Capítulo 3

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—¿Te estás divirtiendo hija?— la pregunta del rey obtuvo una sorpresiva respuesta, pero al mismo tiempo agradable para él.

—Si papá, de hecho, quería pedirte un favor, hay un príncipe, su nombre es Kunzite, quisiera conocerlo más, ocúpate de invitarlo a pasar unos días más en el palacio— y dando la autoritaria órden salió rumbo a su habitación para intentar descansar de todo el bullicio, aunque durante su andar, al pasar por fuera de la habitación en la que se guardaban las pertenencias más valiosas de la realeza escuchó un ruido extraño al que curiosa de inmediato acudió para investigar.

—¿Quién eres tú? ¿Que se supone que estás haciendo aquí?— cuestionó Mina con ese característico grito soberbio, pero la reacción del joven la tomó por sorpresa —¡Silencio! Cierra la boca o van a sorprenderme.

—¡Auxilio! ¡Un ladrón!— el fuerte grito de la princesa había logrado captar la atención de sus guardias, quienes no dudaron en acudir a su llamado.

—Te dije que te quedaras callada— el joven corrió en dirección a la puerta para intentar escapar, pero al percatarse que los guardias se acercaban su única salida fue cerrar y esperar dentro de la gran pieza hasta que desaparecieran —ahora tendremos que esperar hasta que se vayan para salir— agregó el joven.

—¡Por supuesto que no! ¡Yo saldré de aquí ahora mismo! Y les diré a los guardias que te ocultas en esta habitación ¡Maldito ladrón!— Mina se incorporó para realizar la acción descrita, pero justo en el momento en que estaba por dar su primer paso el misterioso joven la tomó del brazo y jalándola un poco fuerte la regresó al lugar en el que se encontraba —Te he dicho que saldremos hasta que los guardias se alejen. Si nos ven aquí nos va a ir muy mal.

—¿Irnos mal? ¿Acaso no sabes quién soy yo? ¡Insolente!— en ese momento Mina colocó una fuerte bofetada sobre la mejilla del joven quien no dudó un solo segundo para defenderse.

—Sé perfectamente quien eres, una maldita mucama chismosa, pero no me importa— respondió sujetando a Mina por los hombros y acorralándola contra la pared —tú no sabes lo que es vivir en la miseria ¡mírate! Con tu ropa fina y elegante ¿Que necesidades podrías tener tú viviendo aquí? Sin embargo allá afuera del palacio, en el pueblo, todos pasamos hambre, necesidades y carencias. Mi madre está muy enferma y no alcanza si quiera para pagarle un médico que la atienda, hace tres días que no pruebo alimento alguno, y lo poco que llega por supuesto que es para la mujer que me dió la vida y para mí pequeña hermana de dos años ¿Acaso crees que hago esto por gusto? En este momento el rey, su hija y toda esa gente a la que invitaron goza de un festín increíble mientras el pueblo se muere de hambre por que nos quitan lo poco que tenemos en cuantiosos impuestos, y si no somos capaces de pagarlos nos llevan presos. Este mes no alcanzo a cubrir la cuota que me piden, y esta es mi única salida. Con tantas joyas aquí ¿Crees que notarán que falta una? Debo pagar el impuesto mensual, o de lo contrario me alejaran de mi madre, y yo soy la única persona que tiene, mi padre falleció hace tres meses, víctima de un maldito soldado de este palacio que lo agredió por no poder reunir el total del dinero que pidió el rey— las palabras del chico estaban llenas de rabia y desesperación, pero ese sentimiento había causado en la princesa una sensación extraña, algo que sentía por primera vez en su vida.

—¿Por qué no solo le pides ayuda al Rey o a la princesa?— cuestionaba Mina aún sin entender muy bien al joven, pues al parecer él no la reconocía, después de todo nunca antes había sido vista por los aldeanos hasta el día de hoy.

—¿El rey? No seas ilusa. Él es el que nos explota, el que nos exige y nos mantiene viviendo de esa forma ¿Acaso crees que de verdad me ayudará? Y su hija, esa sin duda debe ser igual al padre.

—Está bien, yo te ayudaré, escoge lo que necesites y vete— el joven se acercó a una repisa de cristal en la que había un sin número de cosas valiosas, increíbles joyas que apesar de la oscuridad brillaban impresionantemente, aunque solo tomó lo primero que pudo, pero Mina al ver la joya de la que se trataba interrumpió su acción. —No, ese brazalete no. Es un recuerdo de mi madre— habló mientras agachaba su cabeza melancólicamente.

—¿De tu madre?— cuestionó el joven con gran asombro en su mirada, pues en esa habitación solo había objetos valiosos propiedad de la familia real —Entonces... tu eres... la prin...— pero su hablar fue interrumpido por una voz.

—¡Deténganlo! ¡Que no escape! ¿Princesa, estás bien?

—¡Kunzite! Si estoy bien ¡Sueltenlo!— la petición de la princesa fue en vano, al recibir la orden de Kunzite los guardias del palacio golpearon al chico fuertemente en el estómago logrando que esté cayera de rodillas sobre el suelo para posteriormente ser sujetarlo de los brazos, colocarlos sobre su espalda y rodearlos con una especie de cadena que le impediría huir
—¡Sueltenlo! ¡Por favor! No saben por qué lo hizo— las palabras de Mina eran inútiles.

—¿Por qué lo hizo? Princesa, no seas ingenua, lo que sea que te haya dicho este sujeto no son más que mentiras ¿Por qué habría de hacerlo? Pues por qué no es más que un ruin y asqueroso ladrón. Piénsalo bien ¿habiendo un festín allá afuera entra a robar? Si yo fuera él estaría disfrutando de todo lo que el rey puso a mi disposición ¿No lo crees princesa?— las palabras de Kunzite hacían dudar a Mina de la credibilidad del joven.

—¡Sí, es verdad! hay una lujosa recepción allá afuera que tal vez podría disfrutar si no hubiera sido pagada con todo lo que nos roban mes tras mes...— el desesperado joven no pudo terminar su frase cuando un fuerte golpe propinado por Kunzite provocó que perdiera el conocimiento.

—Kunzite ¿Que pasará con él?

—No te preocupes princesa, no volverá a cometer un crimen, no mientras yo esté aquí. ¡Llévenselo!— dió la orden a los guardias quienes de inmediato lo tomaron para llevarlo a una de las celdas del palacio. —¡Que bueno que estás bien princesa!— Kunzite la abrazó por la cintura con una de sus manos y con la otra sujetó su cabeza recargandola sobre su pecho haciéndola sentir protegida.

—Gracias Kunzite, pero lo que ese joven me dijo...

—Es normal que quieras creer en él, no estás acostumbrada a convivir con ese tipo de gente, son capaces de inventar cualquier cosa para lograr sus objetivos. Lo que yo creo es que necesitas a alguien a tu lado, que te enseñe como gobernar— en esas palabras sin duda había un mensaje oculto que Mina no notó por el momento, pues muy a pesar de lo que pudieran decirle había sentido sinceridad en las palabras de aquél joven, y eso mantendría ocupada su mente por lo menos hasta que lograra investigar a fondo la veracidad de sus palabras.

El guardián de su amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora