Capítulo 9

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A paso veloz, Diana se dirigió rápido al lugar que su princesa había indicado. Al llegar, sin ningún modal presente entró a la morada del médico de una manera abrupta y desesperada.

—¿Que sucede Diana? ¿Que manera de de irrumpir es esa?

—¡Discúlpeme doctor! Es solo que necesito de su ayuda, es la señora Kou, tiene una especie de crisis y necesita de su atención lo más pronto posible.

—Y esa mujer ¿Tiene con qué pagar mis servicios?— a fin de cuentas era amigo del rey, no se esperaba menos de su actitud, siempre preocupados por el bienestar personal.

—No lo sé, pero quién me envió fue la princesa Mina, en este momento está acompañando a la enferma mujer.

—¿No me digas?— una fuerte carcajada en tono burlón salió de la boca del hombre, para él era casi imposible de creer en las palabras de Diana —¿Estás diciendome que la princesa se encuentra en esa casa? ¡Vaya que me has hecho reír! Sé perfectamente que el rey jamás permitiría que su hija anduviera deambulando por el pueblo y mucho menos conviviendo con tanta familiaridad, seguramente lo has dicho para hacerme ir, pero no lo conseguirás.

—Está bien, no vaya con migo si no quiere, le informaré a la princesa que no fue su deseo acatar su orden, pero de antemano usted conoce la ley, y sabe perfectamente cuál es el castigo por desobedecer una orden real ¡Lo veré en su ejecución!— Diana dió media vuelta dispuesta a regresar, pero en ese momento la voz temerosa del médico la detuvo.

—Espera, iré contigo, pero te advierto que si todo es mentira regresaré a casa sin brindarle atención a esa mujer a menos que pague por mis servicios.

Ambos se dirigieron hacia donde se encontraba Mina, quien sostenía entre sus brazos a la madre de Yaten que había caído en un profundo sueño producto de un fuerte dolor que la mujer sentía en el pecho, pero lo que realmente sorprendió al médico fue comprobar con sus propios ojos que las palabras de Diana era verdaderas.

—¡Majestad! ¿Que hace aquí? Y... ¿Con está jentuza? ¿Su padre lo sabe?— el tono despectivo del médico no se hizo esperar.

—¿Que tiene de extraordinario que me encuentre en el pueblo? Todos los que aquí viven son personas, seres humanos como usted o como yo, quizá más auténticos, sinseros y felices que nosotros. En cuanto a mi padre, no sabe que estoy haciendo esto, pero créame que se lo comunicaré, todo el reino será mío algún día y deseo conocer de cerca las necesidades de mi gente. Ahora atienda a esta mujer.

El médico comenzó con la revisión de la dormida Kakyu quien aún sostenía una respiración un poco agitada —por los síntomas que presenta puedo suponer que tiene una neumonía crónica y muy mal cuidada. Le dejaré algunos medicamentos y antibióticos que le serán de gran ayuda, pero lo más importante es que no debe exponerse a cambios bruscos de temperatura, y tratar de guardar el mayor reposo posible durante algunos días.

—Gracias, me alegra escuchar eso, ahora retirese— Mina tomó algunas monedas de oro y las colocó sobre la mano del ambicioso médico, mientras otro puñado era entregado a Diana —por favor, ve al mercado del pueblo, compra lo necesario para que esta mujer no pase necesidades, un poco de comida y artículos personales, yo cuidaré de ella hasta que despierte.

Después de un rato Kakyu comenzó a recuperar el conocimiento, sobresaltada se levantó y con un tono de preocupación comenzó a hablar —Chibi, mi pequeña, Chibi ¿En donde está?

—Tranquila, todo está bien, su hija se encuentra con Diana, la envié a comprar algunas cosas, pronto regresarán ¡Me alegra que esté mejor!— con una dulce sonrisa Mina intentaba tranquilizar a la mujer.

—¿Cosas? ¿Que cosas? Yo no tengo con qué pagarlas.

—No se preocupe, no tiene que pagarlas, yo lo haré.

—¿Por qué hace esto? ¿Por qué me ayuda? O es que acaso todo esto es un plan del rey para terminar con mi familia y con nuestras vidas— Kakyu se encontraba sobresaltada, no daba crédito al hecho de recibir ayuda desinteresada del reino.

—¡Por su puesto que no! ¿Cómo puede decir eso? Lo que hago es por su hijo, él me contó su historia y quise ayudarlos, solo es eso— Mina se encontraba molesta ante el comentario de Kakyu, aunque en el fondo comprendía los motivos de su desconfianza.

—Lo que dice es verdad— al regresar a la casa Kou, Diana presenció las declaraciones de la mujer e interrumpió su hablar —su hijo le contó parte de su vida, ella solo quiso comprobar que era cierto, y al llegar aquí le tendió la mano, sin ninguna doble intención. La conozco, sé que es una joven caprichosa y testaruda, pero no tiene malos sentimientos, todo esté tiempo que he estado a su servicio he visto en ella a una persona pura y noble, no sería capaz de hacerle daño ni a usted ni a nadie— esas palabras dejaron a Kakyu pensativa.

—¿Has dicho ha su servicio? ¿Quienes son realmente?— la madre de Yaten estaba confundida ante esa declaración.

—Ella es la...— antes de revelar la verdad, Mina interrumpió a Diana.

—La doncella de confianza del palacio, eso soy— afirmaba Mina antes de que su identidad fuera descubierta —de verdad, mi intención no fue mala, solo quería ayudar. Discúlpeme si la incomodé. Lo mejor será que me retire— Mina salió de la humilde vivienda con su capa puesta para cubrirle la mayor parte del cuerpo, dejando a Diana con Kakyu bajo la orden de ayudarla en lo que necesitara.

Cabizbaja y pensativa Mina recorría las calles en busca de su caballo para poder regresar al palacio. Una vez más era deprimente ver las condiciones en las que vivía la pequeña población, con carencia y necesidades pero felicidad, una sinsera felicidad que provenia de su unión familiar, una unión que ella nunca experimentó —hubiera cambiado todo por tener una familia, una verdadera familia— una lágrima comenzó a recorrer su mejilla hasta que una voz fuerte y violenta irrumpió en su pensamiento.

—¿A dónde crees que vas sucia ladrona?— un soldado del palacio a caballo se colocó frente a ella para detener su rumbo. De inmediato la gente del pequeño pueblo posó su mirada en la escena.

—Alejate de mí, déjame pasar— Mina dió una orden que pasó desapercibida por el hombre.

—¿Que fue lo que tomaste del palacio?

—¿A qué te refieres?— cuestionaba Mina aún sin descubrir su rostro ni su identidad.

—El príncipe Kunzite me envió, me pidió que siguiera tus pasos pues tenía la sospecha de que habías tomado algo que no te pertenecía, te observé tomar el caballo de la princesa y estuve al pendiente de todos tus movimientos, ahora ¡Entrégate!— el soldado tomó su espada, y con ella apuntó sobre el pecho de Mina logrando que ella diera un ligero paso en falso hacia atrás provocando que resbalara sobre el suelo.

—¿Qué te pasa? Pagarás caro por esto— la declaración de Mina no inquietaba en lo más mínimo al soldado, para él solo eran palabras sin sentido de una simple plebeya.

—¿Cómo te atreves a amenazarme maldita mugrosa?— el hombre descendió de su caballo y tomó fuertemente el brazo de Mina con una de sus manos mientras levantaba la otra para tratar de asentar una bofetada sobre la mejilla de la princesa aún sin saber quién era realmente.

Todos los presentes repudiaban la escena, pero ninguno podía hacer nada por ayudarla, el hacerlo solo traería consecuencias para quien lo intentara, consecuencias que no solo afectarían al valiente que la defendiera, sino para toda su familia, incluso podían ser asesinados, a fin de cuentas ¿Que podían hacer? Ese era el día a día y la realidad que vivían constantemente todos los habitantes del pueblo.

Justo cuando el soldado se disponía a soltar su golpe, Mina no pudo hacer nada más que cerrar sus ojos y soportar lo que vendría, de no ser por qué una voz familiar salió en su defensa atacando al soldado —¡Déjala en paz! ¡No te atrevas a tocarla!— ninguno de los espectadores podía creer que alguien se hubiera atrevido a desafiar al armado hombre, y más aún, que esté hubiera detenido su ataque interponiendose entre el cuerpo de ella y el cuerpo del soldado —Si pones tan solo un dedo sobre de ella lo pagarás muy caro.

El soldado estaba atónito ante el defensor de la princesa, pero la sorpresa fue mayor cuando observó su rostro —¿Tú? ¿Que? ¿Cómo? ¡Tú estabas en...!— el joven propinó un fuerte puñetazo en el rostro del soldado que terminó con sus palabras y lo hizo caer inconsciente.

El guardián de su amorWhere stories live. Discover now