Capítulo 10

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—¿Que has hecho? ¿Acaso no sabes que atacar a un guardia se castiga con la muerte?— la voz de Kunzite se escuchó llegar en compañía del rey, custodiados por un pequeño grupo de soldados —eso no importa, de cualquier forma tu ya estabas condenado— la voz fría de Kunzite hacia erizar la piel de cualquiera que lo escuchara —¡Sujetenlo!— ordenó a los soldados que lo escoltaban.

De inmediato los hombres descendieron de su caballos y tomaron fuertemente al joven que había defendido a la princesa —era su condena morir el día de mañana, pero dadas las circunstancias le adelantaremos el regalo a este valeroso joven— Kunzite elevó su voz para ser escuchado por todos los presentes en una acción de intimidación, pero su hablar se vió interrumpido por una joven vestida de plebeya con el rostro cubierto.

—¡Basta! Escucheme bien, todos, aquí nadie morirá, ni hoy, ni mañana, ni nunca, no mientras yo esté aquí— atónitos ante la declaración de esa joven misteriosa los aldeanos solo observaban lo que sucedía.

—¡Vaya! Pero si es la ladrona del palacio— hablaba Kunzite con tono sarcástico —pues tu también pagarás caro por tus crímenes.

—Kunzite, no te tomes atribuciones que no te corresponden, eres un invitado del rey, más no eres el gobernante— hablaba la chica con fuerza y sabiduría en sus palabras.

—Vaya soberbia la tuya, eres valiente al enfrentarnos, lo reconozco, lástima que ese valor no durará mucho. Pronto aprenderás cual es tu lugar— Kunzite no paraba de brindar amenazas.

—Tu también aprenderás cual es el tuyo— mientras esas palabras salían de la boca de la chica, esta dejó caer la capa que la cubría dejando al descubierto su rostro y su verdadera identidad.

—Pin... Princesa Mina... Yo...— Kunzite no tenía palabras para expresarse.

—"Es la princesa" "¿Que está haciendo aquí?" "La princesa nos ha defendido" "La princesa prometió protegernos"— los aldeanos murmuraban entre ellos mientras comprobaban por si mismos que esa joven de la que se pensaba no tenía sentimientos era realmente alguien bondadosa.

—¿Quiénes creen que son para tratar así a la gente? Todos son seres humanos, personas iguales a nosotros ¿Por qué les dan ese trato? Padre ¿Esta es tu manera de gobernar? ¿Por qué infundes el miedo y permites la injusticia?— Ante esas preguntas Artemis no pudo hacer nada más que dirigir su mirada al suelo —ustedes ¿Por qué permiten esto?— ahora Mina se dirigía a los soldados —¿No les da vergüenza? Sus familias están protegidas ya que ustedes sirven directamente al rey, pero ¿Que pasaría si sus seres más queridos vivieran en éstas condiciones? ¿Les gustaría que recibieran este tipo de agresiones? En cuanto a ti Kunzite, recuerda que solo eres un invitado, no tienes ninguna autoridad para hacer lo que haces, no perteneces a este reino, aquí tú no eres nadie— esa última declaración hizo estallar la furia del entrometido príncipe, aunque no lo demostrara, en su interior hervía de coraje.

—Princesa, yo... Solo lo hice por protegerte, no era mi intención molestarte ni mucho menos incomodarte con mi actitud.

—¿Protegerme? No me hagas reír Kunzite. Ese soldado que se encuentra inconsciente sobre el suelo trató de golpearme bajo tus órdenes.

—¿Que has dicho?— interrumpió Artemis.

—Asi es padre, Kunzite lo envío para agredirme.

—Por supuesto que no, yo sería incapaz de hacerte daño— Kunzite trataba de excusarse —acepto que lo envíe, pensé que eras esa mucama que te sirve, cuando la vi en el palacio tenía una actitud muy sospechosa y di la orden de vigilarla. Pensé que tal vez había tomado algo y lo traería para mal baratarlo, solo fue eso, pensé que así protegería tus pertenencias y te protegería a ti.

—Y si realmente hubiera robado ¿Por qué crees que lo haría? Observa a tu alrededor, tienen necesidades, necesidades que van más allá de un costoso vestido, una joya, una gran fiesta o un banquete, sus necesidades son reales, no como nuestros caprichos. ¿Y defenderme? ¿Esa es tu forma de demostrar protección? Aquí el único que demostró el coraje y valentía sin importar lo que pudiera pasarle fue él, así que ¡Sueltenlo!— Mina hablaba con una madurez y firmeza que su padre jamás había visto en ella.

—Mina ¿Que intentas hacer?— habló Artemis.

—Intento que lo dejen en paz.

—Eso no puede ser, ha cometido muchas faltas, entró al Palacio sin permiso, robó una joya de tu madre, escapó de la celda en la que se encontraba y agredió a un guardia, a alguien como él solo se le puede llamar delincuente y como tal tiene que pagarlo.

—¿Por qué siempre tienes que ver lo que te conviene papá? Ese joven tiene una madre enferma, una hermana pequeña, esos guardias a los que agredió le arrebataron la vida a su padre, pasa días sin comer para proveer a su pequeña familia de algún alimento y por si eso fuera poco intenta cubrir tu elevado impuesto ¿Cómo puedes llamarle delincuente a alguien que día con día lucha por sobrevivir? No es ningún delincuente, su nombre es Yaten y he dicho que lo suelten.

Pese a lo que el rey pudiera desear una orden o petición de su hija siempre terminaba por doblegarlo, pero en esta ocasión no solo eso lo había hecho ceder, sino también la forma en la que hablaba y se expresaba. Mientras la observaba, en un punto de su discurso pudo ver la figura de la fallecida reina; tan bella, sabía, justa, humana, noble y caritativa como su madre.

Los guardias se encontraban confundidos, no sabían si cumplir con la orden de la princesa o con la del rey, pero al observar a Artemis asentir con la cabeza comprendieron que la petición de Mina debía ser obedecida.

En cuanto Yaten fue liberado, su madre y su hermana quienes habían presenciado todo corrieron a su encuentro para abrazarlo —gracias, de verdad muchas gracias princesa, no tenía idea de que era usted, me disculpo por mi actitud y le agradezco infinitamente lo que hizo por mi y por mi hijo y comprendo que no me dijera la verdad, ahora sé que no realizaba ningún trabajo en el palacio, pero doy gracias de que se encuentre con bien, y todo gracias a usted.

—No se preocupe, dada la valentía de Yaten y agradeciendo que me defendiera aún a costa de su propia seguridad lo nombro mi guardián personal. A partir de hoy, usted, su pequeña hija y Yaten vendrán a vivir al palacio, con las familias de todos los que se encuentran al servicio directo del reino. Kunzite, ya que te interesa tanto mi bienestar y mi seguridad ocúpate de cumplir con eso— el príncipe no pudo hacer otra cosa más que cerrar sus puños y apretarlos fuertemente contra su cuerpo en señal de coraje, pero tenía un plan, y no iba a permitir que una mala actitud de él lo hechara por la borda.

—Escuchenme bien, nadie tendrá que pasar ni un día más por estás condiciones, a partir de hoy daré órdenes que cambiarán su forma de vivir, yo misma visitaré el pueblo constantemente para garantizar que se cumplan. Mientras yo tenga vida nadie más sufrirá— Mina hablaba con tanta sabiduría que los aldeanos confiaron en sus promesa y de inmediato comenzaron a vitorearla —"viva la princesa Mina" "larga vida a la princesa"— sin proponérselo si quiera, había eliminado esa imagen de princesa caprichosa y se había ganado el cariño y admiración de su pueblo.

El guardián de su amorحيث تعيش القصص. اكتشف الآن