Capítulo 12

29 3 0
                                    

—¿Kunzite? ¿Cómo podría casarme con Kunzite? Acepto que su apariencia física me deslumbró, el hombre es muy atractivo, pero no tenemos nada en común, ni siquiera congeniamos ¿Quizá haya otra opción? Planea una celebración, invita nuevamente a los príncipes que conocemos, esta vez prometo poner interés en cada uno, pero ¿Kunzite?— Mina no se imaginaba a lado de ese príncipe.

—Hija, si lo que quieres es realmente ayudar a reestablecer el reino la única opción es él, su reino es el más rico y poderoso de todos, conozco a su madre, una reina tan visionaria como ambiciosa, desde que quedó viuda luchó con todo y contra todos para poseer lo que tiene, sus aldeas son ricas y bastas. Si hay alguien que pueda ayudar a cumplir tu propósito es el, solo Kunzite posee los recursos necesarios para lograr que el reino Planteado vuelva a ser lo que era antes.

—Necesito pensarlo, te prometo que estudiaré la idea con todas sus ventajas y desventajas, solo dame tiempo.

—Claro que sí hija, tomate el tiempo necesario, aunque si me permites darte un consejo creo que sería bueno que comenzaras a conocerlo un poco más. Cuando conocí a tu madre no nos soportábamos, éramos como agua y aceite, tan diferentes, pero con la convivencia poco a poco nos fuimos dando cuenta de que en realidad teníamos mucho en común, nos enamoramos y tuvimos una feliz vida juntos, deberías inténtalo, quizá te suceda lo mismo, quien sabe, tal vez consigas ser muy feliz con él.

Mina salió del despacho de su padre muy pensativa, en cierta forma Artemis tenía razón, el único capaz de levantar y reconstruir su hogar era Kunzite, pero en el fondo algo en él no terminaba de gustarle. Tan sumida estaba en su pensamiento que no se percató que alguien la esperaba en la entrada —¿En qué piensa alteza?

—¡Yaten! Me asustaste!— el sobresalto de Mina no se hizo esperar —¿Que haces aquí?— el joven de profundos ojos color verde le ofreció su brazo a Mina —¿Caminamos un poco?— la princesa un tanto confusa y sonrojada aceptó la proposición. Ambos se dirigieron hacia los extensos jardines del majestuoso lugar para poder platicar.

—Cuando llegué al palacio tu padre me llevó con el comandante de su ejército y me presentó con él como tú guardián personal. Después de darme una pequeña lección y este pesado traje me indicó cuáles eran mis obligaciones, y la principal es no separarme ni un segundo de tu lado.

—¿A si? ¿Y cuáles son tus demás obligaciones? Claro, si se puede saber.

—Entre otras cosas que debo tratarla con respeto, tengo que cumplir todas sus ordenes sin importar la hora, pero sobre todo, que en caso de ser necesario debo preservar su vida aún si eso me cuesta la mía.

—¿Y que piensas de todo eso?

—Pues usted salvó mi vida y la de mi familia, tengo una deuda que pagar, y si se tratara de dar vida por vida moriría con gusto solo de saber que he cumplido con mi misión.

—Eres un muchacho muy valiente, y "ese pesado traje" te sienta muy bien— Mina hacia referencia a la armadura que el joven portaba, un traje hecho de hierro forjado en tono plateado con aplicaciones negras, una capa cubriendo su espalda y una espada sobresaliendo a su costado derecho atrajeron la mirada de ella, quien acto seguido soltó una pequeña risilla que de inmediato ruborizó al nuevo soldado —por cierto, quiero darte tu primera orden— Yaten se colocó atento ante esas palabras, pero más que una orden era un gesto de sincera amistad —ya te lo había dicho una vez, no me hables así, prefiero que me tengas confianza, evita eso de "usted", "alteza" o "princesa", solo llámame Mina.

—No puedo, me advirtieron que debía tratarla con respeto, no quiero cometer ningún error que pueda poner en riesgo mi seguridad o la de mi madre y mi hermana.

—No te preocupes, puedes hacer eso sin faltarme al respeto, el hecho de que seamos amigos no rompe ninguna regla. Mientras estés a mi servicio nadie podrá hacerte daño ni a ti ni a los tuyos. Confía en mí.

—Está bien prin... quiero decir Mina. Y ya que estamos en confianza quisiera saber que te sucede, sé que no era de mi incumbencia pero sin querer escuché lo que tú padre y tú hablaban.

Mina dirigió su mirada hacia el verde pasto del suelo sobre el que caminaban y comenzó a hablar con un ligero tono melancólico —como te habrás dado cuenta, de nada sirven mis intenciones de ayudar al pueblo si no me caso, mientras no lo haga simplemente no puedo actuar, además, no tengo recursos para cumplir lo que le prometí a toda esa gente, pero tampoco quiero defraudarlos.

—Y ¿Qué opinas tú del príncipe Kunzite?— cuestionó el joven.

—A decir verdad no lo conozco, por órden mía mi padre lo invitó a pasar unos días aquí, confieso que cuando lo vi llamó mi atención y mi primera intención era conocerlo, pero entre tantas cosas que han pasado no he podido cruzar palabra alguna con él más que para discutir, agredirlo e insultarlo. Lo poco que he visto en él no es de mi agrado, pero tal vez mi padre tenga razón, debería conocerlo primero antes de juzgarlo.

—Pues si me permites darte mi opinión, no me cae bien, es un sujeto muy desagradable, es engreído, prepotente, desconsiderado e inhumano. Pero no me hagas caso, yo solo lo veo como he visto durante mucho años a todos los de la realeza, y no te ofendas, no lo digo por ti, tu eres diferente, me lo has demostrado, tal vez tú, en tu calidad de princesa puedas verlo desde una perspectiva diferente ¡Vaya dilema el tuyo! Sí que tienes una difícil desición.

—Si, tengo que pensar muy bien en lo que voy a hacer. Creo que le haré caso a mi padre, comenzaré a tratarlo un poco más, bajaré la guardia con él y abriré mi corazón a la posibilidad de un futuro a su lado.

—Adelante, hazlo, sea cual sea la desición que tomes yo te apoyo, sé que tendrás la sabiduría necesaria para elegir el camino correcto— Yaten soltó el brazo de Mina y detuvo su andar para colocarse frente a ella y rodearla con un fuerte abrazo.

—¡Yaten! ¿Que haces?— Mina quedó inmóvil ante la reacción del joven y al instante su rostro se tornó de mil colores.

—Solo le brindo a mi nueva amiga un gesto de cariño, claro, con el respeto que te mereces. Como te dije, estoy agradecido contigo por lo que hiciste por nosotros, no tengo con qué pagarte, así que esa es mi muestra de gratitud, pero también es una demostración de apoyo. Sea cual sea el problema en el que te encuentres cuentas conmigo, sin importar la hora, lo dice mi contrato ¿Recuerdas?— con esa pequeña broma Yaten logró sacar una carcajada de la garganta de Mina quien en ese momento se llenó de un pensamiento un poco inusual
—es un joven muy agradable— pero al mismo tiempo, el guardián tenía los suyos propios —¡tan hermosa y tan inalcanzable!

Desde una de las torres del palacio Kunzite observaba desde hacía mucho rato la escena quien producto de lo que veía no podía hacer otra cosa más que explotar de coraje —mocoso entrometido, no durarás mucho en el palacio, te lo aseguro— hablaba para sí mismo mientras con una de sus manos quebraba la copa en la que se encontraba bebiendo Cognac unos minutos antes.

El guardián de su amorМесто, где живут истории. Откройте их для себя