Confusión

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Con el transcurso de los días Sebastian parecía ir asimilando el incómodo asunto en su cuerpo, los abrumadores dolores de cabeza eran menos así como los mareos y desmayos. En medio de suspiros frecuentes no tenía más opción que resignarse, era mejor afrontar esta situación con algo de dignidad, pensaba. Físicamente parecía estar mejorando un poco pero emocionalmente no mucho, por momentos se llenaba de frustración al sentir a ese niño moverse o cuando lo palpaba con más facilidad al acariciar su vientre. Estaba creciendo, una pequeña vida se desarrollaba en su oscuro ser, era una abominación para su naturaleza.

Ciel por su parte como el adulto que aparentaba ser aceptó su responsabilidad aunque no era su obligación hacerlo, bien podía haberse justificado alegando ser un niño mas su orgullo no le permitiría asumir esa posición. No tenía idea de como parte de su ser se había combinado a la asquerosa naturaleza de Sebastian para formar ese niño pero también al igual que su demonio se estaba resignando a la extraña situación.

Por las noches antes de dormir cuando se quedaba a solas, cerraba los ojos mientras sus mejillas se teñían en un sutil rubor imaginando como sería ese pequeño, aunque no lo admitiera, tontamente se estaba ilusionando con la idea de ser padre.

—Parece que se te está notando... Está creciendo rápido. ¿No? —El conde con seriedad comentaba cuando su demonio le servía el desayuno en la cama.

—Si parece que si... Quizás sea más alto que usted.

—Para fastidiarme no te sientes mal.

—Quizas si me siento mal solo que trato de no hacerlo notar porque después mi joven amo me manda a encerrarme en mi habitación.

Ciel con el ceño fruncido tomaba un sorbo de su té caliente, no entendía por qué su demonio era tan quisquilloso solo estaba procurando su bienestar aunque no lo culpaba ya que el actuaría de la misma forma.

—Entonces si te sientes mal... —Murmuró el conde con la taza de té en mano— Ya no voy a esperar que me lo digas o que te desmayes. Termina de servirme y ve a descansar.

—Me siento bien... Solo tengo algo de hambre. —Decía el demonio con una falsa sonrisa.

—¿Ya comiste algo? No quieres que te cuide pero por ti mismo no lo haces, sé que no te complace comer estos indignos alimentos sin embargo siéntate a desayunar conmigo.

—¿Con usted? ¿En su cama?

—No me dejas otra opción —Era la respuesta en susurro del joven que apenado notó el tono burlón de su mayordomo. Una indiscreta insinuación que le avergonzaba— Solo lo hago por ese niño, si fuera por ti te dejaría morir de hambre.

—Gracias por el afecto, aceptaré su invitación si me deja después cumplir tranquilo mis labores de hoy.

—No estás en posición de negociar mis órdenes.

El demonio se debatía internamente el comer esos alimentos que saciaban el hambre de ese pequeño en su interior, aún lo titubeaba cuando hace un par de días comprobó que al alimentarse con esa comida común su energía no disminuía, era una leve humillación que le costaba enfrentar.

—No me complace pero necesito hacerlo, si como esto... ¿Me dejará cumplir con mis labores? —Sebastian resignado cuestionó notando una sonrisa algo burlona en su amo— ¿Qué le causa gracia?

—Muchos quisieran tener descanso en su trabajo y tú que lo tienes te mueres por trabajar.

—Me aburro descansando, no a todos nos invade el espíritu de ociosidad... —El mayordomo entredientes murmuró mientras con su enguantada mano tomaba un trozo de pan de la charola.

Ciel con disimulo veía a su demonio de pie junto a su cama comer ansioso ese trozo de pan, parecía un niño que no había comido en días, suponía que el hambre le hacía perder los modales. Si tenía tanta hambre ¿Por qué no había comido? ¿Acaso le gustaba que le ordenara comer?

—Veo que tenías hambre... Siéntate a comer.

—Estoy bien así... Gracias.

Con una sonrisa de falsa amabilidad el demonio se negaba a la petición de su amo, quien tampoco insistiría ya que se vería extraño. Ciel notaba los cambios de humor de Sebastian, ahora el título de gruñón de la mansión estaba en competencia por los dos. Si bien su demonio no era la alegría andante, debía admitir que extrañaba un poco su amabilidad fingida, sus sonrisas forzadas, las ocurrencias que hablaba y ese extraño sentido del humor que le fastidiaba, en cambio ahora era bastante irritable hasta algo grosero, ya no era el odioso demonio parlanchin de antes. Esos eran los pensamientos de Ciel mientras comía inmutado unos trozos de fruta.

—Mi padre se puso triste, no seas grosero y siéntate.

Sebastian abrió los ojos con sorpresa al oír esa voz de su interior, era la primera que ese niño hablaba estando su amo cerca, pero notó como Ciel seguía comiendo como sino lo había escuchado.

—¿Lo oiste? —Preguntó el mayordomo limpiándose las migajas alrededor de su boca.

—¿Qué? ¿Qué se supone debo oir?

—Nada... —De nuevo evadió el tema para no quedar como idiota frente al conde que fijó su mirada extrañada.

—Vamos... Siéntate... Eso quitará su tristeza... —Esa voz tenue resonaba en su interior, Sebastian quería refutarle pero disimuló su molestia mientras seguía comiendo— Quiero que él me acaricie... Acércate o morderé tus entrañas... Eso te duele ¿No?

—Maldito manipulador...

—¿Qué?

El conde con molestia le cuestionó al sentirse insultado tan de repente, aceptaba que era manipulador pero ahora no creía merecer esas palabras cuando solo estaba cuidando a su hijo.

—No se lo decía a usted, pensaba en otra persona. Mis disculpas...

Nervioso Sebastian decía escuchando como ese niño caprichoso dentro suyo seguía insistiendo en que se sentara, se movía con fuerza dentro suyo ¿Estaba haciendo un berrinche? No nacía todavía y ya debía soportar sus pataletas. Con disimulo se sentó, obligado ante tanta insistencia que su amo ignoraba, solo se percató como su demonio estaba inquieto y apenado.

—Joven amo... Se está moviendo mucho ¿Quiere sentirlo? —Le sugería el demonio estando sentado a su lado, era bochornoso pedir tales cosas, era como rogar una caricia. Pero solo así este niño caprichoso se tranquilizaría.

—Claro... si no te molesta.

Ciel al decir eso rozaba su mano sobre la tela que cubría el vientre bajo de su mayordomo, se sonrojaba al sentir ese movimiento, disimuló su emoción con un gesto serio.

—Se siente bien... —Era lo que Sebastian oía desde su interior, ese pequeño se relajaba ante las caricias de su otro padre— Ya no te morderé. Papá... ¿Él está feliz? ¿Sonríe por mi?

Sebastian fijó su mirada en su joven amo, miró su rostro sonrojado, se enfocó en sus labios que esbozaban una menuda sonrisa que no parecía ser como las usuales en que le mostraba frialdad. Parecía estar feliz, por primera vez con sinceridad pensó que su joven amo era realmente hermoso, esa mirada tímida que rehuía a la suya, esos labios que se tensaron al sentirse descubierto, los mechones de su cabello despeinado combinaban a la perfección con el matiz rosa de su blanca piel.

Ambos desviaron la mirada casi al instante, el pequeño en su interior se quedó en silencio al parecer se quedó dormido aún sin escuchar respuesta de sus dudas quizás porque Sebastian sin palabras le dio una clara respuesta. El pequeño percibía que su padre humano parecía empezar a quererlo, lastimosamente a su padre de naturaleza demoníaca no parecía causar el mismo efecto.

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Muchas gracias por estar al pendiente de esta historia, espero haya sido de su agrado este capítulo.







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