Capítulo 22

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—Pues entonces habla, ya nada tengo que perder, cualquier cosa que me puedas decir está de más— Mina tenia toda la confianza de que ya nada podía ser peor, pero estaba muy equivocada.

—Muy bien princesa, te recomiendo que tomes asiento, esto puede ser muy duro para ti— Beryl hablaba con un enorme gesto de seguridad e ironía en sus palabras —Voy a contarte toda la verdad, no omitiré ningún detalle. Debes saber que todo lo que he hecho hasta el día de hoy forma parte de un plan que inició desde antes de tu nacimiento, todo comenzó hace veinte años cuando yo era una habitante más del reino Plateado. Tu padre y yo éramos muy buenos amigos, solíamos frecuentarnos muy continuamente y poco a poco con la convivencia creció en mi un sentimiento hacia él, pero tristemente tus abuelos lo habían comprometido con tu madre, y dada mi cualidad de plebeya no podía aspirar a sostener algún día una relación con él. Por un largo tiempo me dediqué a tratar de conquistar su corazón, pero él ni siquiera podía considerarme como algo más que una amiga. Muchas veces me confesó que no amaba a tu madre, pero siguiendo sus obligaciones cumplió con su palabra y la tomó como esposa, aunque con el pasar de los años logró enamorarse perdidamente de ella. Poco a poco nuestros encuentros eran menos hasta que un día simplemente no volvimos a vernos dejándome así totalmente fuera de su vida. La tristeza de saber que lo había perdido para siempre llenó mi corazón de amargura y rencor, así que un día simplemente desaparecí, huí al reino vecino, al reino de Crystal y comencé una nueva vida en la que tenía dos objetivos muy importantes; el primero, que nunca nadie me volvería a pisotear ni a ver derrotada, y el otro y el más importante, vengarme de tus padres, aunque para eso tuve que valerme de algunas personas que me dieron el poder que hoy tengo. Cuando llegué al reino de Crystal me hice pasar por una duquesa a la que durante un viaje habían asaltado en el camino y le habían arrebatado sus pertenencias, con eso logré que el rey me diera asilo en su Palacio, y obviamente, utilizando algunas armas de seducción logré que ese ingenuo hombre me pidiera matrimonio, al que de inmediato acepté, y desde luego, de esa unión nació Kunzite y yo por supuesto me convertí en la reina de ese inmenso territorio. Un día, llegó al palacio una invitación en la que solicitaban la presencia de mi esposo, dicho documento llevaba la firma de tu padre, se nos convocaba a una pequeña reunión que se llevaría a cabo para celebrar el nacimiento del heredero del rey Artemis. Tu padre aún desconocía que yo era la soberana del reino contiguo, así que cuando volvió a verme y en las nuevas condiciones en las que me encontraba quedó impactado. No creía lo que sus ojos le mostraban: delante de él estaba yo, la reina Beryl. Pensé que lo que sentía por él se había esfumado con el paso del tiempo pero no fue así, el verlo feliz y en compañía de tu estúpida madre hizo renacer en mi ese sentimiento de venganza y fue entonces cuando decidí poner en práctica lo que sería el comienzo de mi astuto plan para acabar con tu padre. Durante nuestra estadía en el palacio comencé a darle a tu madre algunos tes hechos de hierbas con la finalidad de relajarla y que perdiera los nervios que tú próximo nacimiento le traía, aunque la verdadera intención era la de envenenarla. Combiné pequeñas cantidades de hierbas tóxicas con las benéficas y poco a poco comenzó a sentirse mal, cayó en una extraña enfermedad que no dejaba ningún rastro ni siquiera al ser analizada por los mejores médicos del mundo, así que al no tener un diagnóstico exacto no hubo como salvarle la vida. Poco a poco se fue debilitando, y el día de tu nacimiento ella por fin murió y tú lograste sobrevivir, lo cual me facilitó la manera en la que acabaría por completo con tu padre, pues cuando la consentida y caprichosa princesa deseaba algo, por más insignificante que fuera, el rey se lo daba sin importar el precio que había que pagar, hasta que un día, sin darse cuenta, los recursos del reino se agotaron. Para seguir brindándote la vida que llevabas, tu padre comenzó a sobre explotar a los aldeanos dejándolos en la completa pobreza, y al no tener nada más de dónde hechar mano comenzó a endeudarse, pidiendo préstamos enormes a quien pudiera dárselos, y entonces aparecí yo nuevamente, tan bondadosa y comprensiva y comencé a darle todo el dinero que necesitaba para complacerte— con cada palabra que Beryl expresaba Mina quedaba inmóvil ante la impresión, pero esa última afirmación llegaba al mismo punto de partida, todo había sido causa de sus caprichos y vanalidades.

—¡No me mires con esa cara princesa! No después de lo que hice por ti ¿Quién crees que pagó tus costosos viajes? ¡Así es! ¿Quién crees que pagó ese barco cargado de joyas que se te obsequió en tu décimo quinto cumpleaños? Cuando deseabas el último vestido que se había diseñado y había que traerlo del extranjero ¿Quién crees que lo hizo? ¡Así es! ¡Fui yo! ¡Siempre fui yo!— Beryl soltó una fuerte carcajada que sonó a lo largo de la habitación —Cuando tu padre estuvo ahogado hasta el cuello con su deuda comencé a exigirle que pagara, pero evidentemente no había forma, así que con lo único con lo que podía retribuirme era con su reino, un día Artemis me confesó que todo su territorio estaba lleno de yacimientos petroleros, si nunca los explotó fue por que no disponía de los recursos para hacerlo. Evidentemente no podía darme ninguna autoridad sobre su territorio, a menos que formara parte de la familia real, y siendo yo ya una vieja solo pensé en Kunzite, si él te desposaba sería amo y señor de todo, así que planeé todo con tu padre, pero el muy estúpido se arrepintió a última hora y pensó en hablar contigo y decirte toda la verdad, cosa que no podía permitir, así que tuve que silenciarlo. Por fin lo que comenzó hace veinte años ha llegado a su fin, mi venganza está completa, asesiné a tu madre y a tu padre, y tú ¡mírate! Estás acabada, no tienes otra opción más que firmar el acuerdo matrimonial, o de lo contrario, mi enorme ejército comenzará a atacar a toda tu gente— Mina no sabía que hacer, pero si el bienestar de su pueblo estaba en sus manos lo haría, aunque fuera lo último que hiciera por ellos lo haría.

—¿Cómo puedo estar segura de que cumplirás con tu promesa?— cuestionaba la princesa.

—Podré ser todo lo que tú quieras, pero soy una mujer de palabra ¿Lo tomas o lo dejas? ¿Que decides?

—Está bien, firmaré el documento— Mina tomó la hoja y colocó su firma debajo de dónde aparecía su nombre impreso  —Haz lo que quieras con el reino, solo deja que la gente se vaya, que encuentren un lugar mejor para vivir.

—Por supuesto, lo haré, todas las personas del pueblo podrán irse ¿escuchaste bien? Las personas que habitan en el pueblo son libres, eso no incluye a los habitantes del palacio, es decir, tu servidumbre y tus soldados se quedarán bajo el mandato de Kunzite— sin duda Beryl era demasiado calculadora —¿Me preguntó cómo le irá a partir de ahora a ese soldado tuyo, pobre Yaten, mi hijo está ansioso por torturarlo— Beryl salió de la habitación cerrando la con llave y dejando a la princesa con un llanto de desesperación por no poder ayudar a quien en su momento dió todo por protegerla a ella.

—¿Que será de Yaten? Todo fue por mi culpa, soy una completa tonta— las lágrimas no paraban de salir por su hermosos ojos azules cuando de pronto una voz proveniente de su balcón se escuchó.

—¿De verdad te preocupa tanto lo que le suceda a tu guardián?

El guardián de su amorWhere stories live. Discover now