Nocturno

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El joven conde Phantomhive asumía con disimulada alegría la responsabilidad de ese hijo que crecía en el interior de su demonio mayordomo, quien resignado notaba como cada día se abultaba más su vientre.

—¿Cómo te sientes? Te ves algo pálido. —Ciel le hablaba con un tono de preocupación cuando por la noche de Sebastian se despedía.

—Algo cansado... Hoy hice limpieza de toda la cocina y biblioteca.

—Te gusta desobedecerme ¿Verdad? Te voy a amarrar a la cama para que descanses a la fuerza.

—¿A su cama o a la mía?

Con aire coqueto le cuestionó el demonio para fastidiarlo, consiguiéndolo porque solo sintió un almohadazo en la cara que no pudo evitar, con los cambios sufridos en su cuerpo las últimas semanas sus habilidades estaban siendo un poco afectadas también. Ciel esbozó una sonrisa al ver el rostro sonrojado de su demonio por el golpe.

—No hagas esas preguntas idiotas obviamente te amarraré a tu cama. —Le regañó el joven con fingido enojo, Sebastian caminaba hacia él y le devolvía la almohada.

—Era broma... No es para que se altere de esa manera, que seamos padres de este niño no nos hace pareja.

Murmuró el demonio con una falsa sonrisa dando media vuelta pretendía salir de la habitación de su amo, quien bajó la mirada ante esa aclaración, solo lo vio salir sin decir más.

—Que sensible... —Dijo en un susurro para si mismo cuando se quedó a solas el joven— Yo no quiero nada de ti.

Como cada noche desde que se enteró del pequeño asunto con Sebastian no lograba conciliar el sueño con facilidad y hoy no sería la excepción, al parecer ya estaba acostumbrándose a los desvelos que le tocaría pasar cuando su bebé naciera porque se había prometido ser un buen padre en honor al padre que perdió de forma prematura. Una lágrima sin notarlo rodó por su mejilla, evidencia de la nostalgia que sin querer evocó, era una de esas furtivas lágrimas que no permitía que nadie viera ni siquiera y mucho menos su demonio; mostrar fragilidad le estaba prohibido.

—Joven amo... ¿Estás despierto?

Era el llamado susurrado de Sebastian en esa madrugada, Ciel se sentó casi en un sobresalto al ver solo su cabeza asomarse por la puerta.

—¿Qué sucede? Entra... ¿Le pasó algo al bebé? —Un poco abrumado le cuestionaba mientras lo veía acercarse.

—No... No... Estamos bien... Es solo que venía a pedirle disculpas por mi comportamiento de hace unas horas.
—Era la justificación de Sebastian que estaba de pie cerca de la cama de su amo que sonrojado daba un suspiro de alivio al oír que estaban bien.

—No tenías que venir por eso... No pasa nada.

Ambos se quedaron en silencio, el demonio se sentía incómodo de estar pidiendo disculpas a esas horas pero el pequeño "intruso" en su cuerpo lo obligó a hacerlo, las mordidas que le daba eran dolorosas y aunque soportó un rato no pudo más.

—¿No puedes dormir? ¿Quieres que prepare un té? —Sebastian le cuestionó para romper ese incómodo silencio.

—No... Estoy bien, solo tuve un mal sueño pero ya me duermo, ve a descansar.

—Quiero dormir con él... No se enojará si dormimos juntos. —La pequeña voz hablaba sin que Ciel lo escuchara, el demonio por su parte lo callaba internamente porque no quería hacer aquello— Pregúntale porque él no lo pedirá.

—Ya me tienes harto... —En un murmullo habló Sebastian, Ciel de inmediato frunció el ceño ante esas palabras que pudo oír con claridad en medio de esa silenciosa madrugada. No encontraba motivos para aquello, lo único que hacía era cuidarlos, quizás no era mucho con lo inútil que se sentía pero estaba haciendo su mejor esfuerzo. Sentía no merecer tal dureza de palabras, bien podía regañarlo pero solo se recostó en la cama y sin decir nada se cubrió con las sábanas— Joven amo... No se lo decía a usted...

Regalo Perfecto Where stories live. Discover now