera ropa a su hijo, quien más tranquilo parecía sonreír.

—Te ves lindo, con esa ropa... Disculpa que no tenga tanto estilo pero yo mismo la hice supongo hay que hacer arreglos para esconder tu cola, alas y debemos ponerte algo en la cabeza, a menos que puedas esconder "tus rarezas" por ti mismo. —Sebastian le hablaba con tono sarcástico sabiendo que su amo lo escuchaba, haciéndolo sentir mal, aún así en silencio se les acercaba— ¿Puedes hacerlo?

—Yo... —Ciel balbuceó pretendiendo disculparse con el pequeño cuando estaba cerca, quien cerrando los ojos con fuerza ocultaba los cuernitos de su cabeza— No tienes que ocultarlos de nosotros, me gustan tus cuernitos.

Cariñoso y conmovido el conde le hablaba al ver como su pequeño le sonreía, ciertamente fue cruel decirle aquello su hijo, él no era raro, era especial, acercándose lo abrazaba, no siendo rechazado sintió como su abrazo era correspondido por ese niño tan pequeño que como dijo Sebastian entendía todo. La tierna y silenciosa escena fue interrumpida por un doble gruñido, Sebastian sacudía la cabeza en medio de un suspiro resignado.

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