13.

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1 semana después...

Mika.

-A despertarse. -Dieron varios golpes en la puerta de metal y me asusté. -¡YA!

Me levanté de mala gana con las esposas puestas, nunca me las quitaba para dormir ya que los idiotas estos tenían acceso a mi celda siempre que quisieran, Andrew, el gilipollas mayor, entró con una bandeja de comida, aunque se veía poco saludable, pero comida era comida.

-No entiendo como has conseguido esto. -Espetó. -Si no fuese por la niñita mimada esa seguirías viviendo en ese cuchitril.

Le lancé una mirada amenazante.

-Calladito estás precioso desde luego, sigue así otros 23 años, y que sepas que en cuanto pueda, te mataré.

Y esto era todos los días, estaba ya acostumbrado así que no puse cara de asombro, casi podía decir lo que él decía al mismo tiempo.

-Eres un desgraciado, y lo seguirás siendo toda tu vida, porque nadie te quiere. Nadie te va a respetar, pedazo de mierda. -Dijo acercándose a mí, yo como acto bondadoso le escupí. -Siempre tan amable, pareces una llama.

Como no dije nada pareció cansarse, pero no. Volvió hacía mí y me pegó una bofetada en la cara, me sonrió victorioso y salió de la habitación.

Me quité las esposas con cuidado ya que de tanto hacerlo me dolían las muñecas, me acerqué al lavabo y con cuidado cogí una pequeña toalla, llenándola de agua y pasándola por la zona roja a causa de la bofetada.

-¡JODER! -Grité.

Estaba harto de esta vida, de llevar 7 años en la cárcel por culpa de 3 gilipollas y no poder decirle la verdad a Sara.

Sara... ¿Qué iba a hacer contigo?

Había despertado sentimientos en mí, me sentía seguro a su lado y por alguna extraña razón creo que estaba empezando a agradarme.

Así que tendría que eliminar a su noviecito.

No en el sentido literal.

Abrieron la puerta de golpe y yo me puse las esposas de nuevo, salí del baño con ellas y me encontré al director al lado de Violet.

-¿No desayunas? -Me tiró la bandeja a un lado. -Me parece que el señorito se está acomodando demasiado, ¿No crees Violet?

-Yo mejor me voy. -Dijo esta, pobrecilla, aún me tenía miedo.

-Mejor, los dos solos. -Dijo el director. -¿Cómo te va con la putita esa?¿Sara era?

Me estaban entrando unas ganas de desencajarle la mandíbula...

-Resulta que la muy ilusa cree que va a hacerte hablar. -Se paseó por la sala mirando de un lugar a otro, para luego acercase a mí y propinarme una patada en la espinilla. -Hicimos mal al dejarte marca la última vez, pero no volverá a pasar.

Y yo sabía lo que me esperaba, así que simplemente puse la cara, me dio una bofetada y luego una patada en la barriga, cuando se sintió satisfecho se fue.

-Eres escoria, Hastings.

Nada más salió limpié mis lágrimas, lágrimas de impotencia por no poder ir a partirle la cara a él y a Andrew, pero el reloj me indicaba que en unos 30 minutos llegaría Sara, así que aunque no tuviese apetito me tomé mi desayuno, que estaba asqueroso, pero al menos era comida.

Ya eran incontables las veces que había pensado en terminar ya con mi vida, porque era tan deplorable que no sabía cuánto iba a ser capaz de aguantar, había ideado hasta un plan para ello, pero quería ver a esos tres hijos de la gran puta en la cárcel pagando por lo que me habían hecho.

-No puede entrar todavía señorita. -Escuché decir a Violet.

-Voy a entrar, seguro le hicieron algo. -¿Esa era la voz de Sara?

Me limpié las lágrimas y me terminé la comida, fui a lavarme la cara y respiré hondo, justo entonces entró Sara y yo tuve que fingir mi mejor sonrisa.

-Hola.

-¿Estás bien? -La puerta volvió a abrirse.

-Sara, que no puedes estar aquí. -Violet me miró con indiferencia. -Tienes que esperar 20 minutos fuera.

-Violet deja de joder y vete. -La susodicha rodó los ojos dándose por vencida y se fue. -Toma, te traje chocolate.

Me tendió una barra de chocolate y yo me la comí con gusto, al levantarme a tirar el papel no pude evitar encogerme de dolor.

-Mierda. -Sara vino hacia mí y me giró hacia ella.

-¿Estás bien? -Sus ojos se clavaron en los míos, yo intenté apartar la mirada pero me obligó a mirarle. -Joder has estado llorando. -Quítate las esposas y la camiseta, quiero ver que te hicieron esos capullos.

Me levanté la camiseta tras sacarme las esposas y la dejé a un lado, ella posó sus ojos en mi torso y yo aparté mi mirada de ella. Inspeccionó la zona, tocando desde mis hombros hasta mi cintura y yo me estremecía a cada toque suyo.

-Aquí está rojo, aunque con tanto tatuaje es difícil de ver. -Me miró con lástima.

-Ven, sentémonos y te explicaré lo que pasó.

Se sentó a mi lado en la cama, yo no me molesté en ponerme la camiseta, estaba demasiado nervioso y en nada comenzaría a sudar, respiré hondo y le miré fijamente a los ojos.

-Confío en ti. -Me dijo.

Cárcel Sirvey (Cs1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora