Capítulo 15

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Ante la afirmación de Beryl, el rey Artemis no tuvo palabras para responder, solo se levantó, así, sin decir ninguna palabra salió del salón en el que se encontraban.

—¿Estás segura de que ese viejo está de nuestro lado?— Kunzite dudaba ante la actitud del padre de Mina.

—No te preocupes, sea cual sea la manera esa princesa se casará contigo. Tengo el plan perfecto, quitaremos a Artemis del camino y de paso nos desharemos de ese guardián que por cierto me da muy mala espina, se ve que no es tonto y tal vez podría sospechar. Entre menos obstáculos tengamos será mejor— sin duda Beryl y su hijo no tenían ninguna buena intención.

—¿Que estoy haciendo?— se preguntaba Artemis pensativo en su habitación —¿De verdad será la mejor opción? Estoy seguro de que así será. Malgasté los pocos recursos que me quedaban, fallé en mi intento por criar a mi hija, ahora comprendo que no hacía falta llenarla de cosas innecesarias, desafortunadamente es muy tarde, estoy completamente endeudado, debo seguir con esto, a cambio de la boda y el reino, Beryl perdonará la millonaria deuda que tengo con ella— esa afirmación era cierta, aunque su siguiente pensamiento estaba muy alejado de la realidad —después de todo Mina desea ayudar a reparar todo el daño que he hecho y al casarse podrá hacerlo— Artemis estaba de acuerdo con el matrimonio, creyendo que el beneficio alcanzaría a su hija y sus buenas intenciones, pero desconocía el doble plan de Kunzite y su madre que desde luego no incluían ningún buen deseo para el reino Plateado. Nadie imaginaba que el peligro acechaba, una tragedia que cambiaría el rumbo de las cosas e iniciaría con la dictadura de Kunzite estaba a punto de suceder.

Recostado pensativo Yaten se encontraba en su habitación sin poder descansar, el solo recordar toda la escena que acababa de presenciar le impedía conciliar el sueño. Era el guardián de Mina, debía estar para ella en los momentos buenos como en los malos, además, había algo dentro de si mismo que le hacía hervir la sangre de solo imaginarse a la mujer que amaba al lado de alguien que no fuera él —¿Estás enamorado de ella verdad?— le cuestionaba su madre mientras se acercaba al borde de la cama.

—¡No! Por supuesto que no—afirmaba el guardián de Mina alejando su mirada de la de su madre y con su rostro levemente ruborizado.

—Está bien amar, eres un joven muy noble, tienes mucho para dar.

—¿Qué podría darle yo? Solo soy un simple sirviente, un empleado más, no hay nada en mi que pueda atraer su atención.

—¿Por qué no intentas hablar con ella? Si no le expresas tus sentimientos nunca sabrás su opinión. Ábrele tu corazón, es una muchacha muy amable y bondadosa, si no siente lo mismo que tú por lo menos te quitarás un peso de encima, pero si corresponde a tus sentimientos quizá evitarías que se condene a sí misma a una vida que a simple vista se nota que no desea. Soy mujer, adulta y con un poco de experiencia, no puedo decirte si ella está enamorada de ti, pero si sé que disfruta mucho de tu compañía. Arriésgate, no pierdes nada— el consejo de su sabia y cariñosa madre le dió el ánimo y el valor que necesitaba para expresar todo lo que llevaba días guardando en su corazón.

—Mina ¿Puedo pasar?— preguntaba el guardián mientras tocaba a su puerta.

—¡Yaten! ¿Pasa algo? Ya es un poco tarde.

—Discúlpame, es solo que pensé que desearías hablar con alguien.

—Siempre sabes lo que necesito, gracias por estar conmigo— Mina abrazó fuertemente a su guardián, gesto al que inmediatamente él correspondió.

—¿En verdad vas a casarte con Kunzite?

—Si, siento que es mi obligación, debo reconstruir este reino, creo que es el indicado para ayudarme en eso.

—¿En verdad piensas eso de él? Si me lo permites, déjame decirte que ni él ni mucho menos su madre me agradan, sé que los estoy juzgando sin siquiera conocerlos pero hay algo en esos dos que no me gusta.

—Entonces ¿Que debo hacer? ¿Que camino debo seguir?

—¡No te cases!— era el momento de revelar la verdad, Yaten despegó un poco su cuerpo del de Mina y la sujetó cuidadosamente de los hombros para confesar sus sentimientos
—Mina, no te cases con él. Yo... Yo... Te... Yo te amo.

—¡Yaten!— ante tal confesión Mina abrió aún más sus expresivos ojos azules para demostrar su asombro.

—Sé perfectamente que no tengo nada qué poner a tus pies, solo soy yo, un joven humilde al que tú rescataste de la miseria y de la muerte, pero te aseguro que tengo unos sentimientos reales y puros hacia ti, desde luego, más verdaderos de los que Kunzite tiene. No te cases, si no es tu deseo corresponderme lo entiendo, pero por tu bienestar propio, no lo hagas.

—Yaten yo... No sé que decir.

—No digas nada, solo déjate llevar por lo que sientes— Yaten acercó su boca a la de su hermosa princesa y depositó sobre sus labios un cálido y tierno beso al que ella poco a poco comenzó a corresponder, un beso en el que ambos demostraron lo que sentían realmente uno por el otro, aunque de un momento a otro el mágico instante fue interrumpido por un sorpresivo grito proveniente de la habitación del rey, un grito de inmediato llamó la atención de todos.

—¡Auxilio!— la palabra expresada por Artemis hizo que Yaten fuera el primero en salir corriendo para averiguar lo sucedido.

—¡Rey Artemis! ¿Que sucedió?— Yaten estaba totalmente impresionado ante lo que observaba. Delante de él se encontraba Artemis, yaciendo sobre el suelo con múltiples heridas que aparentemente habían sido producidas por un puñal que se encontraba muy cerca del cuerpo del rey cubierto con rastros de sangre.

—Mina No... Protegela... Prométemelo...— Artemis trataba de expresar un mensaje, aunque con las pocas fuerzas que le quedaban le era imposible articularlo por completo.

—Todo estará bien, se recuperará, no se preocupe— Yaten intentaba tranquilizarlo, aunque dada la magnitud de sus heridas eso era casi imposible.

—No tengo tiempo... Mina.. cuídala... Prométemelo... La amo... Que me perdone...— Artemis se encontraba preocupado ante lo que podría depararle a su hija, pero sus últimas palabras dieron la clave para suponer el interés real de Beryl y su hijo en el reino —el petróleo... cuídalos... A Mina y al petróleo...— después de su última frase el rey cerró sus ojos eternamente.

El guardián de su amorWhere stories live. Discover now