Capitulo XXXIV

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- Se trabó el sonido? – preguntó Ektor mirando fijamente la pantalla.

- No, creo que no están diciendo nada – acotó Lara.

La Central les quedaba chica a los 5, no había sido diseñada para alojar tanta gente. Luz estaba sentada en el centro con los labios apoyados en sus manos cruzadas y la mirada fija en la pantalla. Luca se había acomodado en el piso junto a Ektor, mientras que Lara y Elena permanecían de pie cerca de la joven escritora.

En la pantalla gigante se proyectaba una imagen de la oficina de Loreley. Ella se veía visiblemente afectada mientras que Eriond miraba por la ventana de brazos cruzados. Estaban reunidos hacía por lo menos dos horas.

- No van a llegar a ningún acuerdo – opinó Elena.

- Es la idea – sentenció Luz.

Eriond bajó la cabeza y se frotó la frente. Intentaba descubrir en qué momento se había ido todo a la basura. Loreley cruzó los brazos reconfortándose a sí misma, llevaba un suéter lila de cuello alto, suave al tacto.

- Esto no es algo nuevo, lo hablamos varias veces.

- Ya lo sé.

- Entonces entendés que haya tomado esta resolución.

Eriond tragó saliva con amargura.

- No lo entiendo pero es tu decisión.

Loreley apretó los labios.

Nuevamente, silencio.

- No la va a detener? – preguntó Elena.

- Con cuál excusa? – retrucó una Luz inmutable.

Luca abrazó sus piernas encogiéndose levemente y entornó los ojos. Elena se veía notablemente triste, Lara estaba nerviosa y Ektor confundido. Él también se sentía abatido, Luz descruzó las manos, estaba temblando.

"Nadie esta cómodo con esto", pensó él "se siente mal, siento deseos de detener esto y no sé por qué".

Luz levantó la vista y miró a su mejor amiga.

- Ya sé – la reconfortó mientras tomaba su mano- pero es necesario.

Dirigieron la vista a la pantalla, Eriond se había movido y retiraba suavemente su saco de la silla.

- Si es lo que realmente deseas, lo respeto.

Se calzó el abrigo en el hombro y dejó la habitación.

Loreley suspiró en una mezcla de desolación y alivio. Tenía todas las herramientas para crear la vida que realmente quería y Eriond seguiría adelante, no la necesitaba.

De pronto su rostro se quebró y comenzó a llorar.

- Vas a estar bien, vamos a estar bien – le murmuró Luz desde el otro lado de la pantalla.

Lautaro lo esperaba dentro del auto, sabía lo que sucedía porque los chicos lo actualizaban a través de mensajes de texto y audios pero aun así se sorprendió al verlo. Lo que entró al auto era la mera sombra de su jefe.

La máscara hacía poco por ocultar el aire de desolación. Mientras la camioneta emprendía el camino hacia Las Oficinas, Eriond miró por la ventana y apoyó la frente en el vidrio.

A Lautaro se le rompió el corazón. Luz no era consciente, o lo era pero no le importaba, de que Loreley era la persona más importante en la vida del señor Bachert y si ella lo dejaba él se quedaría completamente solo. Él no se merecía eso, era un hombre bueno. Exigente, pero bueno...

- La va a dejar irse? – le dijo Lautaro sin aguantarse.

- Luz te contó el chisme eh... - le respondió Eriond.

- Es que hace unos días ustedes vienen teniendo estas reuniones raras, entonces Luz le preguntó a Ana y bueno... - se justificó.

Eriond hizo silencio, sin dejar de mirar por la ventana. Lautaro abrió la boca para insistir pero él le respondió antes:

- Ella no está conforme con algunas cosas que no puedo cambiar y desea otras cosas, otra manera de trabajar que no es posible con BMedia involucrada. No soy quien para pedirle que se quede.

"Si sos quien" – pensó Lautaro. Pero entendió que la única justificación posible para evitar su partida tenía todo que ver con el corazón y nada con la mente.

"Luz es una especie de genio maligno" – reflexionó- "A nivel laboral una disolución era fácil pero no así a nivel personal. No hay forma de que Eriond intente detenerla sin afrontar antes todo el mar de sentimientos que tiene por ella. Y primero muerto antes que hacer eso".

- Jefe, usted puede decirle que quiere que se quede...

- Yo no quiero que se quede, nada más quiero que ella sea feliz – murmuró Eriond en un arranque de sinceridad.

Lautaro sintió deseos de tirarse de la camioneta, correr a La Central y ahorcar a su amiga.


La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now