Adelanto tercer tomo

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La bisagras de la puerta estaban oxidadas y la madera parecía a punto de deshacerse, pero la tienda de antigüedades se había convertido en un polo magnético desde el mismo instante en que Luca la vió al otro lado de la calle.

Llovía y el frío se le estaba metiendo en las articulaciones así que se decidió a entrar solo por curiosidad. Le encantaban esas tienditas pequeñas que abundaban por todo Europa, esas que parecían congeladas en el tiempo; repletas de libros polvorientos y de pequeñas esculturas de porcelana que se debatían entre ser tiernas y aterradoras. Y a unos metros, un Starbucks... parecía que el espacio/tiempo se habían fundido y en un par de metros cuadrados se habían mezclado 2 líneas temporales diferentes.

El pensamiento cruzó su mente cuando colocó su mano sobre la puerta y la empujó ligeramente.

"Espacio tiempo, dimensiones paralelas".

El interior era cálido, parecía un caleidoscopio de objetos que habían visto mejor vida. Estantes llenos de adornos, accesorios del hogar que solo servirían a una ama de casa de los 50, libros por todas partes y un maniquí pálido apoyado levemente sobre un sillón rasgado.

El mostrador no estaba en mejores condiciones y el hombre detrás de él hacía juego perfectamente con todo lo demás. El largo pelo canoso estaba sujetado con una hebilla y su rostro parecía derretido. Al escuchar el tintineo de la puerta levantó la mirada y saludó a Luca asintiendo con la cabeza.

Se deshizo del abrigo y de su gorra de lana y comenzó a recorrer el lugar. Su gran tamaño y la forma en que los objetos estaban atiborrados se sentía como recorrer un laberinto. Un laberinto en el tiempo.

Se sobresaltó levemente al encontrarse cara a cara con un gigantezco espejo oxidado y lleno de esos fascinantes puntitos dorados y plateados que sólo aparecen luego de años de abandono. Apenas podía vislumbrarse, pero ahí estaba él mismo.

Luca Milano 31 años recién cumplidos, un poco de barba, 3 patitas de gallo en cada ojo que odiaba con toda su alma y algunas canas rebeldes que habían aparecido en los últimos 6 meses. Pero esas le gustaban, lo hacían sentir maduro y sexy.

Entonces la vió en el reflejo. Estaba detrás de él sobre un estante, cubierta de polvo. La reconoció al instante porque era idéntica a la que había visto hace 13 años en la habitación de Luz.

Sintió un escalofrío en la espalda. Era la misma vela violeta.

Se acercó a verla más de cerca, quizás era su imaginación y era una simple vela. Pero era una copia exacta... no podía ser coincidencia.... encontrar una así precisamente en esa ciudad.

La cera iba de un violeta profundo a un purpura intenso y en la base se distinguían destellos índigo. Era de gran diámetro, sin embargo poseía una forma bastante tosca y el cabo ennegrecido parecía garantizar que no se encendería jamás.

Luca tragó saliva. Era la misma vela. La vela con la que Luz podía hablar con su pequeña guía espiritual, la vela que Eva Luna le había dado hace 13 años en un viaje a su dimensión.

Luca lo recordaba todo.

Recordaba a Eriond citándolo a hablar en su oficina. Lo recordaba explicándole que todos debían beber del brebaje para perder la memoria. Recordaba el momento en que se había dado cuenta que su novia algún día conocería a su alma gemela y que ese hombre no era él. Recordaba haber bebido el brebaje y recordaba haberse inducido el vómito al llegar a su casa.

No había querido olvidar, aunque a lo largo de los años se había arrepentido de esa decisión en diversas ocasiones. El conocimiento daba herramientas, pero el olvido podía brindar alivio. Y recordar, hacerlo con tanta claridad, podía atormentar hasta a las almas más puras y a los corazones más fuertes.

Y Luca tenía muy buena memoria, recordaba hasta el color de la blusa que llevaba Luz el día que finalmente rompieron su relación.

Observó nuevamente la vela y maldijo su memoria.

Cuando salió de la tienda con la bolsa de papel madera debajo de su brazo comenzó a llover. Metió a la vela y su bolsa en un bolsillo del abrigo y se subió las solapas del sobretodo para cubrirse las orejas. En Londres siempre llovía.

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now